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La innecesaria costumbre de “estirar” las miniseries

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Desde "El Hombre en el Castillo", hasta "Monzón", pasando por "Inventando a Anna", "Peaky Blinders" o "Carmel".
Desde “El Hombre en el Castillo”, hasta “Monzón”, pasando por “Inventando a Anna”, ”Peaky Blinders” o “Carmel”.

Puede ser por Amazon-Prime , Netflix, o Disney Play, puede ser local o extranjera, basada en un hecho real o una ficción, pero siempre, siempre, hay un mal que aqueja a las miniseries, y es su extensión.

 

Desde “El Hombre en el Castillo”, hasta “Monzón”, pasando por “Inventando a Anna”, ”Peaky Blinders” o “Carmel”, toda miniserie conlleva una dosis de “estiramiento” de la trama, de los capítulos, que hacen que el espectador pase más horas frente a la pantalla, al mismo que diluye su interés.

La receta no es nueva, pero en estos tiempos de “plataformas”, para mal, se ha perfeccionado. Antes, digamos que hasta los 90’, nuestras telenovelas tenían cierto “rebusques” para mantener cautiva a la audiencia. Así el protagonistas tenía un accidente y quedaba con amnesia, todo volvía a “foja cero”, hasta que un día, mágicamente, recuperaba la memoria, y la historia se volvía encarrilar. O “la mala” , tenía un accidente y quedaba paralítica, para la conmiseración de propios y ajenos, evitando que “el muchacho” la abandonara, hasta que se descubriera que era una mentira.

Ahora no. Ahora un drama tiene un montón de sub tramas que, en lugar de enriquecer el relato, lo hacen más largo, más difuso, e incluso, muchas veces, menos atractivo.

Es cierto que El Padrino nos mostró que los jefes mafiosos tenían una vida, además de extorsionar y matar personas. Eran personajes “de carne y hueso”, con conflictos triviales, y vidas mas o menos ordinarias, según el momento histórico. Pero aquellos vientos trajeron ahora estas tempestades.

 

Pongamos un ejemplo local y basada en hechos reales, la miniserie Monzón; muy buena por otra parte, tiene una serie de sub tramas que no aportan nada al drama del personaje. La historia de amor del fiscal con su compañera de trabajo, la llegada de una abogada defensora, o causas de narcotráfico en Mar del Plata, estiran el relato de manera innecesaria.

Ni que hablar de “Carmel”, sobre el asesinato de María Marta García Belsunce, que para que llegue a cuatro capítulos, se habla con una parapsicóloga estuvo en el lugar del crimen, y nada de lugar deja para preguntarle, al abogado defensor, cómo no se dio cuenta de lo que decía la autopsia que benefició a Carlos Carrascosa.

Otro ejemplo, pero del lado de la ficción, es “El hombre en el Castillo”, la muy buena adaptación de la novela de Philip Dick , de cuatro temporadas. En la tercera temporada, la historia de amor de dos hombres, dos personajes terciarios, nada aporta a la trama inicial al igual que el vendedor de objetos históricos que peregrina por la zona neutral en busca de sobrevivir

Luego, la historia luego se precipita en la cuarta temporada, donde “los negros”, que hasta ese momento lo único que hacían es ser pescadores, se muestran como una fuerza activa y organizada que “se van a comer crudos” a los invasores japoneses, y apenas se muestra el ascenso del temido John Smith, un estadounidense que anteriormente sirvió en el Cuerpo de Señales del Ejército de EE. UU, y que se convierte un Obergruppenführer que investiga la resistencia en Nueva York.

Por eso, queridos lectores, no sigo extendiendo esta nota. Ya saben, lo bueno, si es breve, dos veces bueno, y si lo “estiran”….paciencia o utilizar el “foward”.

 

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