Finalizada la extensa campaña electoral nos encontramos en las vísperas de la elección que definirá el futuro del país por – al menos- los próximos 10 ó 15 años.

He observado entre políticos, analistas, encuestadores, funcionarios judiciales, legisladores y periodistas varios, caer en un error inadmisible cada vez que han tenido que abordar las posibilidades de los candidatos para esta segunda vuelta.

En el afán de evaluar a Sergio Massa y a Javier Milei la mirada política ha llevado -a muchos- a confrontar Gestión vs Propuestas.

Curiosamente, aunque lo gestionado por Massa durante años presenta miles de aristas de todo calibre, se le ha prestado mayor atención a las palabras de Milei como si ello fuese determinante, aun cuando no formaran parte de su plataforma política.

Resulta evidente que la cobertura político-mediática y el poder desmedido de Sergio Massa es peligrosamente enorme y logra limitar las críticas hacia su persona y su acción de gobierno (para mayores datos leer Massa Confidencial de Christian Sanz).

Los últimos años del kirchnerismo han sido un escandaloso desastre y es casi una labor imposible marcar aciertos de una época conducida desde las sombras por Cristina Kirchner y La Cámpora, que manejaron- y lo seguirán haciendo- a sus prestanombres se llamen Alberto Fernández, Sergio Massa o quien esté dispuesto a representarlos.

Gran parte de los desaciertos que nos han hundido en una pobreza sin precedentes han sido producto de paupérrimas decisiones políticas ejecutadas por Sergio Massa. Y de esto casi no se habla.

La Gestión Massa es un decálogo de improvisación e impericia absoluta, sumada a una corrupción estructural y a un profundo desinterés de un sector de la clase política por la sociedad y por la nación.

Como si fuese poco el objetivo de ser presidente que moviliza a Sergio Massa es a como dé lugar, sin importarle los daños colaterales y sin trepidar en el uso de palabras y acciones cuando se trata de destruir a un opositor, con tal de satisfacer sus veleidades, caprichos y negociados.

Sergio Massa encarna al hipócrita total.

La etimología del término proviene del griego (hypokrites) hipo refiere a “debajo” y crita a “discernir”.

El hipócrita, aunque diga millones de falsedades, saber reconocer lo que hay de verdadero detrás de lo simulado.

Es quien finge cualidades o sentimientos contrarios a los que realmente tiene o experimenta.

Muchos conocemos la moral de Tartufo de Moliere, el hipócrita social que aparece como una persona humilde y devota que pretende revertir la pobreza desde su vida sencilla, cuando en realidad vive a costa de una familia rica a la que les termina despojando de sus bienes.

La retórica de Tartufo es suntuosa y declamatoria.

Rescatado por el crédulo Orgon, quien lo cree un hombre pobre y creyente, y ante la desconfianza de la mayoría de su propia familia Tartufo logra convencer a Orgon que desligue de su propio hijo por ingrato y que le done la totalidad de sus bienes. Y así ocurre.

Tartufo, que no conoce de límites, y a pesar de haber obtenido la promesa de Orgon de entregarle su hija en matrimonio para que se incorpore a la familia, intenta conquistar a la mujer de Orgon.

Ésta, decidida a desenmascararlo, celebra con Tartufo un encuentro a solas pero que en realidad es presenciado – oculto- por Orgon.

El hipócrita Tartufo creyendo que están a solas expresa su profunda perversidad y recién allí Orgon se siente defraudado.

Pero cuando Orgon pretende expulsarlo de su casa cae en la cuenta que ya no puede hacerlo porque Tartufo es el dueño de todos sus bienes.

Recién al final, cuando Tartufo está por desalojarlos a todos, la justicia detiene a Tartufo por fingir ser una persona que no era y haber cometido el mismo desfalco infinidad de veces, las cosas vuelven a la normalidad no sin reflexionar sobre la moraleja que les dejó la situación vivida respecto de creer en un hipócrita.

