Es indistinto si por la hidrovía circula el 30% de la actividad criminal. Da lo mismo si la región centro del país concentra más enclaves del Narcotráfico que el resto del territorio nacional y que su reproducción no tenga techo.
No amerita análisis alguno que las fuerzas federales estén agolpadas y a la deriva en los grandes centros urbanos, forjando la permeabilidad de las fronteras. Tampoco es necesario preguntarse cómo es posible que los narcos continúen “abandonando” marihuana y que siendo un método ya detectado no lo muten.
Para qué, por ejemplo, entender los motivos que llevaron a que el mercado sintético crezca un 300% en cinco años. O establecer la relevancia que los partidos de Escobar, San Nicolás y Ramallo tienen en la ficha narcocriminal que desemboca en Rosario y que hace que Villa Constitución tenga fertilidad de acopio.
Irrelevante resulta estudiar por qué la droga en Rosario es un medio y en el Conurbano un fin. Y que la construcción de la violencia en el primer enclave se dio desde la periferia para penetrar en todos los planos de la matriz subterránea del crimen organizado, gestándose la primera banda con perfil de cártel, mientras que en el segundo territorio la violencia se construyó desde lo institucional. Desde los protones desviados de la Policía Bonaerense
Da lo mismo que las fuerzas federales tengan o no corrupción estructural. Da lo mismo diferenciar bastión (circuito criminal autárquico) de enclave (circuito geográfico criminal de corredores).
No amerita analizar el por qué de los siguientes datos del centro:
◻ aumento de las ollas de consumo.
◻ de escasa a nula información sobre consumo de drogas.
◻ naturalización del consumo de alcohol y de marihuana.
◻ baja percepción de riesgo del consumo de drogas legales e ilegales.
◻ aumento del consumo de psicofármacos no recetados.
◻ aumento del consumo de cocaína y mayor rebaje de la sustancia para su rendimiento.
◻ aumento del consumo de drogas sintéticas.
◻ incremento de la tercera estructura de la cadena de venta de estupefacientes expendio armado.
◻ el almacenamiento de droga aumentó de 2 días a 7 días en los puntos de venta por la certeza de la anomia.
◻ incremento de los niveles de violencia en el universo narcomenudista y más allá del mismo.
◻ métodos cada vez más perversos.
◻ temprana incursión a la cadena narcocriminal. Bajó a los 8 años y en algunos de los sectores más violentos de los enclaves criminales se divisan niños de 6 y 7 años en contacto con el delito.
◻ aumento de las familias configuradas como redes del Narcomenudeo.
◻ mayor presencia femenina en las redes narcomenudistas.
◻ mayor liderazgo femenino.
◻ aumento de la venta “dealer”.
◻ recrudecimiento de métodos extorsivos como cobro de “peajes” para ingresar a determinados barrios.
Nada importa porque el Narcotráfico tiene que existir.
Su existencia garantiza la etiqueta. La descalificación por si acaso. La degradación de la política y del político de enfrente. Así que no es objetivo de seguridad nacional prevenir el potencial arribo de captagon, o detectar la impronta magrebí en la conformación criminal de las nuevas generaciones del delito complejo.
El narcotráfico es el recurso vulgar pero eficaz para ensuciar.
Habilita, en la irresponsabilidad de la construcción del enemigo político, a que Carolina Losada instale el espectro narco sobre Maximiliano Pullaro. Con quien supo conversar, amigablemente, sobre seguridad. Y lo diferencia de Miguel Lifschitz, sólo por amabilidad necrológica. Es, Losada, la señorita que amaga con vivir en Santa Fe si es Gobernadora pero no distingue la contención de la gestión anterior de la burrada “paz y orden”.
Motiva, la droga, a que Pablo Javkin sea objeto de la experiencia de notas vinculantes, recibiendo por elevación el mismo tratamiento que subterráneamente le da a sus rivales.
El Narcotráfico, a su vez, le brinda al candidato en Tucumán, Roberto Sánchez, elementos para decir que el peronismo ofrece “droga por votos”. Animaladas de antología a las que Juan Manzur y equipo les hacen frente.
La oferta de estupefacientes ofrece un sinfín de catástrofes políticas para instalar operaciones de Velo y de Engaño. Como decir que Santiago del Estero es nicho del Primer Comando Capital sin contar que, entre los años 2015 y 2019, la RN 34, a la altura de dicha provincia, estuvo liberada.
Para qué decir que los comandos de Brasil ingresaron por Eldorado por abulia nacional cambiemista si el objetivo era etiquetar a Gerardo Zamora.
En nuestro país, el narco condiciona pero también determina el imaginario colectivo y su pensamiento mágico. Razón por la cual, es insolente pensar que Patricia Bullrich haya dejado a la ciudad de Clorinda por fuera de los puestos de control y vigilancia por entrega estratégica. Aparece, como mal visto, cuestionar el apoyo del formoseño Luis Naidenoff a Patricia. Porque apoyarla es apoyar la entrega de la provincia al delito por diferencias de color político.
La seguridad de Formosa, al parecer, tiene importancia selectiva y relativa. Lo relevante es etiquetar a Gildo Insfrán.
Impensado es deducir la postura acomodaticia. Lo que hoy Patricia le critica a Horacio Rodríguez Larreta es con lo que comió durante su gestión como Ministro de Seguridad. Bastiones llamados Barrios Seguros.
O dejar picando, en sus respuestas, que Cristian Ritondo pueda tener vínculos con las mafias de las que tanto hablan. Es que Bullrich debía preparar el terreno para plantar a Ritondo. El Ministro que le aportó a la gestión de Mauricio Macri, junto a María Eugenia Vidal, los números que su Ministerio de Seguridad teórico no supo generar.
El Narcotráfico sirve para ensuciar. Y en la roña, lo constatan.
Apelan a la descalificación adjetiva, los que en el fondo son amateurs en seguridad. Faroleros y simulacros de un problema que les queda y quedó grande. Tanto en la práctica como en la retórica.
Sectores de la política y de la criminalidad marginal transformaron al delito más rentable del mundo en rehén. Porque recuerden, el objetivo no es la lucha contra el narcotráfico. Es etiquetar de narco al adversario.