A las 5.45 de la madrugada, Pedro Tomás Viale supo que iba a morir. Mejor dicho: se dio cuenta que un grupo comando acababa de entrar a su casa de La Reja, Moreno, para terminar con su vida. Pero nunca imaginó que el grupo comando fuera el Grupo Halcón, la unidad de elite de la Bonaerense. Eso fue el 9 de julio de 2013. Ahora, a más de nueve años de la muerte del agente de la Dirección de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia (SIDE) , los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) 5 de San Martín fijaron la fecha para el juicio contra los agentes Gustavo Ernesto Martínez y Pedro Nelson Alegre. Empezará el jueves 23 de marzo de 2023, según pudo saber Encripdata. Para entonces, faltarán menos de tres meses para cumplirse diez años del crimen del espía que sabía demasiado.
Irrumpir, sorprender y asegurar. Eso debían hacer aquella madrugada los miembros del Grupo Halcón. Irrumpir en el objetivo, sorprender a los presentes y asegurar el lugar para que el jefe del operativo pudiera realizar sin problemas el allanamiento, secuestrar los elementos de interés y llevarse detenidos a los involucrados. Pero hicieron todo lo contrario. Al que fueron a buscar se lo llevaron muerto. Para la familia, en realidad se lo llevaron puesto.
Cuando aún no había amanecido, Damián Norberto Ignomirellio y Cristian Adrián Herrera, brechero y asistente, abrieron la primera puerta de la calle Rocha Blaquier 1502 y, tras recorrer el jardín, destrabaron la segunda puerta. De inmediato, Alegre se metió en la casa con el escudo de 70 por 100 cm en alto para garantizar el ingreso de los demás, Ricardo Nuñez, José Humberto Antichan, Martínez y el propio Ignomirellio.
Por afuera, Raúl Ernesto Castro y Herrera fueron hasta el fondo de la propiedad para bloquear cualquier intento de escape.
Ya dentro, Alegre, con escudo en mano, y Antichan llegaron a la cocina, pero allí solo encontraron un vaso y una botella sobre la mesa y bajo una luz tenue. Nuñez, por su parte, se adelantó y aseguró una habitación. Estaba vacía. Sin noticias de los moradores. De vuelta en el pasillo, intentó abrir la puerta de una segunda habitación. Casi que no pudo: alguien se lo impidió a tiros. Tanto que recibió una bala calíbre 40 mm en el pie izquierdo. Era el dueño de la casa: el «Lauchón», el famoso espía.
Alegre ayudó a Nuñez a replegarse unos metros. En eso, apareció Ignomirellio y terminó por sacar al herido de la casa para que Alegre, con escudo en alto, pudiera volver a cubrir a los otros halcones. Martínez, que había recorrido el flanco derecho, se le unió a Alegre en el pasillo. De nuevo formados, los dos disparaban mientras avanzaban. Ambos declararían que dieron la voz de alto, «policía, policía», pero que el sonido de los disparos fueron más fuertes que sus gritos. Del otro lado, ya recluido en el baño, Viale respondía con más tiros mientras gritaba «chapa, chapa, mostrá la chapa», según recordaría la viuda.
A pocos pasos del objetivo, Alegre y Martínez hicieron movimientos de «pivot» y «doble tap»: pasaron por la puerta del baño a la vez que efectuaron dos disparos para neutralizarlo. El enfrentamiento había terminado. Alegre soltó el escudo, le sacó la Glock a Pedro Tomás y le puso precintos. No era necesario: Viale agonizaba. Martínez fue por una sábana para hacerle un torniquete. No fue suficiente: murió en ese instante.
El pasillo y el baño fueron los escenario de la «guerra». Los impactos de bala en la víctima, en el escudo del halcón y en las paredes lo demostraron. Según las vainas recolectadas, que marcan el origen de los disparos, y los proyectiles, que sugieren el lugar de destino, Viale realizó la mitad de los tiros desde el primer tramo del pasillo y la otra mitad, ya sin posibilidad de escapar, desde el baño. Uno impactó en el pie de Nuñez. La mitad, además, en el escudo de Alegre. Los policías, por su parte, dispararon en varias zonas, por lo que el 25% de los proyectiles terminó en el primer tramo del pasillo -desde su posición de ingreso- y el 75% restante, entre el segundo tramo del pasillo y el baño.
Los agentes del Grupo Halcón le acertaron once disparos: según la autopsia, el cuerpo del espía tenía un orificio de proyectil de arma de fuego en la cara, seis en el tórax, tres en el brazo izquierdo y uno en la cadera derecha. Once heridas en total.
El médico forense de la morgue judicial de Lomas de Zamora Héctor César Rosetti determinó que Viale falleció producto de un «mecanismo violento y a consecuencia final de un paro cardio-respiratorio traumático siendo la causa originaria hemorragia aguda secundaria a las lesiones cardiovasculares por el paso de proyectil de arma de fuego en el tórax». Era de la ametralladora 9×19 mm número 62374837. Era la de Martínez.
Así terminó la carrera de Viale en la SIDE, que lo llevó en el 2013 a relacionarse con un narco de la zona oeste por lo que el juez federal Juan Manuel Culotta ordenó su detención, la que los agentes del Grupo Halcón cambiaron por muerte. En su casa no encontraron drogas. La familia defendió la memoria del «Lauchón»: aseguró que estaba infiltrado en la banda del narco Rodolfo Ángel Carricaburo.
El juez Martín Ramos cerró la instrucción en febrero sobre Alegre y Martínez, a quienes les imputó el «homicidio agravado por haber sido cometido por miembros integrantes de la fuerza de seguridad abusando de su función o cargo», en línea con el planteo del abogado de la familia.
El fiscal Santiago Marquevich pidió extraer testimonios para poder seguir investigando el rol de los demás halcones y de cuatro jefes policiales: Hugo Orlando Fasone, subcomisario a cargo del operativo en la casa de Viale, Enrique Roberto Maldonado y Adrián Horacio Carrescia, jefe y subjefe de la DDI antinarco de San Miguel, y José Armando Tsuruoka, director de operaciones de la superintendencia antinarco de la Bonaerense. Los cuatro sabían que a la casa de La Reja los agentes bajo su mando debían detener a un espía de la SIDE.
Los abogados de la familia Viale hicieron suya la teoría de Antonio Horacio Stiuso, alias «Jaime», el jefe del «Lauchón» en la secretaría: que al espía lo mataron para «mandar un mensaje» que «llegó a destino». En otras palabras: que todo se trataba de una «guerra de espías» al interior del gobierno de Cristina Kirchner porque el canciller Héctor Timerman firmó en enero de 2013 con su par iraní Ali Akbar Salehi el «pacto con Irán» para avanzar de manera alternativa en la investigación por el atentado del 18 de julio de 1994 en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), donde murieron 85 personas.
Para el sector de Stiuso, ese acuerdo fue un duro golpe. Para el fiscal de la UFI-AMIA, Alberto Nisman, también porque, con el apoyo de «Jaime», acusaba al régimen chiíta de haber ordenado el atentado. Siempre según esa teoría, la «guerra de espías» llegó a su punto máximo con el suicidio inducido o asesinato de Nisman el 18 de enero de 2015 en su departamento de Puerto Madero.
El «Lauchón» no solo se infiltraba entre narcotraficantes. También colaboró con Nisman en la triple frontera, donde tenía una base operativa de «la Casa» a su nombre, pero esa es otra historia. Primero lo primero: es necesario saber por qué el Grupo Halcón fue a matar al espía. Quién lo quería muerto. El juicio promete dejar al descubierto uno o más secretos de Estado.