Se torna delicada la situación en distintos lugares de la geografía nacional. La inseguridad y el narcotráfico hicieron pie hace un tiempo largo ya, de distintas formas y con diferentes consecuencias.
En algunos lados aumenta el delito en todas sus variantes, desde los más simples a los más horrendos, y en otros los delitos se mantienen, altos, pero la violencia en su concreción se eleva a formas inimaginables que hace una década atrás no se observaban.
Hurtos, robos, robos automotores, robos a domicilios, lesiones graves, con o sin armas de fuego o con claras intimidaciones para llevaros a cabo, dentro de los especímenes que se dedican al delito común o bandas de delincuentes “desorganizados”. Extorsiones, amenazas, cobros compulsivos, homicidios, sicariato, y toda otra aberración que les provea dinero a los clanes o narcos de baja estopa que pululan por la amplia geografía nacional.
Esta alteración del orden público que se produce con el delito callejero se observa a cualquier hora del día, en cualquier barrio ya sea de estratos altos, medios o bajos. Las víctimas son desde estudiantes de escuelas secundarias, pasando por familias que están tranquilamente finalizando un día de ocio y están guardando se automóvil, familias que están dentro de su casa descansando, motos delivery, ancianas y transeúntes en general. Todos pueden llegar a ser cadáver al final del día.
Los grupos armados, o esos ejércitos de dos encapuchados montados en una moto que salen a atracar, robar, lesionar, y eventualmente matar, saben que dominan el territorio, saben que la fuerza pública perdió el dominio del terreno, y se hacen fuertes en ese pensamiento. Creen que pueden vulnerar nuestro derecho a vivir sin pagar consecuencias graves, policiales o judiciales. Están en lo cierto.
Tenemos que entender que la desidia, la falta de inteligencia y coraje, la corrupción y la ineptitud de parte de la política, la justicia y la propia policía como brazo armado, son en parte responsables en gran medida de lo que está sucediendo.
Hoy, a cualquier edad y en cualquier lugar, desde menores de edad empuñando un arma de fuego, hasta doña Rosa de 70 años vendiendo papelitos de cocaína o picadura de marihuana por la ventana de su almacén, son exitosos en estas mini pymes del delito.
¿Quiénes, dónde y por qué? No hay solución mágica a lo que nos viene sucediendo.
No se puede caer en la ingenuidad de creer que estos delincuentes solitarios, bandas de delincuentes organizados, desorganizados, narcos de poca monta y en chancletas, son pobres personas que les tocó una vida de privaciones en su niñez y que por ese motivo lo que sucede hoy debemos naturalizarlo.
Se avecinan varias batallas, muchas de ellas en forma simultánea, si un nuevo gobierno decide tomar esta problemática con seriedad. A nivel de seguridad pública nacional en la república y de seguridad ciudadana en la localía. Mucho por hacer.
Más políticas de seguridad pública y menos política con la seguridad es lo que debemos realizar, lo que los políticos con responsabilidad deben llevar a cabo. Debemos exigir y debemos exigirnos ser atentos observadores de la realidad que van a desplegar en pos de cuidar nuestros bienes, salud y vida.
Ciudad de Rosario, ciudad de Santa Fe, la provincia toda, Gran Buenos Aires, Gran Córdoba y Mendoza, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Corrientes, son esos lugares muy visibles donde los ojos bien cerrados y las palmas de las manos bien abiertas y extendidas de los funcionarios con responsabilidad, más las puertas y ventanas de la causa judicial y policial, hicieron que el desembarco narco fuera efectivo y ahora cada día más difícil de erradicar.
¿Hacia dónde vamos?
Con el actual gobierno nacional, y varios provinciales del mismo signo, no vamos a playa segura en cuanto a políticas de seguridad y lucha contra el narco. No podemos pretender que aquellos que nos gobiernan y que siempre están del lado de la delincuencia nos cuiden o que desarrollen políticas o coberturas de seguridad que nos favorezcan.
Para muestra de la inexistente lucha contra el narcotráfico de este gobierno nacional, el mismo nunca recurrió en apoyo a la mala y horrible gestión en seguridad que llevó adelante el gobierno de Santa Fe, que todas las semanas supera su marca interanual de homicidios relacionados a los clanes de la droga.
Como es posible que ciudades como la misma Rosario en Santa Fe, tengan hoy muchos más homicidios que la propia Medellín, que a la fecha intenta mostrarse como una nueva ciudad renacida entre las balas y sangre de las décadas del 80 y 90. Eso se llama políticas de Estado, cosa que aquí nadie entiende. Políticas que trascienden los gobiernos de turno.
Vamos hacia un colapso en un coctel difícil de digerir, aun a las seis de la mañana cuando ya se terminó el baile y no queda mucho por tomar.
Parte de la justicia y la policía corrupta (esta última mal paga y con falta de formación y capacitación), políticos y punteros financiando campañas en forma espuria sin importar el origen del dinero, un inagotable ejército de soldaditos para el narco que fluyen de la cantera de la pobreza, de la falta de educación y de la falta de horizontes, y una inoperancia manifiesta entre otras cosas en la falta de efectividad en el secuestro de estupefacientes en nuestro país, que según la ONU es el país donde más creció el consumo de drogas, son algunos de los muchos culpables.
Es tiempo que los próximos gobiernos salgan al ruedo muy rápidamente, y que con políticas efectivas de aplicación inmediata concurran en acción efectiva a defender a los ciudadanos y sus bienes, y dar lucha frontal al narco que hoy no se visualiza.
Estamos muy cerca que pobladores de distintas zonas geográficas de barrios trabajadores se armen en defensa coordinada de sus vidas, patrullando y vigilando sus áreas de desarrollo y vida. Las armas pasarían de estar en poder del estado a manos del ciudadano armado en patrulla. Modelos duales de seguridad se le llama. México y algunos lugares de otros países de América latina son lugares donde observar esta desviación.
Hay una seria batalla que librar. Se necesita coraje, profesionalismo, inteligencia y honestidad.