¿Por dónde empezará Milei? Cuando uno pierde la billetera con los documentos, tarjetas de crédito y otra documentación, no sabe por dónde arrancar.
Por empezar no recuerda bien todo lo que había allí adentro. Luego duda respecto de cuál tarjeta sería más urgente bloquear primero. Luego empieza a toparse con las benditas centrales de atención telefónica… En fin, un tremendo garrón.
Comparemos esta simpleza con el verdadero campo minado que ha sembrado el peronismo en los últimos 20 años: sencillamente abrumador.
“Lo que tenemos por delante no es para tibios”, dijo Javier Milei en la tribuna armada delante del Hotel Libertador en Buenos Aires.
El tema es que aquí no puede haber tibios en el nuevo gobierno ni tampoco en la sociedad. Es más, es mucho más importante que no haya tibios en la sociedad que en el gobierno.
Durante décadas los argentinos asociaron la idea de no ser tibio a la prepotencia y al atropello: quien no “la iba de malo” era un “pecho frio”, poco menos que un idiota.
Hasta en el fútbol, el mismísimo Messi tuvo que dar explicaciones de por qué él no era así: no tenía que andar prepoteando a nadie para no ser un pecho frio.
Sin embargo, hasta que no trató de “bobo” a un holandés tuvo que seguir dando alguna explicación. Muy bien: no es ese tipo de “bravura” la que se precisa aquí.
Lo que se va a precisar aquí es que la gente entienda que va a ser ella misma la que va a resolver sus problemas. Esa es la bravura que van a necesitar los argentinos: no “irla de malos” sino enfrentar los problemas de cada uno y resolverlos. Con un agregado: ahora el Estado los va a dejar resolverlos.
¿Cómo hará Javier Milei para empezar a permitirle a la gente resolver sus propios problemas?
Seguramente el presidente electo deberá conciliar dos planos de reformas que están íntimamente vinculadas.
Unas apuntan a reformar las entrañas del Estado; otras a reformar la telaraña estatal que impacta en el cotidiano de la gente que trabaja.
La reforma de la macroeconomía debe atacar el gasto público (y su contracara la baja de impuestos), la política monetaria y la legislación laboral.
La reforma de la microeconomía debe centrarse en las decisiones manu militari que la AFIP ha venido tomado como si fuera un Congreso de facto, no votado por nadie y que entorpece el trabajo de millones de argentinos y de miles de pymes que todos los días amanecen con una regulación nueva.
“Aplicativos”, “resoluciones generales”, y otras disposiciones de esa hydra maquiavélica deben ser derogadas rápidamente: ese es el oxígeno que la gente pidió y votó el domingo.
Otra dependencia que, además, el kirchnerismo usó como agencia persecutoria es la Inspección General de Justicia.
Lo ideal sería que esa otra hydra desapareciera tal como se la conoce. Pero, por lo menos, habría que instalar la idea de que quien quiere establecer una compañía para trabajar y dar trabajo no es un hijo de puta (como la IGJ insinúa) sino un benefactor social.
Ese es el voto que, en una proporción de 70/30, le dio el triunfo a Milei en el centro productivo del país.
Con esa microcirugía, el nuevo gobierno le estará empezando a sacar de encima de la cabeza uno de los dos pies que el Estado le puso a la sociedad en un proceso esquizofrénico que caracterizó la política económica de la Argentina de las ultimas ocho décadas.
Al mismo tiempo, otra zapa más profunda debe desarmar los privilegios de lo que el presidente electo llamó “casta política” que incluye al sindicalismo.
La resistencia allí será tremenda: miles de parásitos viven de esa teta y están dispuestos a todo. Hay en juego miles de millones de dólares. Esto no es para tibios…
Por empezar el presidente debería dar a conocer todos los nombramientos que el peronismo hizo en los tres niveles del Estado en el último año. También, mostrar el copamiento ideológico de esos bolsones estatales.
El orden monetario debe buscarse rápidamente. Salir de la encerrona de las Leliqs y, mientras exista, terminar con la idea de que la tasa de interés la establece el BCRA.
Para esto es fundamental que la autoridad monetaria deje de financiar al Tesoro. Ya mismo.
Atacar la bola de Leliqs es condición sine qua non para salir del cepo y salir del cepo es condición sine qua non para que el país trabaje, exporte y multiplique la cantidad de empresas privadas.
Un país de la dimensión de la Argentina no debería tener menos de 100000 de pymes. El peronismo arruinó las que tenía. De modo que allí el trabajo es enorme también, no para tibios.
A su vez estas reformas concurrentes (las de la macro y la microeconomía) deberían ir produciendo resultados para que lo que clásicamente entendió el argentino por “no ser tibio” no reverdezca y aparezca en la calle con las formas del matonismo peronista.
Porque al peronismo ya lo conocemos: no es democrático y está preparado para no respetar lo que casi 15 millones de personas votaron el domingo, una paliza de 56 a 44. Otros estarían escondiéndose por los rincones. Ellos están preparando el sabotaje.
Solo el resultado más o menos rápido (o al menos visible) de la combinación de las reformas macro y micro del presidente puede encumbrar al pueblo para detener el intento de golpe.
¡Ah… lo olvidaba! Una tercera línea de acción es no repetir el error de Macri y describir lo más cruelmente posible el estado de devastación que dejó el kirchnerismo.
Sin la verdad la sociedad volverá a creer que solo basta cambiar el nombre del todopoderoso para que las cosas se resuelvan mágicamente. Ya vimos lo que pasó en 2015 cuando Macri ocultó lo que recibió. Basta de ocultamiento. La verdad debe ser el cimiento del nuevo edificio que los argentinos deben construir.