Furcios al margen, el presidente tuvo otra semana de fuerte protagonismo, más allá de que los resultados no hayan sido los esperados. El eje de la semana presidencial pasó por la cumbre de la CELAC, un organismo regional por cuya presidencia Alberto Fernández hizo muchos esfuerzos, y si bien hubiera querido seguir al frente del mismo, debió resignar la presidencia pro témpore a instancias de San Vicente y las Granadinas. La gloria es efímera.
Extrañará nuestro presidente ese cargo por el que tanto bregó, más no le alcanzó para ser reconocido como “líder regional”, su secreta aspiración. Bien en lo profundo de su optimista ser, aspira a que en un hipotético segundo mandato pueda tener las posibilidades que -por ejemplo- la pandemia le negó.
A la cita en Buenos Aires faltaron dos de los invitados más controversiales: los presidentes de Venezuela y Nicaragua, cosa que en definitiva debió haber aliviado a Fernández, quien sin embargo lamentó dichas ausencias. Fundamentalmente la del primero, respecto de quien había dicho Fernández que “está más que invitado”. Otra vez será: Nicolás Maduro prefirió no correr riesgos luego de que Patricia Bullrich hablara de denunciarlo ante la DEA.
Fernández se dio el lujo de retratarse junto a Lula cada vez que se lo propuso. El brasileño, que no ha cumplido aún un mes de su tercer mandato, fue la estrella de la cumbre. Todos querían retratarse con él, quien ensayó un discurso bien político, en el que habló más hacia dentro de su país que a sus vecinos regionales, pero tiene sentido: han pasado apenas tres semanas del intento de golpe en su país y le quedaron fuertes resquemores que liberó en su mensaje. Incluso en la conferencia de prensa que brindó junto a Alberto Fernández y que terminó acaparando, acorde al nivel de interés que cada uno despierta.
El mandatario brasileño le apuntó a la ultraderecha, y alertó sobre los peligros que encarnaría su llegada al poder. No hablaba ahí solo de su país, sino también lo hizo cuando se refirió al país anfitrión de esta cumbre. Música para los oídos de Alberto Fernández, que al día siguiente sumó esos términos a su propio discurso, delante del resto de los presidentes.
Durante la conferencia de prensa conjunta, el brasileño aclaró que no le gusta hablar de la política de otro país, que no era correcto, pero remarcó que “lo único que espero es que Argentina no permita que la extrema derecha gane las elecciones”. Entendiendo a Javier Milei como esa posibilidad, ¿acaso el mandatario de nuestro principal socio comercial ve probable ese eventual triunfo? ¿O se refería directamente a alguna alternativa de Juntos por el Cambio?
No cayeron bien tales expresiones en ese espacio. Algunos se quejaron de que el brasileño dijera que cuando Alberto Fernández ganó las elecciones él había sido “muy feliz”. La verdad es que Jair Bolsonaro dijo cosas más fuertes y directas cuando en plena campaña de 2019 alertaba contra la posibilidad de la vuelta del kirchnerismo al poder. Así y todo, algunos observadores hicieron notar que la dirigencia de Juntos por el Cambio prácticamente pasó por alto la presencia de Lula en el país. Nadie de la oposición pidió reunirse con Lula. En rigor, ninguno de ese espacio podía cortarse solo y no se justificaba tampoco que la Mesa Nacional de JxC pidiera una reunión formal.
“Mucho Maduro y poco Lula”, graficaba el viernes el columnista Eduardo Van der Kooy en el programa La Rosca, de TN.
En Juntos por el Cambio se limitaron a hacer referencia a las visitas “indeseables” -a juicio de ese espacio- que tendría la Argentina, y tomaron como un triunfo la ausencia de Maduro. En plena y descarnada campaña interna de esa fuerza, no se pudo evitar que algunos de sus miembros se adjudicaran tal resultado. Es el caso de la presidenta del Pro, a quien el propio presidente venezolano atribuyó su decisión final. Una medida que no hace más que dejar claro su aislamiento. La verdad es que el venezolano solo puede andar tranquilo más allá de sus fronteras en países como Rusia, Irán, Cuba o Bolivia. Esperaba hacerlo también aquí, pero finalmente prevaleció la cautela y el antecedente muy reciente de lo que pasó con un avión de ese país y su tripulación, a expensas de un juez de Lomas de Zamora.
