Sergio Massa ha hecho de su vida un remedo de Mandrake, el Mago, y debo reconocer que no le ha ido mal. A fuerza de una ambición desmedida, de zarpazos, codazos, traiciones, vicios más o menos ocultos e inmundas complicidades de empresarios venales, logró alzarse con la candidatura presidencial de Unión por la Patria (UxP), pese a que su devaluada jefa debe estar aterrada con la probabilidad de un triunfo electoral de su nueva marca; la historia, esa que tanto le gusta, enseña que, de ser así, lo único esperable en un futuro inmediato sería un matricidio.
Sin ponerse colorado, su equipo de campaña anunció, urbi et orbe, que había cerrado un trato con el FMI y que la semana pasada, concretamente el lunes, una misión encabezada por su Viceministro, el inefable y tan arrepentido Gabriel Rubinstein, viajaría a firmarlo con el staff, como medida previa a su aprobación por el Directorio del organismo. En el escabroso camino, consiguió que China –vaya uno a saber a qué costo y con qué exigencias, ya que todo es secreto- le permitiera usar un tramo del swap vigente para pagar las cuotas vencidas con yuanes.
Pues bien, nada de eso existió y no hay expectativas de que acontezca en los próximos días. Ante la terrible escasez de divisas que padece el Banco Central, el Aceitoso ya anunció que los pagos correspondientes a julio (US$ 2.700 millones) se harán sólo a fin de mes, o sea, si llegan fondos del propio FMI para efectivizarlos. A la vez, está intentando chantajear aún más al organismo, que tan condescendiente ha sido con el kirchnerismo pero ahora exige una devaluación, haciendo presión sobre Joe Biden e intentando sumar a Egipto, con problemas similares a los de Argentina aunque menores, y amenazando con un default que perjudicaría a todo el mundo.
La situación es tan grave que, si el Ministro dejara de pagar al FMI, tendría un efecto cascada sobre otras entidades multilaterales, tales como el Club de Paris, el Banco Mundial o la Corporación Andina de Fomento, sumando problemas a los ya existentes con los importadores, incluidos aquéllos “expertos en operar en mercados regulados” que aceptan la increíble voracidad -¿estarán juntando para la campaña del Aceitoso?- de quienes deben autorizar el acceso a los dólares necesarios para pagar sus compras de insumos, y con la recesión que ya se nota en todos los campos.
Pero Massa, en su triple rol de presidente de facto, de jefe de la cartera económica y de precandidato, no se arredra e intenta ocultar sus múltiples fracasos con un despliegue de hiperactividad, mostrándose en los más diversos escenarios regionales –como cuando fue a buscar la foto con Luiz Inácio Lula da Silva- o locales. Mañana mismo, y con la prometida –hasta ahora- aparición conjunta de los Fernández², inaugurará el tramo Tratayen-Salliqueló del gasoducto llamado -¡qué originalidad!- Néstor Kirchner.
La enorme campaña publicitaria que ha desplegado el Gobierno al respecto (independencia energética, ahorro de divisas, soberanía, federalismo, tiempo record en su construcción, costo final), no puede ser más mentirosa. El caño actual, todavía ni siquiera terminado (70%), sólo servirá, realmente, cuando entre en servicio el siguiente hasta la frontera con Brasil, aún no emprendido. Además, la licitación convocada en 2019 por Mauricio Macri para que lo hicieran capitales privados fue anulada y todo el proceso fue encomendado, con dinero público, a Enarsa, conducida por un mocoso de La Cámpora que lo único que sabe de la actividad es encender las hornallas de la cocina; esa demora -¡26 meses!, comparable a la del tren a Mendoza que, reinaugurado por el autopercibido Presidente, tarda más que hace cien años- le costó a la Argentina una cifra monstruosa.
Por sobre todo, se hace el olvidadizo respecto al pavoroso daño que la sucesión de desaguisados cometidos con YPF causaron, y aún lo hacen, al país. Todo comenzó cuando Carlos Menem privatizó la empresa y, para convencer a Kirchner y a otros gobernadores de apoyar la ley, “recalculó” las regalías que correspondían a las provincias petroleras. Entonces, el finado consiguió más de US$ 1.000 millones, los desaparecidos “fondos de Santa Cruz”. Curiosamente, el miembro informante de la ley de privatización fue Oscar Parrilli, el mismo “pelo…” (Cristina Fernández dixit) que luego impulsó la estatización que ella promovió.
Ya Presidente, Kirchner decidió robarse el 25% de YPF y, para lograrlo, congeló las tarifas a los productores, “convenciendo” a Repsol de “venderle” –sin plata- ese porcentaje a los Eskenazy, sus testaferros. Con ese estrangulamiento, cayó la producción de gas, afectando especialmente a YPF que, tal como preveía en ese contrato tan especial, distribuyó todas sus utilidades como dividendos y, así, dejó de explorar nuevos yacimientos, con lo cual la Argentina perdió el autoabastecimiento energético, tan duramente logrado. A partir de entonces, los ductos construidos para exportar gas debieron invertir el sentido de los flujos para importarlo y, cuando no fue suficiente, comenzamos a traer innumerables buques con gas licuado, dando lugar a una gigantesca corrupción.
Todo ello será escamoteado mañana por el oficialismo, cuando la trifecta gobernante se autocelebre y permita al cada vez más Aceitoso Massa coronarse como héroe nacional, aunque su corona sea de cartón pintado y el nuevo conejo falso huela tanto a podrido.
¿La Constitución, para que carajos está? Todo el Asunto de Deuda ES ATRIBUCIÓN DEL…….CONGRESO. Por lo tanto, de venir un gobierno que tenga los pantalones en la cintura, debe investigarse CAUSA OLMOS y estas anomalías (tratar deuda) que muchos ven como “triunfos, plantarse ante los organismos, etc”, todos los que integraron esas comitivas de “arreglo”, deben IR PRESOS acompañados de los Legisladores que lo permitieron.¿Cuando despertaremos y pondremos a estos meros administradores en el lugar que les corresponde?