Los tres candidatos que encabezan las preferencias populares para octubre próximo se presentan como “regeneradores sociales” asegurando que saben cómo ejecutar cambios revolucionarios de tipo profiláctico. Nos preguntamos con curiosidad: ¿con el concurso de quiénes?
Porque la sociedad argentina no tiene ya hombres y/o mujeres “incontaminados” por los regímenes fracasados de un estilo de gobernar que, si se lo mira bien, no ha sido más que una consecuencia de nuestro modo de ser: hedonismo, desprecio por reglas ordenadoras de cualquier índole, envidia por el éxito ajeno y un manifiesto deseo de enriquecimiento a cualquier precio.
A no enojarse: la sociedad se enfermó hace muchos años y contó con las excepcionales cualidades de una tierra de promisión donde basta echar un alambre retorcido para que nazca un cultivo, por decirlo de algún modo.
En nuestra pasión por la banalidad de manejarnos con eufemismos estúpidos, hemos creído durante años que la naturaleza era una suerte de página en blanco sobre la que podía escribirse cualquier cosa, encaminándonos de tal modo hacia una esclavitud que nos acerca a la extinción: el poder del “porque me da la gana”.
Esta característica nos ha obligado a montar complejas ingenierías sociales para lograr encaminarnos hacia una utopía de concreción imposible: establecer las bases de una sociedad que sin esfuerzo ni atributos especiales resultase viable para construir un futuro próspero.
Nos hemos movido así con perentoriedad insolente para satisfacernos a nosotros mismos, castigando con nuestra “verba florida” a los discrepantes (unos pocos) que nos advirtieron en soledad acerca de la decadencia moral hacia la que nos encaminábamos sin remedio.
Mientras tanto, el futuro siguió avanzando hacia el descubrimiento de nuevas destrezas instrumentales a las que debimos prestar atención, mientras alardeábamos de virtudes propias que, en nuestro concepto campesino, nos pondrían siempre fuera del peligro de sufrir un fracaso espantoso.
Bueno, pues el momento ha llegado. En medio de un resentimiento y una amargura difíciles de digerir sin sufrir daños espirituales casi irreparables, comenzamos a rechazar el pasado, PERO SIN SACAR LECCIONES DE ÉL, evidenciando que nada hemos aprendido del espesor de la experiencia.
Muchos políticos que ocupan los sitiales de preferencia popular adolecen de los mismos defectos, mezclando en sus consignas un radicalismo extremo con cierto fanatismo de tipo teológico, teñidos ambos de una peligrosa nostalgia de todo aquello que “pudo ser y no fue”.
Por nuestra parte, estamos convencidos que el primer paso de una profilaxis adecuada para transformar positivamente nuestra condición social y cultural no consiste en reinventar a los hombres, sino en colaborar con los mejores de ellos respecto de cada incumbencia y respetar la dignidad de todos.
¿Estaremos a tiempo? A buen entendedor, pocas palabras.
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El último párrafo de la nota evidencia cuál es la confusión que es el origen de todos los males: “Por nuestra parte, estamos convencidos que el primer paso de una profilaxis adecuada para transformar positivamente nuestra condición social y cultural no consiste en reinventar a los hombres, sino en colaborar con los mejores de ellos respecto de cada incumbencia y respetar la dignidad de todos.”. Esto es precisamente lo mismo por lo que Berro culpa a los candidatos. No digo Carlitos Berro, la enorme mayoría de los argentinos que se creen inteligentes confunden la sociedad con la población, y el gobierno con el Estado. Pero la identificación como sociedad pide a gritos un estado socialista que la transforma para mejor, y un estado socialista necesita un gobierno socialista. Es más, la idea de que es la sociedad la que necesita un estado que la ayude a reinventar a los hombres también es un mito del socialismo. El gobierno no es el país ni es la sociedad. Y nadie en el Ejecutivo puede dárselas de transformador de la sociedad o la cultura si primero no atiende sus obligaciones básicas que en este caso son bastante evidentes como el despilfarro de fondos y recursos públicos, la indulgencia y promoción del delito, la ausencia total de proyectos que no signifiquen más gasto, más estructura y más empleados públicos. Lo primero es encontrar alguien que no tenga el delirio de que puede hacer un país de empleados públicos mientras depreda a todos los que pagan las cuentas. Porque el objetivo final del socialismo del siglo 21 está bien claro; los tipos sueñan con darle la concesión de todo a unas diez empresas mineras o de extracción, y vivir todos de rentas como esos países de Asia donde pasas un gasoducto. La cosa da para mantener a unos miles, los demás sobran. Ese es el resultado a mediano plazo de los que acusaban a la derecha de querer un país para unos pocos. Se les escapa la transposición por todas partes. Pero si bien un gobierno quebrado y mal manejado nos afecta a todos porque las cuentas las pagamos entre todos, un gobierno no es la sociedad ni es el estado ni es el país. Un gobierno fracasado no es un país fracasado ni una sociedad fracasada, a menos que ese gobierno fracasado haga lo imposible por poner a la sociedad a su mismo nivel de fracaso o aún peor. Finalmente el asunto de colaborar. No se colabora con un gobierno. Se elige a los mejores pero primero hay que saber determinar quiénes son los mejores, y la primera evaluación objetiva requiere considerar el mejor diagnóstico y la mejor propuesta. Eso no siempre coincide con las profesiones e incumbencias, especialmente en un país inundado por la desinformación. Porque si hablamos de incumbencias eso explica por qué tenemos sociólogos en todas partes, porque hasta un puente ferroviario lo usa la sociedad entonces el sociólogo tendrá incumbencias en todo, incluso en trenes, puentes, energía y comercio. La teoría y la práctica de las organizaciones tiene una extensa bibliografía, y un gobierno no puede estar al margen de todo eso. Un gobierno republicano tiene que asumir el compromiso de cumplir una propuesta; y ese compromiso y de una responsabilidad para rendir cuentas es la garantía por la que se le otorga un mandato. Esa es la forma de saber quiénes son los mejores; son los que tienen un diagnóstico que explica la realidad actual y son los que tienen una propuesta y están decididos a cumplirla. Los mejores estarán entre los que tengan el mejor diagnóstico y la mejor propuesta, y nadie es dueño de la verdad. Por eso lo más “científico” es pedir una segunda y una tercera evaluación y juzgarlas de la manera más objetiva posible.
