Hacia la década de 1990 autores especialistas en ciencias políticas comenzaron a analizar la geopolítica mundial desde otras ópticas describiendo el concepto de estado fallido.
En esos tiempos colocaban su eje en los países que se apartaban de la comunidad internacional, especialmente en aquellos en los cuales sus instituciones eran prácticamente inexistentes.
A partir del año 2000 los requisitos, para calificar dentro de la categoría, se fueron ampliando tomando en consideración otros aspectos que hacían a la vida interna de los países.
Así, Pere Vilanova i Trías al encarar la diferencia entre un estado de facto y un estado fallido, razonaba: “El nexo común a todos estos conceptos (y otros que están por venir), es el concepto de estado, pero en todos los casos, vinculado a alguna anomalía: sistemas políticos que o bien son formalmente estados, pero no consiguen desarrollar con estándares de normalidad las funciones propias de tal condición, o bien lo contrario, sistemas políticos materialmente de perfil estatal, pero sin reconocimiento jurídico formal de tal manera que sólo tienen una dimensión funcional” (Revista Académica de Relaciones Internacionales, núm. 10, febrero de 2008).
Los diferentes autores (José Florez, Robert Jackson, Juan Mendoza, Diana Diaz, Noam Chomsky y Federico Auel, entre otros) fueron colocando su mirada en los aspectos internos de naciones conflictivas y su incidencia en el orden internacional donde el dilema que surgía era ¿qué hacemos con estos países?, ya que sus diferentes problemáticas se extienden primero regionalmente y luego mundialmente por efecto de la globalización imperante.
Argentina posee un combo peligroso que a partir de 1983 (con la vuelta de la democracia) y sin solución de continuidad – salvo una decena de años- nos fue arrastrando a la actual situación de un estado fallido tanto en el ámbito interno como en el orden internacional, caldo de cultivo para la corrupción generalizada y puerta de entrada para el crimen organizado en sus más diversas formas.
Nuestro sistema político se encuentra cruzado transversalmente por una burocracia corrupta estructural, cargada de frases ideológicas que a lo único que aspiran es a colonizar todas las instituciones para luego hacerlas implosionar.
En estas semanas de mayo, día de la independencia incluida, se ha omitido en la descripción de la historia, referenciar las graves disidencias ya existentes hace 212 años atrás que se ocultaron detrás de un derrotero en común: vencer al imperio realista. Dicho sea de paso, paradójicamente, señalado como el enemigo que enarbolaba un pabellón rojo (marcha de San Lorenzo).
No es cierto que nuestro país no sufriera guerras civiles.
Existieron y fueron crueles e intensas durante casi un siglo (entre 1800 y 1900) con especial mención de la división entre unitarios y federales.
En 1810 nos liberamos de España como poder centralizado y pasamos a depender del caudillaje de Buenos Aires.
Es decir, fue una guerra para que el vencedor se convirtiese en el nuevo “sometedor” del resto de la Nación.
A partir de allí la lucha conceptual decantó entre provincias y grupos que pretendían “liberalismo y apertura” contra otros que se aferraron a las ideas conservadoras y proteccionismo a ultranza.
La gesta de mayo, curiosamente, fue liberadora y tiránica a la misma vez.
Más allá del esfuerzo de Alberdi, y otros ilustrados, para recrear la organización constitucional entre 1853 y 1900, lo institucional o no existió o nunca funcionó en pos del bienestar general.
El huevo de la serpiente fue imponer siempre la discordia a través de distintas metodologías para garantizar que la suma del poder público quedase siempre en manos de unos pocos.
Ante la ausencia de instituciones fuertes el desarrollo político del país ha sido paupérrimo y el concepto Estado se construyó o por el predominio de la fuerza ya sea impuesta por las armas, o por el voto clientelar, el golpismo, etc.
La estructura del Cabildo se mantuvo como un recuerdo simbólico de algo que en algún momento era y dejó de ser: la esencia del poder radicado en la soberanía popular, que primero se la apoderaron los caudillos y posteriormente los partidos políticos (Juntas, Asambleas, Directorios, Poderes Ejecutivos Absolutistas, etc.).
A partir de 1860 comienza una etapa de Constitucionalismo Nacional al incorporarse Buenos Aires a la Confederación.
Fue la etapa llamada por los detractores progresistas como “República Conservadora”, muy exitosa en numerosos campos como lo he señalado en notas anteriores.
Un estado fallido roza diversos aspectos: ineficacia, debilidad, corrupción estructural, falta de capacidad para proveer servicios básicos, criminalidad sistemática y descontrolada, control inexistente de vastas regiones del país, marcada degradación en el plano socio económico y un aislamiento en el orden internacional del modelo capitalista imperante.
