Comenzaron a llegar al mundo hace unos veinte años, primero tímidamente, hasta dejarse “probar”. Luego aparecieron una tras otra, marca tras marca, hasta llegar hoy en día a zambullirse masivamente en los tragos que consumen los jóvenes en los pubs, discos y todo lugar de diversión nocturna. Son las mal llamadas por sus productores “bebidas energizantes”, promocionándolas como “ideales para el deportista, el estudiante y todo el que desarrolle esfuerzo físico, además de mejorar el estado de ánimo”, encubriendo la verdad y todo el mal que producen. Especialmente en cuanto a esa promocionada “mejora del estado de ánimo”, cuyo blanco principal es la juventud.
En estos últimos años estas bebidas han caído en cascada sobre prácticamente todos los países el mundo. Es así como los diversos mercados del planeta reciben latas o botellas, cuyo contenido en casi todos los casos es de 250 mililitros, con nombres de fantasía tales como “Dark Dog”, “Blue”, “Nitro”, “Speed”, “Burn”, “Tab”, “KMX”, “Full Throme”, “Red Bull”, “Hot Power”, “Rox”, “Vitaliza”, “Blue Demon”, “Rocket Fuel”, “Red Devil” o “Boost”. Nombres cuyas traducciones hablan por sí mismas y resultan llamativas para impactar, precisamente, en las mentes de los jóvenes y atraerlos, hasta que una vez probadas por ellos, difícilmente puedan prescindir de las simpáticas latitas.
Es que la fórmula de la composición de estas bebidas –que no varía mucho entre una y otra- contiene elementos que realmente colaboran no sólo a “levantar el ánimo” de quienes las consumen, sino también a mantenerlos despiertos durante muchas horas. Por algo la leyenda que promociona a “Rocket Fuel” dice: “Despierto todo es posible”.
Además de la cafeína, entre los principales ingredientes figuran taurina, glucuronolactona, inositol, niacina y ácido pantoténico, mezclados con vitaminas B6 y B12, carbohidratos, sodio y azúcar.
La cafeína es la sustancia psicoactiva más consumida en el mundo, suficientemente conocida por sus propiedades para “mantenerse despierto”. En varias de las bebidas mencionadas la fórmula incluye guaraná, la esencia de origen brasileño que de por sí ya tiene un alto contenido de cafeína, por lo cual aumenta considerablemente la presencia de ésta en la bebida.
La taurina se obtenía en la antigüedad del semen masturbado del toro y era utilizada para prevenir algunas enfermedades, si bien –para aquellos que den un respingo al leer ésto- actualmente se obtiene mediante otros procesos menos traumáticos. Es considerada por los fabricantes de las bebidas como un “complemento alimenticio”, razón por la cual las jovencitas bulímicas o anoréxicas también acuden a su consumo pensando que su deficiencia alimentaria está de esa manera “cubierta”.
La glucuronolactona es un químico altamente peligroso, que fue desarrollado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos durante los años ‘60 para estimular la moral de las tropas acantonadas en Vietnam pues actuaba como una droga alucinógena que calmaba el síndrome de la guerra. Pero sus efectos en el organismo fueron tan devastadores que fue descontinuado ante el alto índice de casos de migrañas, tumores cerebrales y enfermedades del hígado que mostraron algunos soldados que la consumieron. A pesar de ello, en las latas de estas bebidas aún se lee que entre sus componentes aparece la glucuronolactona, catalogado médicamente como un “estimulante”.
Tomemos como ejemplo la fórmula de una de las bebidas en cuestión, “Vitaliza”. Entre cantidades más discretas de los otros elementos que la componen, cada envase de 250 mililitros contiene 48 miligramos de cafeína, 500 mg. de taurina y 50 mg. de inositol. En este caso, la ausencia de glucuronolactona en su composición está compensada por la excesiva cantidad de cafeína y taurina y por el inositol, también llamado “Vitamina B8”, utilizado psiquiátricamente para tratamientos contra la depresión y los trastornos de pánico.
Es la combinación de estos tres elementos más la glucuronolactona –que sí contiene la mayoría de las restantes bebidas-, sumados a la mezcla con los aditamentos restantes como las vitaminas, los que hacen que los consumidores de las bebidas estimulantes no deban beber más de dos a tres latas por día. Y eso sin mezclarlas con otras sustancias, lo que lamentablemente ocurre. Es que la juventud, siempre hábil para descubrir –de motu proprio o inducida- nuevas aplicaciones para lo que utiliza, llegó lamentablemente al siguiente paso habilitante para prolongar su energía, placer y mantenerse sin sueño y activos toda una noche hasta avanzada la mañana siguiente: mezclar estas bebidas con alcohol e incluso con drogas.
