Semanas atrás luego de que Lula da Silva llegara a la presidencia del Brasil, tuve una intensa pesadilla que me persiguió y angustió por horas. Resulta que me encontraba en el antiguo Museo del Cairo, en la Plaza Tahrir, en la sala dedicada a la exhibición de las más famosas momias faraónicas, y recorriendo los diferentes féretros y acercándome a ellos pude comprobar que se trataba de los rostros de Chávez, Maduro, Ortega, López Obrador y Cristina Kirchner, para mi gran sorpresa. Justo en esos momentos funcionarios del museo entraban un nuevo féretro, y me acerque de inmediato para ver quien era, y vi para mi asombro que era la momia de Lula. En esos momentos me desperté sobresaltado.
Una vez recuperado de mi pesadilla faraónica y volviendo a mis actividades periodísticas me puse a pensar que los antiguos egipcios aplicaban la práctica política de borrar, de cancelar por completo todos los vestigios, documentos, imágenes de aquellos antecesores que consideraban sus enemigos, que no compartían sus deseos, o que habían traído desgracias, como ser largos períodos de sequía que afectaban el importante curso del Río Nilo. Y esto es justamente lo que estamos presenciando en Brasil, país donde existe una vieja expresión, que bien se aplica hoy en día: “Farao morto, farao posto“. Lula junto a su “gabinete de odio” está enfrascado en borrar todo vestigio del mandato de su antecesor Jair Bolsonaro en una verdadera cacería de brujas, y no se detendrá hasta verlo condenado tanto a él como a su familia y a sus colaboradores. Es la venganza de Lula por haber sido encontrado culpable de graves actos de corrupción, lavado de dinero que lo llevaron a su condena y encarcelamiento. Esto fue posible gracias a la actuación del ejemplar juez Sergio Moro, de renombre y reconocimiento internacional, ministro de Justicia y Seguridad Pública del ex presidente Bolsonaro, hasta su distanciamiento del mismo debido a las maniobras de la llamada “dictadura de la Toga “.
Esta fuerza de choque Lulista está comandada por el ultra enemigo de Bolsonaro y fiel adepto del actual Presidente, el juez Alexandre de Moraes, llamado popularmente Robocop por sus brutales métodos de impartir justicia o lo que él entiende por justicia. Este juez tiene superpoderes, acumulando los cargos claves de juez de la Suprema Corte de la Justicia Federal brasileña y presidiendo al mismo tiempo la máxima corte electoral del Brasil. Ya ha interpuesto docenas de investigaciones a cientos de partidarios del ex presidente Bolsonaro, incluso al propio ex presidente y varios de sus ministros. Y evidentemente va por más. Una verdadera caza de brujas la que estamos presenciando en Brasil con rasgos fascistas, que ponen ya en tela de juicio el tipo de democracia que le espera a Brasil bajo el reinado de Lula da Silva, un ex convicto, que nunca fue declarado inocente, que fue tan sólo sobreseído gracias a la intervención de la Dictadura de la Toga.
¿Qué tipo de democracia le espera a esta gran nación sudamericana? es la pregunta que nos hacemos tan sólo a pocas semanas de la asunción del nuevo mandatario, fundador del siniestro grupo de extrema izquierda de nuestro continente, el Foro de San Pablo ¿Se transformará Brasil en la nueva Venezuela de nuestro Continente con Lula como presidente? Traigamos a colación en contraste la democracia practicada por países ejemplares en nuestro continente como lo son Uruguay y Costa Rica. Esta última nación supo investigar, condenar y encarcelar a dos de sus ex presidentes, a Rafael Ángel Calderón (1990 – 1994) y a Miguel Ángel Rodríguez (1998 -2002), por actos de corrupción que ni se comparan con las fechorías de lavado de dinero y corrupción del actual presidente brasileño.
Además de las graves, ilegales persecuciones políticas a la oposición, que obtuvo nada más ni nada menos que el 49 % de los votos en la última elección, el nuevo gobierno ya está atacando severamente la libertad de opinión persiguiendo a destacados periodistas independientes y críticos de los rasgos autoritarios del nuevo régimen. Para ello ha creado y puesto en marcha un paquete de normas bajo el manto de un mal llamado “Paquete Democrático”, que consiste en una serie de medidas para criminalizar la acción política opositora al gobierno de Lula, llegando incluso a retener pasaportes de periodistas incómodos. Mencionemos solamente un par de ejemplos, que la gran prensa internacional, hechizada aún por el fenómeno del populista Lula, mayormente ignora. Tal es el caso del periodista y destacado investigador político Glenn Greenwald, víctima de la censura impuesta por el peligroso Robocop, es decir el juez Alexandre de Moraes, a quien Greenwald acusa de ser el jefe de la censura no sólo dentro sino también fuera de Brasil, tratando inclusive de influenciar a las plataformas internacionales. Pero Greenwald, que en su momento criticó encarnizadamente a Bolsonaro y ahora es víctima de la censura de Lula, no es el único periodista perseguido. Mencionemos también la detención del periodista Oswaldo Eustaquio y del humorista Bismark Fugazza, junto a varios blogueros acusados de actos antidemocráticos.
