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Inseguridad y quiebre de la sociedad

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Ya nada será lo que fue.
Ya nada será lo que fue.

El problema de la inseguridad de la Argentina no es un tema aislado, que se pueda resolver sólo con incrementar la presencia policial en las calles o modificar la edad de imputabilidad penal. Hay una cuestión más grave, previa.: es el quiebre de la sociedad, producto de la marginalidad y la irrupción del narcotráfico. Los criminales que asesinaron a la niña de 11 años en el partido bonaerense de Lanús no son un producto aislado. Son el resultado de un país fallido. Tal como suele decirlo el exministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, hace 40 años Argentina quebró su modelo económico y no ha podido reemplazarlo.

 

En 1976, no solo se desplomó el sistema político. El modelo de sustitución de importaciones, con alta participación del Estado en la economía, que había servido hasta ese momento para generar una fuerte clase media, se fue al demonio, y desde ese momento la pelea entre los distintos sectores económicos y políticos ha pendulado entre tratar de reconstruir ese modelo o cambiarlo.

No todos se han alineado claramente detrás de estas opciones. Alguna vez el peronismo y el radicalismo representaron la reconstrucción del modelo perdido, y en otra han invertido posiciones. Pero lo más importante es que la falta de resolución de esa disputa de poder es la causante del quiebre social, la pobreza y la marginalidad. En 40 años de Democracia pareciera que las dirigencias se han limitado a tratar de administrar el conflicto. En los últimos 20 años, solo se controlan los efectos.

Cada quiebre de la economía, producto de gastar por encima de las posibilidades, generalmente tomando deuda, desencadenó  condiciones peores a las anteriores y mayor exclusión. Previo al gobierno de Carlos Menem, la pobreza no superaba el 10% de la población y la marginalidad era excepcional. Luego de ello, nunca volvió a ser lo mismo. Diez años de dólar barato terminaron de reventar en el 2001 y luego de ello, ya la marginalidad era irremediable.

La incapacidad de la política para resolver el conflicto es la causante del deterioro, combinado con una decadencia de los liderazgos. El resultado es una sociedad quebrada, con marginación y drogas, es la inseguridad. Jóvenes que no dudan en matar para conseguir algún dinero para comprar drogas.

A la Argentina no le queda tiempo para seguir peleando sin resolver el conflicto. Tiene que salir con un nuevo modelo de desarrollo económico y social. No puede volver al modelo de mercado cerrado y dirigismo estatal, ni tampoco está en condiciones de ser el paraíso (utópico) de fines del siglo XIX que añoran los liberales. Aunque parece que la dirigencia política en general no comprende lo que está en juego.

 
 

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  1. La nota es una muestra de cómo un pensamiento y un lenguaje delirantes no solo son parte del desastre sino la causa. El autor habla de inseguridad, un eufemismo del que ya se ha abusado mucho, que desvía el tema del delito hacia un campo de la percepción y la psicología. De modo que para empezar el problema se plantea como algo abstracto. No conforme con eso, el autor atribuye las causas de ese problema abstracto a un recurso literario aplicado a otra abstracción: el quiebre de la sociedad. Porque de acuerdo con ese argumento la sociedad es un cuerpo sólido pero frágil, que es pasible de quebrarse y ese quiebre sería la causa de muchos desastres abstractos entre ellos la inseguridad, pero también otras abstracciones colectivas como la marginalidad y el narcotráfico. La conclusión del efecto de tantas abstracciones es un país fallido, o sea que de acuerdo con el autor, tantos males abstractos hacen que lo fallido sea el paisaje, el territorio. Por lo visto la cruza del territorio fallido con tantos desastres abstractos no puede tener otra causa que un modelo socio económico fallido, pero principalmente la falta de resolución de un conflicto que el autor supone que no hace falta ni mencionar porque lo conocemos todos. La causa de todos los problemas es esa, una disputa de poder que impide que todos nos unamos detrás de una hegemonía totalizadora. Eso es lo que causa otra metáfora que es el quiebre de la economía, otro sólido frágil que para no quebrarse necesita ser tratado entre algodones, además de pureza y absoluta homogeneidad. Da manera que acá tenemos un territorio poblado de abstracciones que no dejan de golpear una realidad frágil y quebradiza. Para el autor no hay estado, no hay gobierno, y no hay una interacción de ambos con la población. Simplemente no existen o no son parte de su modelo. De manera que no es cierto que un modelo de gobierno ha quebrado y ha corrompido el estado que a su vez ha corrompido la sociedad. Los desastres se deben a que por falta de obediencia a una hegemonía, la sociedad se quebró y eso jodió al país, a la economía y produjo la exclusión, la marginalidad y el narcotráfico entre otras abstracciones colectivas. Todavía no sabemos qué conflicto se refiere el autor. De todo eso el autor concluye que lo que se necesita es un “nuevo modelo económico y social” y no esas utopías delirantes que son el liberalismo las responsabilidades individuales, la propiedad privada y la libertad de empresa y producción. Hasta acá sólo fue una cita de los argumentos del autor, que proyectan una trágica indigencia intelectual. Empecemos por lo básico. El Estado es la comunidad jurídicamente organizada y el responsable de mantener esa organización en funcionamiento es el gobierno. En toda comunidad es necesario contar con medios y procedimientos para solucionar conflictos entre personas, como son los fueros Civil, Comercial y Penal. La primera equivocación grosera es el abuso del colectivo. No es que el delito quiebra la sociedad, y mucho menos que eso sea causa de la economía. Es la incapacidad de los gobernantes y la clase dirigente la que destruye el orden jurídico y además quiebra corrompe y prostituye el Estado. Cada vez que un funcionario acepta la existencia de un conflicto colectivo, está sometiendo el orden jurídico a ese conflicto y con ese simple reconocimiento está quebrando el orden jurídico, la igualdad ante la ley, y también la integridad del estado. El Estado quebrado y corrupto es la causa de todos los males, encarnado en sus operadores y funcionarios que no dejan de insistir en la equivocación. El supuesto de que todo es abstracto y colectivo y que el Estado está para intervenir y mediar en conflictos colectivos, es la ideología más nefasta que lamentablemente ya está instalada hace años como algo deseable y necesario, y como sinónimo de la vida en “democracia” que debemos construir. El conflicto colectivo se llama guerra. Los delirantes sueñan con guerras de conquista y saqueo, que los bienes del enemigo pagarán el costo de la guerra y sus privilegios por siempre. Pero las guerras destruyen y empobrecen sin excepción a todos los que participan en ellas. Como si eso fuera poco, alguien dijo con mucha razón que la primera víctima de la guerra es la verdad y no es casual que eso sea lo que más está faltando por estos lados.