Moliere ha sido hacia fines del año 1600 quien con esta obra puso de manifiesto la crítica impiadosa hacia la “casta política” imperante en Francia ya en aquella época.

Tartufo representa eso, lo peor de la clase política de ese momento.

La hipocresía es mucho más profunda que la mentira, ya que ésta puede ser transitoria, pero aquella es permanente.

El hipócrita hace de su vida una mentira organizada metódicamente. Siempre hará lo contrario a lo que dice si eso le reporta un beneficio, traicionará con sus palabras y acciones porque en definitiva la hipocresía constituye el arte de acallar la dignidad, de amordazar los escrúpulos de aquellos que no son capaces de resistir la tentación de hacer el mal.

Es por ello que el hipócrita está siempre predispuesto a adquirir sentimientos serviles, convirtiéndose en lacayo de los que le rodean y esclavo de mil amos, todos cómplices de su mediocridad.

Tal vez por eso en el debate de días atrás se pudo observar en Sergio Massa un disimulado temor ansioso que lo incomodaba, ante un hombre sincero, creyendo escuchar en cada palabra un reproche merecido. Eso no significa que haya tenido dignidad, sino remordimiento.

Es bíblico, Jesús llamaba hipócritas a los fariseos por la contradicción entre sus acciones externas y sus actitudes interiores (Mateo 15:1-9).

En la Biblia el debate más famoso sobre la hipocresía se encuentra en Mateo 23: 1-39. Los líderes religiosos de entonces no practicaban lo que predicaban.

Jesús los comparó con las copas limpias por fuera, pero llenas de codicia y desenfreno por dentro. Fariseos y escribas parecían sepulcros blanqueados en lo externos, pero por dentro estaban llenos de podredumbre.

Sergio Massa nunca vivió acorde a su prédica: ¿por qué en lugar de tratar de enseñar a otros no te enseñas a ti mismo?

Le dice a la gente que robar está mal, pero roba o avala a los que roban (Romanos 2:21-22)

Para un hipócrita es sencillo establecer reglas o estándares de vida, pero él cree que está sobre toda ley y esa persona no cumple nada de lo que declama.

Javier Milei, con aciertos y errores y no sabiendo lo que pueda ser o hacer, ni por asomo carga con el “prontuario” de Sergio Massa, que aviesamente ocultan muchos para seguir sirviéndose y saqueando al Estado.

Massa sabe muy bien que un triunfo de Milei transformará la ecuación económica: neutralizará las leliqs y los billetes circulantes, estabilizará la inflación y a partir de allí con un shock de confianza tendrá a mano los 350.0000 millones de dólares que se encuentran en poder de los argentinos que volverán a volcarse en distintas actividades si logra imponer una banca off-shore (trayendo entidades bancarias con respaldo de sus países de origen) y llevando el encaje bancario al 100% para ir permitiendo luego una apertura gradual a través de carteras de inversión específicas según su riesgo.

Ello encolumnará a propios y extraños para ir produciendo las reformas que están en su plataforma y que irán permitiendo un crecimiento y desarrollo lento pero constante del país, como lo hizo Carlos Menem cuando impuso la convertibilidad y permitió vivir la época más próspera de la era democrática.

Cristina Kirchner, en cambio, no volverá a cometer los errores que cometió con Alberto Fernández y en caso de ganar Massa se encargará de colocar a la totalidad del gabinete futuro, pues su objetivo es obtener la impunidad a toda costa a través de modificar la justicia, imponer una auto-amnistía o cualquier herramienta que le permita luego comandar la estrategia de alineamiento con Cuba, Venezuela, China, Irán, etc. a través de un gobierno autocrático y totalitario apoyada por el brazo armado de delincuentes, barras y narcoterroristas.

En esos términos está dada la disputa de este domingo 19 de noviembre: los valores morales vs la hipocresía.

Y de nuestra elección depende el futuro nuestro, de nuestras familias y de nuestro bendito país.

Luego será tarde para que la Patria los demande, porque ya no habrá instituciones ni República.