Con todo, no puede decirse que la presencia de Lula haya abierto alguna grieta en la principal oposición; sí sucedió en el Gobierno. En la Rosada resultó clara la satisfacción porque el brasileño no se hubiera hecho un hueco en la agenda para visitar a la vicepresidenta en el Senado. Cristina Kirchner consiguió que sí lo hicieran la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, Luis Arce (Chile) y Gustavo Petro (Colombia). Sobre su encuentro con la primera difundió un video en el que la invitada fue apenas una presencia tangencial: Cristina habló de la bandera hondureña, de su papel durante el derrocamiento de Manuel Zelaya en 2009, y Xiomara aparece solo al final, viendo cómo nuestra vice le firma un ejemplar de “Sinceramente”. No hubo videos similares con los otros dos visitantes.
Lo cierto es que el álbum quedó inconcluso. En términos de las figuritas del Mundial, Lula venía a ser la imagen de Messi, y el brasileño no se desplazó hasta el Senado, ni ella lo hizo tampoco a un terreno neutral. Hoy el brasileño tiene un mejor vínculo con Alberto Fernández que con la expresidenta. Pero la verdadera grieta no quedó exteriorizada por ese detalle.
Una curiosa crisis se abrió el jueves, cuando trascendió el fastidio del ministro del Interior por haber sido excluido de la reunión organizada con Lula y los organismos de derechos humanos.
Para Eduardo “Wado” de Pedro, que no lo hubieran invitado a ese acto celebrado en la mismísima Casa de Gobierno fue una verdadera ofensa, y él no evitó que trascendiera su enojo, más bien lo contrario. Habló de “falta de códigos” de parte del propio presidente de la Nación, y al día siguiente, lejos de amainar la tormenta, le salió a contestar Victoria Tolosa Paz.
“Si fueron declaraciones del propio ministro, creo que es un buen momento para aclarar si es un trascendido mediático utilizado para algún sentido. Es buen momento para que el ministro De Pedro pueda aclarar si esto ocurrió o no, porque ponen en boca de él alguna situación como falta de códigos. Si hay falta de códigos, en todo caso, es en referencia de quiénes son parte de un gobierno y critican al Gobierno”, fue la incandescente réplica de la ministra, convertida en vocera presidencial ante esta asonada.
Siempre el presidente privilegió la cautela ante los cuestionamientos internos del cristinismo. En este último tramo de mandato, en el que pelea nada menos que por su subsistencia, pareciera haber cambiado de táctica. De Pedro fue citado como “un competidor” para la presidencia, y esa sola definición pareciera empoderar a Alberto en tal coyuntura. Pero Wado es Cristina, lo saben todos. Por eso no pueden más que esperarse consecuencias por estas acciones.
De Pedro fue el ministro que encabezó la serie de “renuncias tácticas” de funcionarios que protagonizó el cristinismo tras la derrota en las PASO de 2021. Esa que dividió aguas en lo más alto del poder, marcando quiénes estaban de cada lado. Ejemplo, Victoria Donda, que hasta entonces se consideraba más afín a Alberto.
Previsiblemente, nada sucedió entonces con ninguno de los renunciantes, ni mucho menos con De Pedro, que solo dejó de ser “Wadito” para el presidente a partir de entonces. No fue lo que sucedió por ejemplo con un albertista full time como Matías Kulfas, eyectado de inmediato tras un off menos lapidario que el que ahora se adjudica al ministro del Interior. ¿Distintas varas? Se verá.
Mientras tanto, la Cámara de Diputados muestra una inédita actividad para un mes de enero de cualquier año. Para encontrar alguna actividad legislativa en este mes dedicado siempre al descanso de los legisladores hay que remontarse al olvidable 2002. A diferencia de 2022, cuando el presidente convocó a extraordinarias que no movieron el amperímetro, esta última semana dos comisiones comenzaron a trabajar, y se espera lo mismo para la próxima semana. Al menos en Diputados; se verá si sucede lo mismo donde manda Cristina Kirchner. No parece: allí sí se respetará el descanso de enero.
Fuegos de artificio, pues nada indica que la actividad que puedan tener las comisiones vaya a transmitirse al menos al recinto de Diputados, donde la oposición puede hacerse fuerte y ha decidido que mientras el Gobierno insista con mantener vigente el enjuiciamiento a la Corte, no darán quórum.
Y ya se sabe el destino final del juicio político que arrancó el jueves en esa Cámara. Nunca se pondrán a prueba los 2/3 en el recinto, a sabiendas de que no están los votos para enjuiciar a la Corte. Lo que arrancó el jueves pasado en la Comisión de Juicio Político es una puesta en escena de parte del oficialismo que buscará erosionar a los miembros del Tribunal Superior en particular y a la Justicia en general. Con un trasfondo ineludible representado por las causas contra la vicepresidenta.