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Manuel Belgrano: El precursor

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"Sin educación, en balde es cansarse, nunca seremos más de lo que desgraciadamente somos"
“Sin educación, en balde es cansarse, nunca seremos más de lo que desgraciadamente somos”

Varios nombres impuso don Domingo Belgrano y Peri al séptimo hijo de su matrimonio con María Josefa González CaseroManuel José Joaquín del Corazón de Jesús. Ignoraba el padre italiano que ese fruto de su amor por una porteña, se distinguiría en la historia por la sola mención de su apellido.

 

Alumno del Colegio de San Carlos, el muchacho nacido en Buenos Aires, fue enviado a España a perfeccionar estudios. Se graduó de abogado en Valladolid. Designado secretario del Consulado de Buenos Aires, al crearse el cuerpo en 1793, trajo a la península sus conocimientos de carácter económico, superiores al medio y a la época, y pudo ser así un precursor de Mariano Moreno en la afirmación de formas de comercio que contrariaba los intereses de los monopolistas hispanos y defendían los de su tierra natal.

Su intervención en la vida pública del virreinato trajo como consecuencia el surgimiento de dos partidos, que iban a enfrentarse el 1° de enero de 1809 y en las jornadas gloriosas de mayo. Creador de la Escuela de Dibujo y la Escuela de Náutica, su decisión fue mal recibida por la monarquía, que veía en ella un indebido avance de una colonia.

Soldado en la barranca de Marcó cuando se intentó defender a Buenos Aires contra el invasor inglés, a la caída de la ciudad se fue a la Banda Oriental para no prestar juramento a los vencedores. Reconquistada la capital, ejerció influencia en la confirmación de Cornelio Saavedra al frente del Regimiento de Patricios.

Actuó en la defensa. Ya España en poder de Francia y cautivo Fernando VII, concibió el plan de establecer una monarquía constitucional en el Río de la Plata, señalando a la princesa Carlota de Borbón para ocupar el trono, halló numerosos apoyos esta iniciativa, que ya adelantaba el deseo de independencia.

Fundador del “Correo de Comercio de Buenos Aires” y de la sociedad literaria adjunta al periódico, convirtió ambos elementos en factores revolucionarios, aunque disimulándolos con extraordinaria destreza.

Cuando Saavedra consideró que las brevas estaban maduras, fue Belgrano su acompañante en el pedido de convocación de un Cabildo Abierto. En las reuniones secretas realizadas en la quinta de Nicolás Rodríguez Peña, descolló entre los más decididos sostenedores de que debía de obtenerse sin pérdida de tiempo la cesación de la autoridad virreinal por haber quedado sin efecto, debido al cautiverio, la fuente de la que aquélla emanaba.

Designado miembro de la Primera Junta, se le encomendó la expedición al Paraguay, a donde iba a anunciar el pronunciamiento de Buenos Aires y contra cuyo gobierno tuvo que hacer la guerra. Se vio precisado a retirarse por inferioridad numérica, pero no sin antes sembrar las ideas de emancipación y de justicia de las que era heraldo.

Luego de desempeñar otros destinos Belgrano recibió el encargo de establecer baterías en el Paraná. Fue en Rosario donde el 27 de febrero de 1812 hizo flamear por vez primera la bandera celeste y blanca. Con ella -rechazada en el primer momento por el gobierno de Buenos Aires, que aún no había roto todos los vínculos con la metrópoli- se puso al frente del Ejército de Norte, al que derrotado en Huaquí, convirtió en victorioso en Tucumán y Salta, batallas que encendieron la rebelión patriota en todo el Alto Perú.

Vencido en Vilcapugio y Ayohuma, se le instauró proceso. Sobreseído, se le encomendó una misión en Europa, poco dispuesta entonces a reconocer la soberanía rioplatense.

De vuelta en su país, intervino con su consejo en el Congreso de Tucumán, donde propuso la solución monárquica para seguridad exterior de la patria. Si bien no prosperó su idea, vio consagrada la bandera de su inspiración.

Mientras San Martín realizaba el paso de los Andes, Belgrano cubría la frontera del norte junto a Martín de Güemes. Como jefe de fuerza tuvo que oponerse a la anarquía creciente, determinada por los predominios locales de algunos caudillos.

Enfermó gravemente y se vio obligado a renunciar. Murió el 20 de junio de 1820, cuando en Buenos Aires se sucedieron, en pocas horas, tres gobernadores…

Murió en la pobreza y el olvido. Un año después, sus restos fueron exhumados y el pueblo asistió a sus solemnes funerales en la Catedral.

Nota: El autor de esta crónica sugiere ver el minidocumental que realizó con motivo del Bicentenario del pase a la inmortalidad del Patriota argentino y que el mismo pueda llegar a todas las escuelas, para ser visto y analizado por los alumnos de todo el país.

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2 comentarios Dejá tu comentario

  1. Pocos que quedaron en la historia con nombre y apellido, y muchos totalmente desconocidos, sin duda hubo muchos héroes que lo dieron todo, no solo por nuestra independencia, sino también por hacer de este territorio salvaje una gran nación, no obstante coincido con Lafinur en que Belgrano es el verdadero PADRE DE LA PATRIA. Si desde el mas allá puede vernos, se debe estar preguntando: “¿en qué me equivoque?”, como suele hacer todo padre al ver lo desastrosos que resultaron ser sus hijos. Tanto esfuerzo, tanta sangre, tantas vidas para lograr convertir a nuestra tierra en un “país independiente”, para que hoy en nombre de la globalización y las inversiones extranjeras, aceptemos volver a la colonización, invitando al saqueo de nuestros recursos naturales y prostituyendo nuestra cultura. Lamentablemente, los sucesivos gobiernos que tuvo y tiene nuestra patria, se han olvidado de nuestros próceres, cada acto por ellos celebrado en conmemoración, ha sido de total hipocresía. A espaldas del pueblo han vendido a nuestra patria cuantiosas veces y lo siguen haciendo. Pero hoy en la era de la comunicación, “todo se sabe”, ante la ignorancia no tenemos excusa. Debemos impedir que los gobiernos de turno, siguán regalando lo nuestro y castigar a los traidores, antes de que se pierda lo poco que queda recuperable de nuestro país, en honor a nuestros próceres, por la patria, por nosotros y por los que vienen detrás.

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