De hecho, el reciente fallecimiento en Buenos Aires de una estudiante de 16 años a causa de un repentino infarto se debió, según los médicos que la atendieron, a la mezcla de varias latas de una de estas bebidas estimulantes y alcohol con una importante dosis del alucinógeno “Extasis”. Otra lacra muy habitual actualmente en las discotecas y en los festivales de música electrónica, eventos éstos en los que el éxtasis corre fluidamente entre los asistentes, distribuido tanto por los dealers como por los propios responsables del lugar donde se desarrollen, con el agregado de que su consumo requiere de la ingesta de gran cantidad de líquido, para no deshidatarse. Entonces los delincuentes de turno clausuran los grifos del agua corriente –ya que los jóvenes anteriormente acudían con frecuencia a los baños a beber agua- para obligarlos a adquirir el agua mineral que ellos venden, además a precios exorbitantes, o, mejor aún, bebidas estimulantes como las hasta aquí mencionadas.
Uno de los aspectos bastante conocidos que rodea a esos eventos y que ya es vox pópuli entre la sociedad. Pero las autoridades correspondientes, como es habitual desde hace tiempo, brillan por su ausencia.
Y así se genera uno de los desastres padecidos por los jóvenes de nuestros días, además del consumo de drogas, anfetaminas y alucinógenos. En una sola noche de diversión, por ejemplo en una disco, la febril actividad y excitación desplegadas y el deseo de prolongarlas más allá de la salida del sol combatiendo el cansancio y el sueño hacen que, además de consumirse mucha más cantidad de latas de estas bebidas que lo permitido -llegándose a cantidades que van de los ocho a diez envases-, las mismas se mezclan con bebidas alcohólicas, producto final al que la fértil e interesada imaginación de quienes los expenden los denomine inocentemente “tragos”.
Para tener una idea de la variación de combinaciones podemos señalar que una de estas bebidas estimulantes, “Nitro”, de mucho consumo en Uruguay, hasta publicita estos “tragos” en su página de Internet (nitro.com.uy), donde pueden observarse diversas variantes, por ejemplo “Nitro” con ron, con champagne, con vodka, con coñac y ron, con vodka y gin, y con whisky, ron y vermouth. Un directo y abiertamente publicitado ataque contra la salud de los jóvenes a quienes van destinados esos “tragos”, sin que merezca la más mínima sanción u observación de aquellos a quienes corresponda actuar.
Mezclas lo suficientemente explosivas como para que muchos jóvenes hayan incrementado en los últimos años la atención hospitalaria a casos de infartos, arritmias, taquicardias y otras derivaciones por el estilo. Profesionales del Servicio de Hemodinamia del Hospital Italiano de Buenos Aires indicaron en su momento que se ha incrementado el registro de problemas cardíacos por el consumo de alcohol mezclado con bebidas estimulantes, llegando a atenderse a muchas personas jóvenes con infartos agudos sin tener una enfermedad coronaria previa.
Señalaron en tal sentido que “el infarto es mucho peor en una persona joven, en la que las coronarias se tapan de manera abrupta”, alertando que esos pacientes hasta pueden padecer una insuficiencia cardíaca de por vida. Uno de los profesionales explicó: “Lo que ocurre es que toman con alcohol varias latas de estas bebidas en una noche, y semejante carga de cafeína -equivalente hasta a más de 20 tazas de café - aumenta la frecuencia cardíaca, somete a un mayor roce la cobertura interna de las arterias y produce una irritación que puede generar un coágulo que tape la arteria y produzca el infarto”.
Por su parte la doctora Mónica Nápoli, médica toxicóloga, consideró que, aunque se las llame “energizantes”, estas bebidas no lo son, señalando: “Son desfatigantes o estimulantes. Estas bebidas quitan la sensación de fatiga. No es que el que las toma no se cansa, sino que no siente el cansancio. De igual forma, esta enorme cantidad de cafeína les permite beber en cantidad hasta llegar a la ebriedad, o incluso el coma alcohólico, porque retrasa los efectos del alcohol”.
