Con una inflación en tres dígitos que el ministro atribuye a la sequía y al Fondo -es decir a Mauricio Macri, a quien cita en cada reportaje para responsabilizarlo de estar donde estamos-, una economía dislocada y una serie de minas instaladas para el futuro, la pregunta es cómo es que el candidato oficialista puede mantenerse competitivo de cara al 22 de octubre.
La respuesta la da el propio Sergio Massa, que se ha mostrado optimista esta semana ante sus allegados, asegurándoles que está consolidado en el balotaje. ¿Basado en qué, si las encuestas se han revelado mayoritariamente falibles? Si en los tiempos que corren el acierto es para los encuestadores la excepción y no la regla.
No es un problema actual, viene de lejos y se acentuó en la pandemia, cuando medir se hacía difícil. Aun peor es medir en un escenario muy volátil y a partir de una realidad que fue lo que mostraron las PASO, que dieron a los tres principales candidatos muy juntos, en un margen de 2,8 puntos. Así y todo, el que sacó una luz de ventaja hoy se ha consolidado mediáticamente como el futuro ganador de las generales. Se ha instalado ya esa convicción que parece irreversible.
Como sea, el ministro de Economía se siente satisfecho después de semanas muy complicadas y haber salido tercero en las PASO. El escribe su propio relato. Allí se pone en el segundo lugar de las primarias, basado en la performance individual de los candidatos. Solo cita a Patricia Bullrich para ningunearla -trata de instalarla como “la ministra de Seguridad de Melconian”- e insistir cada vez que puede que en la elección de agosto ella salió tercera, con 17 puntos. La realidad indica que el espacio Juntos por el Cambio fue segundo el 13 de agosto -con una luz de ventaja sobre el tercero, más no tan distanciado del primero-, a partir de haber disputado la interna más competitiva de ese domingo electoral. Aunque con esos parámetros habrá que tener en cuenta entonces que los 27 puntos y monedas de UP pasan a ser 21 si solo se considera los votos que consiguió Massa. Apenas cuatro puntos por encima de la candidata ganadora de JxC, a quien le bastaría retener la mitad de los votos de Rodríguez Larreta para sobrepasar al candidato oficialista.
Más allá de esas especulaciones, el oficialismo confía en que una porción de los votos de la principal oposición estarían emigrando hacia el candidato libertario. Y hasta sus miembros han deslizado -tal vez con deliberada intención- que buscarán evitar soslayar tanto a Bullrich para que sus votos migrantes no terminen consagrando a Milei en primera vuelta. ¿Será verdad, o es otro intento por mostrar a JxC en caída libre?
Teorías que los votos terminarán develando, pero que por ahora Massa utiliza en beneficio propio, dando por sentado el segundo lugar, pues resulta impensado que un peronismo unido y gobernando no pueda alcanzar al menos ese premio consuelo.
Celebró Massa, decíamos, haber tenido una semana donde considera que se le alinearon los planetas. La jugada de Ganancias terminó redituándole mucho, estima. Más allá de que no necesariamente los beneficiarios de la eliminación del gravamen -un universo de 800 mil trabajadores formales con sueldos superiores a 700 mil pesos- sean potenciales votantes de Unión por la Patria. El objetivo no necesariamente era congraciarse con esos votantes, sino entronizar a Massa como el adalid contra el impuesto a las Ganancias. Habrá que reconocer que la prédica del ministro en ese ámbito no es reciente, sino que viene al menos desde tiempos de Cambiemos. Recordemos la gran pulseada que mantuvo entonces el Frente Renovador con el gobierno de Macri en 2016 precisamente por el tema Ganancias, una cuestión que esa administración pateó durante todo su primer año hasta que a fines de 2016 Massa terminó aliándose con el resto del peronismo -Frente para la Victoria incluido- y forzaron finalmente su modificación.
Tal fue el nivel de la pelea que esa fue la causa de la ruptura definitiva entre Massa y Macri.
El ministro de Economía logró instalar el tema como si el beneficio alcanzara a la totalidad de los trabajadores, pero además tuvo un mérito extra y -¿por qué no?- buscado: generar una grieta dentro de Juntos por el Cambio -aunque terminó votando en contra de manera unificada- y exponerlo como opuesto a conceder un alivio fiscal.
