En un reportaje publicado por Infobae el pasado 28 de agosto, el autopercibido precandidato a Presidente, Facundo Manes, sostuvo: “A mí no me representa el país que quiere Cristina Kirchner, ni el país que representa o quiere Macri. Yo quiero salir por arriba de ese laberinto, convocando a todos los sectores y dejando a los extremos de lado”.
A nadie se le puede cuestionar el hecho de no sentirse representado por Macri dentro de la coalición opositora. Reducir la oposición al macrismo sería un grave error que ni el propio Macri pareciera dispuesto a cometer.
Ahora bien, todo tiene un límite. Y ese límite se cruza cuando se pone en pie de igualdad al macrismo con el kirchnerismo, considerando a los seguidores de Macri como un extremo que debe ser dejado de lado. Y lo más grave de todo es que estas declaraciones se realizan en el momento en que el kirchnerismo radicaliza su accionar ilícito, en defensa de su dirigencia criminal, y en línea con el alegato extrajudicial de la propia Cristina. La Vicepresidente no apela ya a su inocencia, sino a la supuesta culpabilidad del gobierno anterior. Implícitamente, Cristina pone a ambos sectores en pie de igualdad. En fin, lo que Manes afirma de modo explícito.
Pero hay más. Mientras el humo de sus dichos aún no se disipa, Manes invoca una épica alfonsinista para justificar su discurso: “En los 80 nadie dejó de ser peronista, ni conservador, ni socialista, ni radical, pero todos fuimos unidos por la reconstrucción democrática, saltamos por arriba del laberinto. Hoy tenemos que construir eso. Vamos a encarar el desarrollo.”
Sin embargo, lejos de asumir una visión conciliatoria con el crimen, Raúl Alfonsín no equiparó a las Juntas Militares y a los Montoneros con sectores democráticos y republicanos de nuestro país, sino que impulsó los juicios contra los cultores de la violencia política.
La corrupción, la barbarie, y violencia kirchnerista que hemos visto en los últimos días, se enfrenta con firmeza, con más República y con menos Manes.
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