Aparte de que los voceros de las empresas líderes en la fabricación de estas bebidas defienden obviamente a sus productos expresando que lo perjudicial para la salud no es el consumo de la bebida sino la ingesta excesiva de alcohol con que se la mezcla, en las latas se advierte –con letra demasiado pequeña- sobre la inconveniencia de que consuman energizantes los niños y las personas diabéticas y se aconseja no exceder el límite de dos por día. Sin embargo, en muchas de ellas una advertencia o prohibición para que estas bebidas no se ingieran mezcladas con alcohol también brilla aún por su ausencia, al igual que, como señalamos anteriormente, la acción efectiva de las autoridades correspondientes.
Velocidad ilimitada
En la Argentina el mercado de las bebidas mal llamadas “energizantes” ha sido copado actualmente por “Speed”, nombre con el que genéricamente se conoce a la marca “Speed Unlimited”, que desembarcó en el país en 1999, y que no parece ser casual: también se denomina así a una anfetamina de la familia de las drogas sintéticas, que provoca un estado de estimulación física y psicológica y anula el cansancio y el sueño, entre otros “logros”. Si parecen ser coincidentes las propiedades de la bebida y de la anfetamina que llevan el mismo nombre, no parece ser casual también la frase que suele acompañar las promociones de “Speed”: “Lo más prohibido”.
Precisamente apuntar hacia el carácter de “lo prohibido” parece ser uno de los sistemas de promoción de quienes comercializan “Speed”, apuntando a la fértil imaginación de los jóvenes. Para ello se organizan frecuentemente eventos, por lo general en una conocida disco, en los cuales se cuenta con los servicios de un grupo de agraciadas promotoras, todas rubias por supuesto y vestidas llamativamente con sólo dos piezas donde se destaca, dentro de sus escasos límites, el logotipo de la bebida. Las muchachas se ubican en lo alto de una tarima en la que bailan y -para mayor excitación de los asistentes mientras éstos consumen latas y más latas de “Speed” o su habitual mezcla con vodka y jugos de frutas- ejecutan algunos actos de lesbianismo.
Otro de los sistemas de promoción de los productores publicitarios de la bebida consiste en otorgar diversos beneficios a los propietarios del local de turno, que van de la colocación en el mismo de luminarias con el logo incandescente de “Speed” al obsequio de elementos decorativos y de buena cantidad de envases de la bebida sin cargo alguno.
El caso es que “Speed” es actualmente la única marca que aceptó la imposición de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT), el organismo de la Argentina que regula y controla todo en esos rubros, para que rebaje la cantidad de cafeína en la bebida, que era de un 35% por cada 100 mililitros, a un 20%, el máximo permitido. Aunque debe tenerse en cuenta que si el envase contiene 250 mililitros, la cantidad de cafeína sigue siendo muy alta.
Esta bebida es fabricada por la firma austríaca August Starzinger, una compañía dedicada al rubro “aguas minerales” aunque parece que el descubrimiento de “Speed” le ha rendido mayores beneficios.
Lamentablemente el afán de lograr beneficios hace que a los productores y comercializadores de “Speed” –como los de las restantes bebidas estimulantes- les importe un rábano lo que les ocurra a sus consumidores. Si bien se amparan en que no son responsables de la mezcla que éstos hagan de la bebida con alcohol, saben perfectamente lo que ocurre los fines de semana con las distracciones de la juventud, que en una sola noche de constante movimiento en las disco pierden gran cantidad de agua y electrolitos de sus cuerpos, esa deshidratación los obliga a consumir muchos más envases de los permitidos y, si prefieren los “tragos” como los que citamos anteriormente –su mezcla con diversas bebidas alcohólicas-, las consecuencias finales pueden resultar mucho más funestas.
Precisamente, a las formas de promoción de “Speed” como las ya citadas, se agregan precisamente la de diversos “tragos” publicitados sin ruborizarse y con sus correspondientes nombres de fantasía, como éstos, por ejemplo, que citamos a continuación. “Fuego Sagrado”: Speed y Vodka; “Fritz Evolution”: Speed y Cointreau; “Speed Volador”: Speed con Whisky; “Fresh Oddyssey”: Speed con Gancia; “Acid Psycho”: Speed con Champagne; “Rápido sin Límite”: Speed con Gin; o “Histeria”: Speed y Tía María.
Todo un muestrario de la fulminante mezcla de este tipo de bebidas estimulantes con variedad de bebidas alcohólicas que constituyen una verdadera bomba para los organismos de los jóvenes, que son así inducidos a su consumo sin que haya control alguno por parte de las autoridades sanitarias.