La jugada mostró también a Javier Milei jugando el juego de Sergio Massa: dio quórum para el debate -entró junto a su vice, Victoria Villarruel, dos minutos antes de que se alcanzara. Ergo, colaboró para tal fin-, y votó el texto impulsado por el candidato presidencial de UP, con el que lejos está de confrontar, alentando así las crecientes especulaciones que circulan a partir de la certeza de que las listas de La Libertad Avanza han contado con el “inestimable aporte” de dirigentes cercanos al actual oficialismo. Entre otras cosas.
Fue una semana muy particular para Milei, en la que el libertario comenzó a mostrar sin mayor pudicia su cercanía a las castas que dice venir a aniquilar. Su relación con Luis Barrionuevo quedó oficializada en el acto que el viernes por la noche le organizó en Parque Norte, predio de otro pope sindical como es Armando Cavalieri.
La acusación respecto de una supuesta funcionalidad del candidato libertario con el del oficialismo está obviamente teñida de partidismo, aunque no por ello deja de tener visos de realidad. Hay que remontarse a las vísperas de la presentación del Presupuesto para verificarlo. Fue cuando Milei le pidió a Massa que, en su condición de ministro de Economía, no cumpliera con la ley evitando mandar el proyecto al Congreso sino hasta pasadas las elecciones. Curiosamente, en lugar de desechar de plano la sugerencia, el Palacio de Hacienda dijo que analizaría su viabilidad, aunque terminó cumpliendo con los tiempos legales, como si esa fuera una concesión en aras de la transparencia.
La otra supuesta “concesión” que hizo Massa fue postergar el tratamiento del Presupuesto 2024 hasta después de las elecciones, con lo que se evitó tener que ir al Congreso a cumplir con el ritual de exponer los lineamientos de su proyecto, algo que en definitiva debió haber hecho, pues es uso y costumbre. Gracias a la intervención de Milei, que por lo demás no tiene mayor participación legislativa salvo asistir a las sesiones, el ministro de Economía se evitó asistir inmediatamente después de presentado el Presupuesto a la Cámara de Diputados, donde la oposición lo esperaba con cuchillo y tenedor.
El servicio de Javier Milei para estas elecciones resultará invalorable para el kirchnerismo, más allá de que el libertario -cuyo nacimiento político y crecimiento siempre fue, cuanto menos, bien visto desde el oficialismo- termine llegando a la presidencia. Ese es un riesgo que era impensado a priori, cuando solo se buscaba dividir a la oposición. Si en definitiva La Libertad Avanza llega al poder y lo hace a expensas de UP derrotada en el balotaje, será el mal menor, pues desde ese espacio no le asignan a LLA la menor posibilidad de reelección, tal cual sucediera con Donald Trump y Jair Bolsonaro, a quienes consideran símiles internacionales, salvando las distancias. Es más, en diálogos privados tampoco estiman que vaya a terminar ese primer mandato, basados en la falta de estructura para gobernar, que se nota en el armado acelerado que están haciendo a cielo abierto ahora que se ven con chances de ganar.
La hipótesis oficialista -y que se percibe en el propio seno de JxC- es que si ese diagnóstico se cumple, la principal oposición estallará por los aires a partir de la misma noche del 22 octubre. Bingo para Unión por la Patria, así pierda las presidenciales. Eso sí: tienen que garantizarse entrar al balotaje, sino el que estalle esa noche será el peronismo, tras la que sería en ese caso su peor derrota histórica.
Si pierden la Nación, el kirchnerismo necesita sí o sí ganar la provincia de Buenos Aires. De hecho, hasta alientan en el Instituto Patria ese resultado, que dejaría a Massa derrotado y más inofensivo en ese caso que gobernando, y al kirchnerismo refugiado en el principal distrito y condicionando a un gobierno nacional que anticipan débil.
Sergio Massa acepta los dos escenarios. Obviamente aspira a ganar un balotaje, con el aporte de una parte importante del 39% de Juntos por el Cambio que apostó en agosto por Rodríguez Larreta. Pero el ministro no come vidrio y sabe que esa premisa es muy empinada. Si por el contrario terminara perdiendo el balotaje con Milei, Massa se proclamará esa misma noche “jefe de la oposición”, y andará en el futuro haciéndose cargo del cuarenta y pico por ciento que pueda lograr en una segunda vuelta, y no en el treinta y algo verdaderamente propio de octubre.
Pero para eso, reiteramos, tiene que transformar en realidad el relato que está tratando de instalar y vencer el 22-O a Patricia Bullrich. Si eso no sucede, no solo ya no tendrá futuro político, sino que también estará comprometido para el ministro de Economía el tiempo que irá entre ese día y el 10 de diciembre.