Los acontecimientos de esta semana han sido en su conjunto –una vez más- una nítida imagen de lo que es hoy la República Argentina: se ha conocido el índice de pobreza. Ya no importa lo que pueda decir el Gobierno sobre los logros porque como dicen por allí, la única verdad es la realidad.
Una vez más –y como lo hace cada seis meses- el INDEC ha dado a conocer su informe de pobreza e indigencia, esta vez los correspondientes al segundo semestre del año 2022. Los datos que se conocieron no han sido ni novedosos ni sorprendentes.
El 39,2% de la Argentina es pobre y cerca del 8,2% no logra siquiera alimentarse. Si uno quiere tomar dimensión de lo que ocurre en la Argentina solo basta con entender que estos porcentajes refieren a 18.600.000 personas pobres y 3.900.000 personas indigentes (que por definición son aquellos que no logran alimentarse todos los días como corresponde).
Los datos de pobreza son algo más dramáticos en ciertas zonas del territorio nacional. El peor record se lo lleva Gran Resistencia, donde más del 54% de su gente es pobre (prácticamente uno de cada dos chaqueños es pobre en esa zona). Los números son impresionantes.
La única manera de tolerar semejantes números de pobres es tener un plan detrás que nos pueda garantizar que la situación se revertirá en algún momento. Por desgracia nada de esto ocurre. Las mezquindades políticas, un gobierno perdido (y terminado) y una frágil situación económica invadida por la inflación, los problemas de empleo y el desaguisado de la política monetaria hacen imposible pensar que estos números tiendan a mejorar para la próxima medición a publicarse en Septiembre próximo.
La política parece no estar a la altura de las circunstancias: el año electoral está por encima de lo que le pueda ocurrir a la gente. Es cierto, esto no es ninguna novedad, sino más bien una descripción de parte del problema que acecha a la Argentina y la mantiene en un camino de constante decadencia desde hace décadas.
El país requiere cambios profundos y estructurales. La educación y la inversión son claves para que la pobreza disminuya. Sin embargo, hoy ambas variables están olvidadas por quienes nos gobiernan. La educación, en su peor momento. La inversión, sin condición alguna para poder crecer. Hoy estamos condenados. Ojalá la política tome nota y entienda que siempre se puede seguir cayendo, pero que no siempre van a quedar chances de poder salir adelante.