En el verano de 2001 “Speed” era aún lo suficientemente nueva en el mercado argentino como para que el diario “Clarín” le dedicara un artículo, firmado por Victoria Tatti, que entre otras cosas reproducía las sensaciones que esta bebida provocaba entre algunos jóvenes entrevistados en un local bailable de Pinamar, en la costa atlántica.
Por ejemplo, una joven de 24 años que no paraba de bailar decía: “Yo estoy trabajando y hace varios días que no duermo porque esto me mantiene despierta. Está bárbaro, es energizante. Te pone las pilas”. En tanto, en la barra un joven pedía un vodka y una lata de “Speed”, los mezclaba y los bebía, diciendo: “Si lo tomás solo no pasa nada, pero si lo mezclás con vodka o con champán, te parte la cabeza”. Un amigo suyo agregaba: “Te pega, te estimula, me entendés. No podés parar, no sé por cuánto tiempo. Te da una energía impresionante”.
Mientras, en Buenos Aires se recogían expresiones similares. Mariana, de 23 años y estudiante de Sociología, se autodefinió como fanática de “Speed”: “Te pone a full. No tenés que tomar más de cuatro. Un día tomé ocho en una fiesta y no dormí en todo el día. Me tembló el pulso y tuve taquicardia”. Por su parte Sergio, de 25 años, y empleado en un local de venta de ropa también dijo conocer el efecto de la mezcla: “A mí me gusta tomarlo con champán. Te tomás cuatro o cinco y bailás toda la noche. Es una masa”.
El caso es que ya se han sucedido en los últimos años una serie de casos de jóvenes fallecidos, a causa del descontrol en la cantidad de este tipo de bebidas ingeridas y su mezcla con alcohol y aún drogas como el éxtasis, si bien la prensa no informa demasiado sobre estas trágicas cuestiones. Es que los productores de las bebidas estimulantes pagan muy buenas pautas publicitarias en los medios como para que éstos publiquen algo en contra de las mismas. En todo caso se limitan a realizar sesudos comentarios acerca de la mezcla de drogas y alcohol, dejando al margen la ingesta de estas bebidas estimulantes.
Por otra parte, estas compañías no sólo operan sobre los dueños de locales bailables y pubs ofreciéndoles descuentos en los precios, merchandising gratis y otros beneficios como los que mencionamos anteriormente, sino que también buscan sumarlos al lobby ejercido sobre los legisladores que pretenden regular la comercialización de estos productos. Aunque en los hechos no puedan demostrarlo, aseguran sin ruborizarse que las disposiciones que los obligan a reducir la concentración de cafeína en las bebidas “nos privan de una herramienta que nos otorga energía para desarrollar nuestra actividad de la mejor manera posible”.
Incluso publican costosas solicitadas presuntamente firmadas por “deportistas” pero que en realidad parecen redactadas por los publicitarios de esas empresas. Con todo el marketing engañoso dirigido principalmente a los jóvenes, han logrado algo: el estudio de una consultora realizado entre septiembre de 2003 y enero de 2005 ya había mostrado en esa oportunidad que las ventas crecieron en un 300%.
La embestida del toro rojo
Una de las marcas más famosas de bebidas estimulantes que se comercializa en más de cien países del mundo ha tenido conflictos judiciales en muchos de ellos que intentaron prohibirla o al menos que baje la cantidad de cafeína en su composición, a lo que se ha negado rotundamente, y en todos los casos ha ganado los juicios menos en tres de esos países, Francia, Noruega y Dinamarca, que prohibieron su venta libre por considerar a sus ingredientes un “cóctel de muerte”, aunque su descubridor y propietario, tercamente, insiste en que terminará por vencerlos también. Es que no sólo cuenta con los mejores equipos de abogados, sino también con el respaldo y la presión de las embajadas de su propio país de origen.
Dietrich Mateschitz –“Didi” para sus amigos más cercanos- es un empresario austríaco que de haber comenzado vendiendo detergentes para la compañía Unilever y tras haber adquirido gran experiencia en marketing licenciándose en el World Trade Institute, pasó a ser uno de los hombres más ricos del mundo, llegando a ocupar el puesto 427º de la revista “Fortune” con 1.000 millones de dólares en su haber y enarbolando su frase preferida: “El poder de la publicidad es mucho más fuerte que las promociones a largo plazo”. El camino inicial para llegar a su fortuna actual lo hizo a partir de uno de sus viajes por el mundo, esta vez -luego de haber vendido también cepillos de dientes y pastas dentales para Procter&Gamble- como director de mercadotecnia de la firma alemana Blendax.