Explicitado esto, el lector puede preguntarse si Argentina es o no un estado fallido. Para ello dejo abierto el debate para que entre todos pensemos un país posible y viable.
No obstante, dejaré expuestos ítems que a mi entender no pueden quedar fuera del análisis ya que para mí son suficientemente trascendentes para calificar al país como un estado fallido.
-Carencia de valores en común esenciales para imponer las bases ético-morales de una Nación.
-Procesos inflacionarios asfixiantes, por desmanejos políticos, económicos y sociales ideologizados y que se apartan de las soluciones que el mundo ya adoptó hace años.
-Gran parte de la clase político-dirigencial enriquecida por corrupción.
-Gran parte de la dirigencia sindical rica con obreros pobres.
-Gran parte de la casta empresarial que ha vivido prebendariamente del Estado sin invertir, ni arriesgar.
-Inexistencia de instituciones verdaderamente republicanas y que funcionan sesgadamente para satisfacer sus propios intereses.
-Pobreza alarmante que ronda entre el 70/75% de la población con una alimentación que ha sustituido dramáticamente proteínas por hidratos de carbono.
-Carencia de rumbos claros en todos los ámbitos (internos e internacionales) que impiden el desarrollo y el bienestar general.
-Inexistencia de independencia en los distintos poderes.
-Justicia politizada e intoxicada por conceptos contrarios a un Estado de Derecho Republicano y temerosa del poder de políticos corruptos.
-Partido de gobierno y principal oposición anclados en ideologías y propuestas progresistas y socialistas para el resto del país y un capitalismo apropiador para sus propios objetivos.
-Gran parte del periodismo cooptado e ideologizado sin independencia.
-Manifiesta destrucción de la clase media quien año a año va perdiendo su capacidad adquisitiva y va cayendo aceleradamente en la escala social
-Gran parte de la sociedad que vive directa o indirectamente del Estado.
-Educación paupérrima y militante.
-Sistema sanitario prebendario y armado en base a negociados.
-Sistema de seguridad débil e inoperante, sin recursos ni capacidad logística.
-Fuerzas Armadas diezmadas tendenciosamente y paralelamente beatificación del terrorismo y de los subversivos.
-Principal credo del país complaciente e infectado por conceptos comunistas por obra y gracia de su principal representante apoltronado en Roma.
-Gran parte de la sociedad sin convicciones ni cultura política, que al mismo tiempo ama EEUU para vacacionar y luego pasea orgullosos con tatuajes o atuendos con la imagen del Che Guevara y propalando el anti-imperialismo.
-Marcado desprecio por la meritocracia.
-Gran parte de la casta política, periodistas y sociedad contagiada de idearios de la llamada “generación de cristal” sobre ideología de género, lenguaje inclusivo, aborto libre, victimización de delincuentes, ley del menor esfuerzo, amor por las banalidades y profundas vivencias de relativismo.
-Absolutismo presidencial gobernando para determinados grupos, generando odios y resentimientos, aplicando normativas discrecionalmente, manejándose con decretos (que son la excepción) con permisividad o apoyo de legisladores y jueces.
- Gran número de Fiscales entrenados para perseguir a ciudadanos comunes y dar cobertura a los poderosos.
-Sistema democrático absolutamente falaz que cobija a los candidatos a través del modelo de partidos políticos como únicas instituciones representativas de la República, contrariando lo básico de la Constitución de 1853 que le permitía a cualquier mortal llegar a un cargo electivo.
-Profunda anomia, ansiedad, angustia e incertidumbre de la ciudadanía respecto al futuro inmediato y mediato.
- Inexistencia de la seguridad y la defensa nacional.
-Preponderancia del llamado posmodernismo o progresismo de izquierda que permite tiranías por vías constitucionales.
-Territorios controlados por el terrorismo y el narcotráfico con serias posibilidades de extenderse en el resto del país.
Todos estos puntos son enunciativos y pueden agregarse muchos más.
Lo cierto es que resulta imprescindible elaborar una estrategia sustentada en recrear valores propios en común y el desarrollo de un sistema que logre resolver los problemas internos y enfrentar el ámbito internacional aliados con países que comulguen el respeto a la vida, a la libertad y a la propiedad, que constituyen los únicos derechos realmente absolutos y que se encuentran por sobre otros privilegios que aparecieron con la necesidad de los distintos gobiernos para hacerle escuchar a las sociedades del mundo “cantos de sirenas”.
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