Deseoso de recuperar un protagonismo que desde hace tiempo le viene siendo esquivo, el presidente de la Nación denunció penalmente al candidato presidencial Javier Milei. La denuncia incluyó al legislador porteño y candidato a jefe de Gobierno Ramiro Marra, y a Agustín Romo, candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, pero la frase que hizo carrera y motivó la reacción del oficialismo en su conjunto y la denuncia presidencial, fue aquella en la que el libertario sugirió no renovar los plazos fijos porque el peso no vale “ni excremento”.
Semejantes dichos de quien hoy por hoy es el favorito para ganar las próximas elecciones generaron críticas no solo en el oficialismo, sino también en la principal oposición, que hace un rato largo ha dejado de ser contemplativa con Milei y ahora le pega para que tenga y guarde, tal vez de manera tardía. Se le reprocha que en su condición de candidato presidencial con grandes aspiraciones a ponerse la banda presidencial el 10 de diciembre acerque así un fósforo a la pradera seca.
En la Argentina hay libertad de expresión; todos son libres de decir lo que les plazca, pero es discutible que alguien de semejante envergadura política no asuma ese rol, sino que mantenga el de analista financiero. Aun a riesgo de desatar una corrida bancaria, que es lo que se le reprocha.
De ahí a que el mismísimo presidente de la República lo lleve a la justicia, hay un trecho largo. Con su actitud, Alberto Fernández le dio centralidad al candidato de La Libertad Avanza, en un momento clave y justo cuando venía de participar en un debate donde no le fue tan bien como en el primero.
Respecto a Milei hay coincidencias en que no se lo debe atacar, porque eso lo potencia, pensamiento que promueven los consultores brasileños que ponen como ejemplo lo que en ese país pasó con Jair Bolsonaro. Pero mucho menos victimizarlo, y eso es lo que hizo el Presidente con su denuncia. De ahí que desde el círculo íntimo de Sergio Massa se hayan ocupado de difundir el enojo del ministro/candidato con Alberto Fernández.
Lo cierto es que el Presidente subió al ring a Milei, aunque mejor sería decir que él fue quien quiso subirse con el libertario. Sigue convencido de que fue un error haberlo desplazado de la posibilidad de competir por la reelección. Dueño de una notoria autoestima, el Presidente sigue pensando que él hubiera hecho un mejor papel que su ministro de Economía. Incomprobable.
Si bien los defensores de Milei insisten en que el León no hizo más que repetir lo que piensa desde hace tiempo, está claro que con semejante definición buscó una frase de alto impacto para avanzar hacia su objetivo de poner en marcha desde el gobierno un plan para dolarizar. Tan sincero como con lo que dijo sobre los depósitos estuvo aquel sincericidio reciente, según el cual “cuanto más alto esté el precio del dólar más fácil es dolarizar”.
Los dichos de Milei fueron un empujón más hacia los mil pesos por dólar, alternativa de la que habíamos hablado precisamente la semana pasada, pero sin esperar un récord semejante en tan breve tiempo. Parecieran ser parte de una estrategia calcada de quien el libertario admira mucho y al que quisiera parecerse: Carlos Menem.
En 1989, Domingo Cavallo fue acusado de hablar en contra del gobierno de Alfonsín en Estados Unidos, advirtiendo que no pagarían lo que pudieran llegar a prestarle, para acelerar lo que terminaría sucediendo: la salida anticipada del Presidente. Paralelamente, el entonces diputado Guido Di Tella, economista y quien luego sería canciller de Menem, le asestó un duro golpe a la presidencia de Raúl Alfonsín, cuando anticipó que se venía un dólar “recontra alto”, contribuyendo así con una corrida cambiaria.
El periodista Bebo Granados cuenta en primera persona su anécdota con Di Tella. Cuando faltaban aún meses para que Menem asumiera la presidencia que ya había ganado en las elecciones, el conducía con Marcelo Bonelli un programa en radio Mitre los sábados a la mañana al que llamó Guido Di Tella para pedir salir al aire. Fue en ese reportaje donde anunció que “el dólar con nosotros va a estar ‘recontra alto’”. Previsiblemente, esa frase apareció en la tapa de todos los diarios del domingo.
“El lunes no quedaban ni los cimientos en el microcentro”, recuerda el veterano periodista económico. En el programa “Animales sueltos”, contó también que dos años después, al encontrárselo ya como canciller del gobierno de Menem, le preguntó por qué habían hecho eso. “Teníamos la orden de hacerlo… de arriba”, fue la respuesta. ¿De quién? “Del número 1 y el 2”, dijo en referencia a Menem y Eduardo Duhalde. ¿Y por qué? “Porque la orden era que Alfonsín se fuera escupiendo sangre, para poder hacer el ajuste después… -explicó-. Entonces después, ellos, hacen la operación sin anestesia”.