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Pero lo principal es elegir un gobeirno que esté decidido a empezar por casa y poner en orden al gobierno para que empiece por cumplir sus obligaciones básicas y dejen de vender humo con hacer un país mejor. .
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De acuerdo en muchos puntos, pero que hacemos cuando un tipo que quiere subir te enchufa la ilusión de la mejor propuesta, que te dice que " vamos a poner al país de pié. Le vamos a poner dinero en sus bolsillos, le vamos a llenar la heladera. Si queres comer asado, votanos a Cristi y a mi" . Y la gente fué y creyendo en esa sincera propuesta, como así sonaba, lo votó. Salio presidente el sr Alberto Fernandez- Que nada de todo lo que vociferando prometió, lo cumplió. Lo único que concretamente se cumplió sobre sus promesas fue una sola cosa. Que si, puso al país de pie. O sea dejo al país DE A PIÉ.
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nada que ver, hay que empezar de muy abajo con vos. Lo que diste es un ejemplo perfecto de mala propuesta. Porque una buena propuesta no lo es porque diga buenas intenciones ni cosas lindas. Una buena propuesta tiene que aceptar la verdad de la situación. Ninguna promesa de que un gobierno nos va a cambiar la vida para mejor es creíble, porque lo máximo que puede hacer un gobierno es jodernos menos la vida o dejar de jodernos la vida; y para eso tiene que dejar de malgastar el dinero para su propio beneficio o para beneficio de sus seguidores y bajar los gastos y los impuestos al mínimo imprescindible. Ninguna buena propuesta puede basarse en el mito de que el estado crea valor imprimiendo billetes o emitiendo bonos; esos son recursos que le permiten falsificar valor y financiarse a costa de todos. Por eso hoy es evidente que una buena propuesta es un gobierno que deje de mentir, que deje de vender humo con que nos va a cambiar la vida en base a gasto público porque con eso cada vez nos hunde más y los únicos que se mantienen un poco más a flote son los empleados públicos pero no todos. Propuestas delirantes en tiempos de déficit y deuda impagables son por ejemplo ese cotillón tomado del nazismo, como son devolver el precio de la mitad de las vacaciones, o pagar viajes de egresados gratis, o peores aún como vender dólares a mitad de precio y pagarle a los exportadores también a mitad de precio y llamarle a eso dólar oficial. Ningún gobierno puede poner un país de pie, porque el gobierno es gasto improductivo siempre. Ninguna mentira puede ser una buena propuesta, porque la mentira es insostenible, en especial cuando se mienten los precios para favorecer a unos y perjudicar a otros. Los que sabemos algo de economía sabemos que no es una buena idea que el gobierno se meta con la economía de la gente y de las empresas; la economía la tiene que hacer el gobierno con su gasto. No hay forma que un gobierno pueda favorecer a un país con gasto público de ninguna clase y en tiempo de crisis la inversión pública sólo es tal cosa cuando es menos costosa que no hacerla. Por eso, las propuestas de los burros y de los farsantes nunca pueden ser buenas propuestas. Keynes, el ídolo de Kiciloff, y el mentor de Alberso en la propuesta que mencionaste, no era el economista del pueblo. Keynes era un economista inglés que asesoraba a los gobiernos para que ganen más poder sobre las empresas y la gente. Keynes era socialista porque eso es el socialismo: el control del gobierno sobre la sociedad y principalmente sobre el dinero y los medios de producción. Los dogmáticos keynesianos no pueden estar más engañados; las políticas de Keynes no se tratan de mantener el empleo sino de apropiarse de la riqueza de los ciudadanos y las empresas mediante crisis e inflación; y siempre empiezan provocando una crisis y después apropiándose del salvataje usando como socios del silencio a los bancos. No se puede considerar una buena propuesta la de tipos que creen en el gasto público cuando Keynes es el principal sospechoso de haber ideado la depresión de 1930, en base a emisión de dinero espurio y sus equivalentes, para luego poder aplicar su "solución". Por eso, nada que ver, cualquier buena propuesta tiene que reconocer que el problema es el gasto irresponsable de un gobierno irresponsable, que por su permanente falta de cumplimiento en todos los aspectos de la gestión se la pasa pagando con nuestro dinero falsos conflictos, y que no puede tener otro resultado que un estado quebrado y fallido.
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Es verdad, G_ TE DOY TODA LA RAZÓN. y POR ESO MISMO ESTAMOS CAGADOS "COMO PALO DE GALLINERO". y SI. "QUEBRADOS Y FALLIDOS," andamos de a pié....
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