  2. Una sociedad que plantea el delito y los reclamos sectoriales en términos de conflictos y que le pide a un gobierno que medie para resolver esos conflictos, está destruyendo el Estado porque destruye la igualdad ante la ley, y eso destruye el orden jurídico, que es el Estado. Eso es precisamente lo que hemos tenido estas últimas décadas: la ideología de la anti política y el sometimiento al conflicto permanente que es lo contrario del orden jurídico de un estado republicano.

  3. El problema de la cobardía y la claudicación frente al delito es una tara de los gobiernos argentinos desde su fundación. En 1820 el mapuche Coliqueo llegó desde Chile asesinando y saqueando a todo el que encontraba en su camino. Cuando Coliqueo saqueó secuestró asesinó a los argentinos, le encargaron a Rosas que arme una fuerza y lo combata. Rosas ganó, y el resultado fue que acordaron la paz como si hubiera sido una guerra. Coliqueo recibió grado y sueldo de Coronel, tierras y amnistía para él y los suyos. Después Rosas perdió en Caseros, y los mapuches olvidaron que eran amigos y al mando de Calfucurá volvieron a malonear, robar asesinar, etc. El mismo Calfucurá produjo la masacre de Masallé donde reunió y asesinó a los líderes de las demás tribus locales que habían acordado la paz con Rosas. Nuevamente pidieron a Rosas que los combata con las armas y el resultado fue exactamente el mismo que con Coliqueo: ganó Rosas y les dio amnistía, grado militar, sueldo y tierras. Hacia 1870 vino de Chile la tercera ola y la más sanguinaria al mando de Manuel Namuncurá. El malón mató 4000 personas en la zona de Olavarría, quemaron todo, secuestraron a las mujeres y se llevaron trecientas mil cabezas de ganado para vender en Chile. Mitre dijo que el desierto era inconquistable. Chile reclamaba la Patagonia y Cuyo con el argumento de que todos los habitantes que quedaban en esos territorios eran mapuches porque el resto de los locales ya habían sido asesinados, por los mapuches. Le encomendaron a Roca perseguir y combatir a Namuncurá y Roca lo alcanzó y lo venció en Neuquén. ¿Cuál fue el resultado? Ganó roca, y Namuncurá vino a Buenos Aires con trescientos de los suyos para negociar, y le dieron amnistía, sueldo, grado y tierras para él y lo suyos. Namuncurá, padre de Ceferino, murió a los 97 rodeado de paz propiedades y privilegios, en compañía de su pareja, una cautiva que había secuestrado. Pero los mapuches no fueron los únicos enemigos de la nación que fueron perdonados y recompensados. Golpistas, nazis, y guerrilleros recibieron el mismo tratamiento durante el siglo veinte, y muchos de ellos ocupan y han ocupado cargos de gobierno. De modo que eso de claudicar ante los criminales no es nuevo y no se lo debemos solo a Zaffaroni o a los lectores de Foucault. Esta es una tragedia que nos ha definido como nación hasta el presente. El tema es muy fácil de explicar. El Estado es la comunidad jurídicamente organizada. En la medida que se corrompe o desaparece el orden jurídico, se corrompe y desaparece el Estado. (Lo que desaparece es el Estado como tal en sus funciones y obligaciones; por el contrario, el gasto público y un simulacro del Estado cada vez más corrupto y omnipresente busca y encuentra justificación precisamente en su incumplimiento; porque la regla del fracasado es que ante el fracaso, más de lo mismo). Una de las principales causas de la corrupción y el quiebre del Estado es el colectivismo aplicado a los conflictos. La autoridad y la aplicación del orden jurídico están pensadas para ser aplicadas a los individuos. Cada vez que se suponen causas o motivos colectivos para justificar el delito lo que se está haciendo es subordinar el orden jurídico a un conflicto colectivo. Las causas de que los gobernantes embarquen al Estado en esas calamidades suelen ser la necesidad de simular grandeza y el hecho de confundir grandeza con indulgencia y condescendencia. Por qué otorgan esos privilegios a los criminales mientras someten a los cumplidores es algo que ellos mismos deberían explicar, pero una explicación es que les permite ejercer el poder desde un estado de excepción y ponerse por encima de la ley. El pretender actuar contra el delito como en una guerra no es una fortaleza del Estado; por el contrario es la causa del sometimiento y el quiebre del Estado. Porque con la guerra desaparecen la libertad de expresión, la verdad, y la igualdad ante la ley. Las causas de esa corrupción del orden jurídico son muchas y principalmente ideológicas, pero no se pueden dejar de mencionar todas las justificaciones ideológicas como son el modelo socio económico, o la desigualdad, o la exclusión social, o el conflicto social así por el conflicto mismo. El resultado es tan nefasto y extendido que nuestros manuales de educación para formación docente contienen casi una sola afirmación y es que la democracia que debemos construir es lo mismo que una permanente multiplicidad de conflictos, todos colectivos y sociales. Con un poco de información que acabo de aportar, nadie puede darse por sorprendido del quiebre del orden jurídico, ni de la corrupción del Estado ni de la influencia que eso tiene en la población y sus modelos ni de la proliferación del delito y la violencia.

