Hoy quiero que reflexionemos juntos acerca del triunfo de Javier Milei en las últimas elecciones y del gigantesco terremoto político que provocó este resultado en nuestro país, terremoto que creo aún no hemos terminado de dimensionar y que tampoco ha concluido. Comencemos:
Es la primera vez en nuestra historia que alguien llega a la presidencia de la Argentina sin un aparato político consolidado que lo sustente. Cuando digo aparato político, no solo me refiero a algún partido político. Juan Domingo Perón llegó a la presidencia sin un partido político que lo precediera, pero contó con el inmenso aparato político del estado, ya que hizo su campaña mientras era vicepresidente, secretario de trabajo y ministro de guerra del gobierno militar que precedió a la elección; si, tuvo todos esos cargos al mismo tiempo.
Otro dato interesante de Milei es su falta de participación previa en algún organismo con ambiciones de conducción política, sea este un partido, un gremio o una asociación, tal como fuera el GOU (Grupo de Oficiales Unidos), organización militar nacionalista secreta modelada por Perón, partícipe necesaria del golpe militar que sufrió el presidente Castillo.
También podemos resaltar en lo que se refiere al libertario, la falta de una campaña partidaria tradicional para lanzar su candidatura. Su promoción se basó principalmente en las redes sociales, especialmente a través del “boca a boca” virtual en el que se compartían videos de sus entrevistas, videos editados por simpatizantes y promotores independientes del liberalismo.
Resulta paradójico que el propio periodismo convencional que trató de demonizarlo, fuese el principal proveedor del contenido que sedujo a sus votantes. Este inesperado efecto bumerang que llevó a la presidencia a Javier MiIei, muestra la pérdida de influencia de los medios de comunicación tradicionales sobre la opinión pública y la migración de esta resonancia a las redes sociales personales no institucionales. Otro ejemplo más del espíritu antisistema imperante.
La política tradicional no ha entendido que vivimos en la era de los algoritmos y de la personalización de las propagandas y de los contenidos a transmitir, la inevitable masificación impersonal de los medios de comunicación tradicionales ha perdido la batalla comunicacional ante el poder de las redes sociales, cuyos contenidos también son masivos, aunque vestidos con un falso ropaje de personal intimidad.
Javier Milei supo captar el hartazgo de gran parte de la sociedad. Supo interpretar la demanda de sinceridad, honestidad y realismo de quienes se cansaron de la falsedad, la corrupción y la demagogia de los populistas de turno. Supo personificar un furioso aire de frescura que contrastó con la nauseabunda hediondez de los políticos profesionales.
Tanto es así, que en un hecho inédito en nuestro país, miles de argentinos de bien se inscribieron para ser fiscales en estas elecciones. Argentinos que no esperaban que se les pagara por ello, ni que se les acercara una vianda o un premio. Argentinos que quizás sin saber ni comprender del todo, comenzaron a ejercer el deber ciudadano en pleno, entendiendo que la democracia y la república no se construyen solo con el voto; se construyen fortaleciéndolas con la participación, defendiéndolas de los que las corrompen, siendo protagonistas de su historia.
Queda mucho por delante. Vendrán tiempos difíciles. Churchill, en la lucha contra el nazismo, le prometió al pueblo ingles “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Del mismo modo, hoy la lucha contra los responsables de la decadencia argentina también nos depara muchos sinsabores. Debemos ser conscientes de ello y debemos estar preparados para una verdadera batalla.
Llegan tiempos en los que deberemos mostrar de qué estamos hechos. Deberemos mostrar si por nuestras venas corre la misma sangre que la que corría por las venas de quienes triunfaron en las invasiones inglesas y de quienes nos legaron la independencia de España; deberemos mostrar si por nuestras venas corre la misma sangre que corría por las venas de nuestros abuelos, esos que vinieron de la Europa pobre y caótica, y que con su sudor, su grandeza y sacrificio convirtieron a nuestra Argentina en el faro Sudamericano que supo irradiar al mundo entero las luces de la libertad, la prosperidad y el orgullo patrio.
Como dijo San Martín: “Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla”.