La campaña del miedo que el oficialismo ha desplegado no ha tenido, según las dudosas encuestas disponibles, el éxito esperado ya que el promedio de todas ellas muestra ganador al candidato libertario. Tampoco ha cuajado la insólita pretensión de Sergio Massa de que olvidáramos su complicado y tan contradictorio pasado y disfrazarse de candidato capaz de encarnar un cambio diferenciándose, al igual que hace Cristina Fernández, del fracasado y corrupto gobierno que comparte y cuya jefatura de facto ejerce desde hace más de un año. Es que el hartazgo que embriaga a una sociedad tan rota, producto de la voluntad kirchnerista de pauperizarla para dominarla, supera a la incógnita o al temor que suscita un curioso personaje, un desconocido recién llegado que, a través de las redes sociales, ha adquirido la gran probabilidad de representarla.
Quienes estamos preocupados por una eventual reedición, en peor versión y por veinte años más, de cuanto vivimos bajo el kirchnerismo, debemos instar a nuestros amigos y conocidos a votar positivamente, aunque lo hagan tapándose la nariz por el disgusto de tener que optar por un mal menor; la abstinencia y el voto en blanco favorecen a Massa, triunfador en la primera vuelta. El Gobierno, que se negó a postergar el fin de semana largo con la intención de perjudicar a Javier Milei presumiendo que muchos de sus electores lo aprovecharían para viajar absteniéndose de votar, tuvo una mala noticia: las reservas hoteleras cayeron verticalmente, confirmando el compromiso cívico que la ciudadanía ha asumido en esta crucial instancia.
La última bola de esta ruleta se lanzará mañana a la noche, y con eficiente fiscalización mediante, espero que los argentinos hayamos dado vuelta a una de las páginas más trágicas de nuestra historia, que comenzó cuando Eduardo Duhalde, en 2002, literalmente remató la Presidencia de la República y Néstor Kirchner, que para ello disponía de los hurtados y famosos fondos de Santa Cruz, hizo la mayor oferta. Espero tanto un triunfo de Milei cuanto en que la diferencia a su favor sea lo suficientemente importante como para no tener que esperar, por varios días, el resultado del escrutinio definitivo, a cargo de la Justicia, o sea, de la Cámara Nacional Electoral.
Con el análisis de la apertura de los datos finales sabremos si Cristina Fernández, después de haberse garantizado la Provincia de Buenos Aires y el ingreso de innumerables diputados y senadores adictos, amén de muchos gobernadores e intendentes, jugó en serio a favor de Massa, un cínico que necesariamente deberá intentar un matricidio para ser el nuevo macho alfa del peronismo. A ella, ¿qué le conviene más?, ¿un mandatario que, con su triunfo, se habrá transformado en dueño de la lapicera y del PJ u otro, que por su debilidad legislativa estará obligado a negociar cada ley?
En esta larguísima campaña electoral que terminó el jueves hemos visto surgir de las cloacas las peores inmundicias, tanto en la proliferación de gravísimos episodios de patoterismo provincial, corrupción (Insaurralde, Chocolate Rigau, etc.) y mafioso uso de los servicios de inteligencia estatal para perseguir a opositores, periodistas, jueces y hasta propia tropa, cuanto en la reiterada tentativa de colonizar al Poder Judicial mediante la fantochada del juicio político a los ministros de la Corte Suprema. Sólo la masiva pobreza y la inducida ignorancia que padece nuestra ciudadanía, que le impide pensar en algo más que subsistir, ha permitido que Massa, cómplice de ese bastardo ataque y directo responsable de la catastrófica situación económica y de la imparable inflación, sorprendiendo al mundo entero, haya conseguido ingresar al ballotage.
Si el candidato libertario fuera el ganador, a Massa le espera un largo recorrido por los tribunales, diseñado por la gran cantidad de denuncias por la desvergüenza con que ha violado todas las normas electorales, apropiándose de los muchos recursos y resortes del Estado para sostener su candidatura y para denostar a su adversario; con esa amoral conducta, además, arrasó (3 puntos del PBI) con la ya destruida economía nacional. Quienes moran en Comodoro Py poseen narices capaces de competir con los mejores perfumistas del mundo, y una percepción privilegiada para anticipar hacia dónde se moverán las veletas que coronan el edificio.
El perverso calendario electoral deja escasos veinte días a la transición (si se trata de signos políticos distintos) y prometen ser más que agitados y peligrosos, tanto en una economía en recesión y al borde la hiperinflación, cuanto en lo social, por la proximidad de las fiestas de fin de año, una época en que las carencias siempre son mayores y más angustinates. Dudo que un perdedor Aceitoso resigne su cargo de Ministro de Economía y, seguramente, estará tentado a arrojar sal sobre las ruinas que heredará su sucesor, mientras el kirchnerismo y sus cómplices más violentos (barrabravas, soldaditos del narco, Vatayón Militante, patotas sindicales y anarco-trotskistas) pondrán en duda una transferencia pacífica del mando.
Pero, con el sillón de Rivadavia, Milei se hará con el mando de todas las fuerzas armadas y de seguridad federales, y podrá apoyarse en el prestigio que en ellas tiene su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, y más aún en la confianza y el carisma que distinguen a Patricia Bullrich, quien ha tenido la nobleza de sumarse a la gesta libertaria contra la cual perdió en la primera vuelta electoral, para controlar cualquier desborde.