  4. El Código Penal es una lista de acciones que son irreparables; esas acciones irreparables son los delitos. La idea de prevenir el delito es una estupidez y es lo que tenemos, nos avisan que en determinado barrio o a determinada hora nos van a robar o asesinar; eso es prevenir. Hay solo dos posibles acciones contra el delito; una es impedirlo, hacer que sea imposible de cometer; la otra es disuadir a los potenciales delincuentes. La primera se logra con vigilancia y presencia policial activa y autorizada para intervenir. La segunda es la disuasión, correctamente llamada represión. Porque la represión no es otra cosa que la manifestación de la voluntad del Estado de impedir el delito y si se produce, de llegar a la verdad y castigarlo. El delito no se castiga por hacer justicia a la víctima ni por venganza contra los criminales; el delito se debe castigar como ejemplo, como previsión, y como advertencia para proteger a las potenciales víctimas. Es cierto que la CN dice que las cárceles no son para castigo, pero en la época de su redacción el castigo era la aplicación de latigazos. Pero las penas deben ser penosas para el delincuente, esto es que el condenado debe sufrir las consecuencias de sus acciones, y esas consecuencias no deben ser indiferentes o incluso beneficiosas, porque en ese caso el estado estaría promoviendo el delito. Esa es la única manera de que los potenciales criminales se repriman para no cometer delitos. No hay otra que la comunicación efectiva por parte del Estado. El mensaje debe ser una fuerte advertencia para todos: el delito no tiene justificación social y no se acepta como algo normal; el delito se investiga y se castiga, y el castigo previsto es el necesario para que el delincuente potencial prefiera no cometer el delito. Esto demuestra la enorme distancia con nuestra realidad actual, donde el mensaje es que ser delincuente es lo normal y que el delincuente es una víctima de la sociedad, o que el delincuente es el protagonista y el beneficiario del sistema penal, donde las cárceles en la mayoría de los casos son una beca porque proveen condiciones de vida y posibilidades para delinquir mucho más favorables que la libertad. La inclusión social y la seguridad que nos niegan en el sistema educativo y en el espacio público, es el principal premio que se le quiere otorgar a un criminal condenado. Ese es el quiebre del orden jurídico: la desigualdad ante la ley y el privilegio para los que violan los derechos de los demás; la perversión y la corrupción del Estado, de sus funcionarios y de toda la comunidad.

  5. Y una más Carlitos,.ahora con un poco de informaciónm podemos cerrar el asunto que mencionás en tui nota. El modelo que decís lo dinamitaron los criminales terroristas y sus ideas del conflicto y fue desde antes del 73, porque eso era lo que buscaban.

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