
Parece que durante la semana pasada, Cristina no alcanzó a “hacerse los rulos” a tiempo mientras pergeñaba una de sus acostumbradas improvisaciones, con el fin de dictar una supuesta “clase magistral” en el Teatro Argentino de La Plata el día jueves.
La ocasión la exhibió colérica desde el inicio, delatando - ¡una vez más!-, su falta de pericia para explicar las soluciones posibles para los problemas que ella misma crea constantemente.
Resulta increíble que haya quienes no sepan ver quién es en realidad esta mujer maligna y bastante inculta, y el poco valor que tienen unas alocuciones flamígeras con las que no logra coordinar un mínimo orden conceptual.
En ocasión de inaugurar la “escuela del pensamiento justicialista Néstor Kirchner” (¿) (que pagaremos con nuestros impuestos hasta los que no somos peronistas), derramó ante su auditorio de chupamedias un verdadero menjunje de vulgaridades y tremendismos cargados de resentimiento contra todos los que, según ella, han llevado a la Argentina a la crisis actual -excluyéndose de la lista, por supuesto-, y convirtiendo su alocución en algo parecido a la imagen de algunos perros hambrientos que le aúllan a la luna.
No se sabe bien si comprende bien el alcance y contenido de sus dichos o está enamorada de sí misma, y hay muchos diagnósticos al respecto. El que más nos “cierra” es el de quienes dicen que fantasea y miente con tanto descaro e impunidad porque merced a su tarea de años de servir café en
las reuniones que mantenía su marido Néstor con distintos interlocutores (Cavallo dixit), creyó finalmente que lo que oía allí era suficiente para presentarse en sociedad como una persona con ideas sublimes sobre política y economía.
Con el tiempo, se ha probado con largueza que de dichas ciencias no conoce más que los rudimentos, fantaseando siempre de manera escandalosa.
Hay un refrán que dice: “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”. A ella le cabe como anillo al dedo, y como ocurría con el general Perón, mantiene una manifiesta tirria hacia los “rubios de ojos celestes” (Cristina dixit), que son, según ella, los culpables de nuestra decadencia.
Resentimiento nacido probablemente en aquellos años de pobreza en Tolosa, donde vivió una infancia y adolescencia de las que nunca habla, mientras mantiene el “tupé” de enrostrarnos cada dos por tres que deberíamos recordar siempre la historia de falsedades que construyeron con su marido.
En el discurso aludido -un “pot pourri” insufrible-, regó con acusaciones a diestra y siniestra, lanzando diatribas hasta para los dueños de las “marcas” internacionales (Louis Vitton y otras), a las que ella, curiosamente, es tan afecta.
Mientras el futuro próximo dependa de la decisión de los que “elijan creer” en ella, porque no tienen más remedio que aferrarse a una ilusión, estaremos fritos.
Según sus palabras, lo “dio todo” (Cristina dixit), y ha sido un factor preponderante para llevarnos al fracaso político más fenomenal del que tengamos memoria.
A buen entendedor, pocas palabras.