"A medida que el petróleo comienza a escasear en el mundo, y a concentrarse cada vez más en torno del Golfo Pérsico, comienza a resultar más importante la distribución interna del mismo y del gas natural en la zona en cuestión. Arabia Saudita es el mayor productor mundial y también el país con más reservas declaradas de petróleo, pero tiene muy poco gas natural, con el agravante de que algunos de sus yacimientos petroleros más importantes están comenzando a dar señales de agotamiento. Además, no se sabe a ciencia cierta cuántos de los 120.000 millones de barriles de reserva que declara poseer son realmente extraíbles.
La segunda nación en reservas mundiales de petróleo es Irán, con el agravante —para los EEUU— de que es también el país que figura segundo en todo el mundo en reservas de gas natural, tras Rusia. Por lo tanto, si el deseo geopolítico de la elite petrolero-financiera globalista es contar con los recursos iraníes aunque fuera al extremo de bombardear o invadir el país, es necesario ir sumando excusas. En el caso de Saddam Hussein las excusas fueron las inexistentes armas de destrucción masiva y su supuesto apoyo —irreal— a Al Qaeda. En el caso iraní una de las excusas que se viene preparando desde hace muchos años es el apoyo que su gobierno le presta a las milicias de Hezbollah, situadas en el sur del Líbano y consideradas terroristas por el gobierno norteamericano y por los grandes medios de comunicación internacionales, aunque no por las Naciones Unidas. Hezbollah brinda entonces una muy útil excusa para las ambiciones tanto israelíes como norteamericanas respecto de El Líbano e Irán, así como Al Qaeda y Osama bin Laden sirvieron como excusa para invadir Afganistán e Irak. Vemos entonces cómo nuevamente el terrorismo sirve de pretexto a la elite para apropiarse de recursos ajenos.
Si todo esto queda claro, también queda claro entonces por qué El Líbano ha sido sujeto en los últimos 50 años a muy confusas guerras e invasiones, por qué está seriamente dividido políticamente, por qué su aparato económico es sistemáticamente destruido y vuelto a construir, por qué en la prensa se lo menciona como base de terroristas, por qué su capital Beirut es bombardeada, sus líderes frecuentemente asesinados, y por qué Hezbollah es en el fondo funcional a los intereses de las megacoporaciones petroleras anglo-norteamericanas y de la elite globalista.”, escribe Walter Graziano en su obra Nadie vio Matrix (Planeta, 2007).
Esto adquiere notable dimensión a escasos días del asesinato (¿por parte de la CIA?, ¿el MOSSAD), ¿o los dos juntos?) del libanés Imad Mugnhiyeh, líder de Hezbollah sindicado por dichos servicios y por la prensa "globalista" como autor intelectual de las masacres en Buenos Aires de la calle Arroyo y Pasteur. Por lo visto, la ubicua estupidez también se mundializa cuando los intereses de la elite hacen que se le baje el pulgar a alguien.
Hace rato que el citado grupo libanés está en la picota, y se le sobredimensiona su capacidad operativa para estos fines inconfesables. Siguiendo la línea de Graziano, se ve claramente cómo su grupo, y también la fantasmal Al Qaeda, son meros comodines en una lucha sin cuartel que se libra mayormente en las sombras. Así, los atentados de Buenos Aires en 1994, como los de Nueva York en 2001, en Madrid en 2004 y en Londres en 2005, no fueron perpetrados por quienes son sindicados por la prensa complaciente, sino que sus verdaderos autores obedecían a algo muy diferente que a la jihad islámica.
Oro negro y agua potable
Por eso, no es casual que luego de la caída del Imperio Soviético en 1991, al sistema militar-industrial globalizado con sede en Washington y Tel Aviv le venía como anillo al dedo reinventarse a sí mismo generando un enemigo. No importaba que el elegido, los musulmanes iracundos, habían sido fogueados una década atrás para combatir en la montañas afganas contra precisamente el oso ruso.
Pero la verdadera razón de esa elección, debe revelarse en dos recursos que ambas potencias necesitan en forma imperiosa, so pretexto de a corto plazo ver detenido o seriamente dañado todo su andamiaje tecnológico. En el caso de EEUU, no cabe ya ninguna duda, es el petróleo, como bien puntualiza el mencionado autor arriba. Y en el asunto hebreo, el agua potable.
Y esta, se encuentra en su vecino vapuleado del norte, El Líbano. También en Siria, en las ocupas colinas del Golán. No es de extrañar que, de manera consuetudinaria, ambos países siempre estén en el ojo del huracán geopolítico. Donde antaño crecían los célebres cedros, admirados por Salomón, lo que abunda sobremanera son los sangrientos golpes de mano urdidos por aquellos que no suelen estar entre bastidores. Y en el otro, viejo conocido, por un lado sobrevive gracias al comercio non sancto del producto de la amapola, que crece en el valle de la Bekaa.
Mientras este cronista termina, Canal 13 comienza a emitir el filme The Siege (1998), acá vendido como Contra el enemigo, del director Edward Zwick. En plena era Clinton, para algunos la cara amable del sistema, resultó controversial algunos pasajes que evidenciaban un conocimiento bastante certero de la realidad. En uno de ellos, se señala que algunos integrantes del grupo terrorista son iraquíes sublevados a Saddam, chiítas del sur, que luego fueron abandonados a su suerte por Bush padre. Como sucedió, a toda evidencia, con los muchachos de Al Qaeda.
Lamentablemente, esta historia continúa a pesar de que en la pantalla corran los créditos finales. Y los perdedores, como los vencedores, siempre sean los mismos.
Fernando Paolella