Fue cuando descubrió que en Tailandia vendían cierto jarabe tonificante que él mismo solía tomar con hielo durante los vuelos de regreso a Alemania para disminuir el cansancio. Entonces decidió estudiar el mercado de esos productos, y se encontró con Chaleo Yoovidhya, quien tenía en Tailandia una empresa que fabricaba ese tipo de tónico. Rápidamente, Mateschitz lo convenció para introducir un producto similar en Europa haciendo algunos cambios en la fórmula y el nombre. Así, mediante una inversión inicial de un millón de dólares, nació la primera marca de bebidas estimulantes de la historia: Red Bull. Corría el año 1987, y “Didi” debió esperar tres años para que en Austria le aprobaran la licencia, pero una vez logrado esto y tras obtener los permisos de salud de diversos países europeos, el producto fue finalmente lanzado. Durante el primer año de operaciones se vendieron un millón de latas, cantidad que se duplicó al segundo año, hasta llegar a la actualidad en que, como ya se señaló, esta bebida se comercializa en más de 100 países del mundo.
La escalada de progresos que ha tenido la comercialización de esta “energy drink” hace que hoy en día Red Bull patrocine numerosos eventos deportivos y tenga un equipo de competición propio en las carreras de Fórmula 1. Como una muestra de la manera en que esta bebida ha ido inundando los mercados de más de cien países, existen registros que indican que en 2004 había vendido unos 2.000 millones de latas, y en 2005 había elevado esa cifra en un 25% más.
Actualmente, Mateschitz y sus abogados están en litigio con la ANMAT de Argentina, por cuanto ésta ha detenido hasta el momento el avance de Red Bull en el país, prohibiendo su venta, mientras en su momento el pícaro ex ministro de Salud, Ginés González García –siempre atento a hacer negociaciones donde veía que podía lograr una “comisión” a su favor- hacía la “vista gorda” a ese avance. Sin embargo se cree que esta resistencia del organismo argentino será difícil de mantener, ante el poder del empresario y los aliados que éste tiene. Es que la embestida del toro rojo tiene además el respaldo de la embajada de Austria en Buenos Aires, que presiona sobre el gobierno y los políticos locales, y a su vez hasta hace lobby ante la Unión Europea y la Organización Mundial de Comercio para abogar por “Didi” Mateschitz y su hasta ahora fallida incursión en la Argentina.
Además, el grupo se aferra a un dictamen que elaboró, en épocas del gobierno de Fernando de la Rúa, una incompetente directora del Instituto Nacional para los Alimentos (INAL), la ingeniera María Elena Laferriere, quien mediante la Disposición 6611/2000 –y presionada ya entonces por el grupo Red Bull- clasificó a las bebidas de este tipo como “suplementos dietarios”, lo cual permitía su venta libre. De esa clasificación, obviamente, se colgaron todos los productores y comercializadores de estas energy drinks para desatar una invasión más profunda de sus latitas en el país.
A partir de allí y con el correr de los años comenzaron a sucederse las alertas, con casos en su mayoría graves que llegan a los hospitales por el consumo de estas bebidas. El problema para los organismos competentes era que ya había muchas de ellas en el mercado, y prohibirlas significaba la aparición de numerosos juicios contra el Estado. Y no había profesionales de valía como para enfrentar el problema: la ingeniera Laferriere ya había sido despedida, pero en su lugar en el INAL Ginés González García colocó a un amigo suyo, el doctor Matías De Nicola, que era tan incompetente como su antecesora y encima no era ni médico ni ingeniero alimentario. Era veterinario.
Por toda esta falta de profesionalismo en los estamentos oficiales, especialmente en lo que hace a la aprobación de alimentos, bebidas y medicamentos, y a la inacción de los legisladores en ese sentido, es que la embestida del toro rojo y de otras bebidas estimulantes encontrarán un fértil campo de acción en el país.
Mientras tanto las noticias –al menos las que provengan de medios que no cuentan con la abundante publicidad pagada por estas empresas-, continuarán hablando de tanto en tanto de casos de jóvenes que caen como moscas en la interesada telaraña tejida por las compañías productoras de las simpáticas y a la vez letales latitas de energy drinks.
Carlos Machado