Pero por mayor esfuerzo que ponga en parecerse al riojano de grandes patillas de entonces, Milei debería considerar ciertas diferencias. Por lo pronto, que Menem contaba con el respaldo del Partido Justicialista, donde él había validado títulos el año anterior, al vencer en la única gran interna abierta que se recuerda en ese partido. Tenía también bancadas numerosas y sólidas que lo respaldaban en ambas cámaras del Congreso. No es el caso de un eventual presidente libertario. Ni de cerca.
En 1989, cuando Menem asumió el poder seis meses antes, tenía 127 diputados, justo la mitad del cuerpo, que por entonces era de 254. La UCR -principal oposición- tenía solo 90. En el Senado, el peronismo contaba con más de la mitad de los senadores: 25 sobre 46. Pero como además asumió antes, hubo un acuerdo con el radicalismo para que hasta diciembre le votaran todo lo que necesitara, a pesar de estar en minoría. En el libro Gobernar en Minoría, Miguel Pichetto recuerda que así salieron la reforma del Estado, la reforma administrativa y la reforma económica, en lo que el exsenador nacional refiere como “un acuerdo de Estado”.
Así y todo a Menem no le fue bien de entrada; más bien lo contrario: llegó en plena hiperinflación y más tarde tuvo otra hiper, ahora propia. Dos años demoró en encontrar la llave de la estabilidad bajo la etiqueta de la convertibilidad. La solución no llegó con un pase de magia. ¿Con qué espaldas podría Milei sobrellevar una situación similar?
El líder de La Libertad Avanza sabe que “cuanto peor, mejor” y no se preocupa por ocultarlo. Sabe que una espiralización de la crisis podría dejarlo al borde de ganar en primera vuelta, aunque esa posibilidad aparece aún lejana. La gran duda es con quién iría al balotaje. Milei prefiere a Massa: públicamente ha dicho que se ve disputando con él la segunda vuelta y se notó también en los debates -sobre todo el primero-, donde parecía estar decidido a adelantar el balotaje en ese escenario. Tiene sentido su elección: está claro que la mayor parte del voto de JxC no iría en ese caso hacia donde haya kirchnerismo.
Massa también trata de dar por sentado que la segunda vuelta será entre ambos y esgrime encuestas que lo reafirman, aunque la credibilidad de las mismas sugiera fuertes dudas. La última semana no se lo vio tan seguro al ministro de Economía, consecuencia de una crisis económica que parece desbocada. El dólar a mil les mostró el abismo y recién sobre el final de la semana, cuando la moneda norteamericana quedó debajo de las 4 cifras, se calmaron un poco. Cuentan los días hábiles que quedan hasta las elecciones, ese es el futuro sobre el que trabajan: más cortoplacismo imposible.
Celebran el oportuno feriado puente que acortó los tiempos: apenas quedan 4 ruedas cambiarias hasta las elecciones generales. ¿Y después? Se verá. No es lo mismo quien ingrese al balotaje, acompañando a Milei al que todos dan por seguro. ¿Se animará Sergio Massa a hacer las cosas que hay que hacer con la economía si queda afuera? Todos dan por seguro de que si con semejante cuadro crítico accede a “la finalísima”, seguirá haciendo lo mismo hasta pasado el balotaje del 19 de noviembre. Habrá que ver con qué recursos.
“Seguimos con esa metáfora de que vamos a adelgazar comiendo y tomando cerveza”, ironizó el economista Salvador Di Stéfano.
Paralelamente en Juntos por el Cambio el mejor papel de su candidata en el segundo debate fortaleció los ánimos que venían de capa caída. Y ante la convicción de que antes de pensar dónde conseguir más votos lo primero es mantener la adhesión de los que ya votaron a ese espacio el 13 de agosto, hicieron lo que algunos recomendaban para aquella noche, mas no hubo plafón entonces: anunciar a Horacio Rodríguez Larreta como jefe de Gabinete.
“Estamos armando el mejor equipo para sacar a la Argentina adelante”, dijo Patricia Bullrich al anunciarlo este sábado. La noticia había trascendido la noche anterior, y daba sentido a los mensajes que miles de vecinos habían recibido en las últimas horas por vía telefónica, donde el propio Larreta hacía campaña por la candidata presidencial de Juntos por el Cambio.
“Tenemos que ser rápidos, tenemos que ser eficientes”, sostuvo Bullrich este sábado al anunciar a su rival en la descarnada interna como su principal funcionario en un eventual gobierno propio.
El anuncio busca fortalecer el voto propio y aventar fantasmas tales como el propio Larreta armando un partido propio el día después de una derrota, como se hizo circular en la semana.
No faltó quien recordara este fin de semana las veces que, recordando la importancia que Horacio Rodríguez Larreta tuvo como jefe de Gabinete en los dos mandatos de Mauricio Macri al frente de la Ciudad, que en la gestión presidencial al líder del Pro le faltó esa espada en su gobierno. Ahora será una posibilidad que tendrá Patricia Bullrich. Si gana.