Lula inicia su tercera gestión al frente del Brasil con promesas populistas, con grandes contradicciones, como la de haber anunciado en su discurso inaugural que” los ministros tendrán que apretarse el cinturón “ , pero al mismo tiempo aumenta el número de ministerios de 23 a 37. Habrán 4 ministerios diferentes encargados de la economía del país, con las previsibles tensiones y desencuentros. Otros serán ministerios con rasgos folklóricos, que bien podrían desfilar en el carnaval carioca, mejor dicho en el carnaval de Brasilia. El nuevo “Gabinete del Odio” es uno reciclado y manchado por la presencia de varios ministros bajo sospecha de corrupción, incluso con investigaciones pendientes. Pero Lula no lo tendrá fácil, tiene un parlamento mayoritariamente en contra, la mitad de la población que no comparte su ideología, unas Fuerzas Armadas nacionalistas que lo estarán vigilando bien de cerca y la sombra de los éxitos económicos de su antecesor que sigue estando presente en la población.
Serán duros 4 años los que le espera a la democracia brasileña. Ya hay signos suficientes de preocupación. En el “Gabinete del Odio”, el recién nombrado Ministro de Relaciones Exteriores Mauro Vieira confirmó hace poco que en Caracas ya se abrió una Representación Comercial Brasileña, previa a la apertura de una Embajada, y anunció el pleno reconocimiento del gobierno criminal de Maduro. También tiene previsto, siguiendo las directivas de Lula, de luchar por la reincorporación de Venezuela, y también de Bolivia, en el Mercosur. Con ello Lula, junto al impresentable Presidente argentino, se ha transformado en el gran defensor de la dictadura de Maduro en Venezuela y la de Bolivia. El único freno a la vista son las democracias de Uruguay y Paraguay, que han declarado enfáticamente que no lo tolerarán. Dentro del “Gabinete del Odio” también se encuentra el ministro de Seguridad Social, Carlos Lupi, conocido por su falta de honestidad administrativa y fraudes, que no está en la cárcel porque es un protegido de la mafia judicial de la toga. Y como no le basta su salario mensual de unos 7.500 dólares, logró hacerse de unos trabajitos oficiales adicionales, que le permitirán redondear otros varios miles de dólares más. Otros ministerios están en manos de funcionarios no aptos para el cargo, porque no reúnen los mínimos requisitos. Este es el caso de la nueva Ministra de Cultura, la cantante Margareth Menezes, sin ninguna experiencia en en gestión pública y que manejará un presupuesto de unos 2.000 millones de dólares para el año 2023 .
Triste es tener que aceptar que la Administración norteamericana de Biden, no sólo ha expresado su eufórica simpatía y apoyo al populista de izquierda, Lula da Silva, sino que ha comprometido la ayuda del desprestigiado FBI en aclarar los hechos vandálicos contra el Palacio de Gobierno en Brasilia por parte de un grupo de fanáticos bolsonaristas, que no representan la totalidad del 49% de los votantes del ahora perseguido ex presidente Jair Bolsonaro. La visita oficial de Lula a Biden en estos días demuestra claramente la afinidad ideológica entre los dos mandatarios. El motivo de la visita dado por Lula es “la defensa de la democracia, el medio ambiente y los derechos humanos”. Incluida en su agenda está el buscar que Biden logre eliminar los embargos existentes contra las dictaduras de Cuba y Venezuela. Biden, por su parte, está decidido de hacer de Lula su interlocutor en temas relativos a Latinoamérica. ¡Cuánta ironía en esta evolución política que estamos presenciando!
Sin embargo en Brasil la popularidad de Lula no es tal; no hay manifestaciones masivas en las calles a su favor; vive con el miedo que las Fuerzas Armadas y policiales puedan volverse en su contra . Un pequeño indicio lo dio semanas atrás el sepelio del Rey Pelé , que llenó un estadio de fervorosos admiradores. En esta ocasión Lula da Silva y su comitiva, incluida su esposa, fueron abucheados por la multitud gritándole “ladrón, ladrón, tu lugar está en la cárcel”, lo que obligó a que se retirara tempestivamente al poco tiempo de llegar. Mientras tanto, Jair Bolsonaro en su discurso de despedida anunció claramente que “se perdió una batalla, pero no la guerra“.
El escenario es más que complejo, lleno de peligros para la democracia más grande de Latinoamérica, y que podría debilitar a las pocas democracias existentes en nuestro sufrido Continente. Ojalá que la madurez política reine en el Brasil en los próximos 4 años y que Dios ilumine al gran pueblo brasileño, porque como dice la popular expresión triunfalista del país “ Deus e Brasileiro “; entonces que Dios le dé una ayudita en estos tiempos cruciales para la democracia del país y por ende para todo nuestro continente.