La muerte de Luis Edgar Devia
Silva, más conocido por su alias de “Raúl Reyes”, el “número 2” de la
organización narcoterrorista FARC, junto a uno de los principales
ideólogos de la misma, Guillermo Enrique Torres alias “Julián
Conrado” y otros 16 terroristas, en el fulminante ataque a su campamento en
territorio ecuatoriano por parte de fuerzas militares colombianas, ha terminado
por cortar las últimas cuerdas de cordura que podían sostener aún al golpeado
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y por llevarlo ya al paroxismo de
su estado de desesperación al que aludimos en un artículo recientemente
publicado.
Con las actitudes que tomó
tras conocerse la muerte de Reyes —cuando en medio de sus arranques psicóticos
estuvo a punto de decretar duelo nacional en toda Venezuela— el propio Chávez
confirmó lo que ya era suficientemente conocido pero hasta ahora poco
difundido con todas las letras: su amistad con los líderes de las FARC —a
quienes no sólo brindaba apoyo financiero y armamentos sino también
refugio seguro en territorio venezolano— y su sociedad con las mismas en el
narcotráfico, que utilizan a Venezuela como puente y vía de distribución de
parte de la cocaína que producen hacia otros países. Algo que también nos
ocupara en su momento un extenso informe.
Y si algo faltaba para
confirmar esta amistosa sociedad apareció, entre el material incautado a los
terroristas abatidos el sábado último, abundante documentación que prueba
esos vínculos, que datan de hace varios años. Esa documentación, para
desmentir a quienes afirman que es falsa, además de ser en estos momentos objeto
de análisis por parte de los servicios de inteligencia colombianos y de ciertas
agencias occidentales, ha sido puesta también a la consideración de la
Organización de Estados Americanos (OEA) con el objeto de que este organismo
avale su autenticidad.
Uno de los aspectos
preocupantes surgidos de esa documentación se refiere a que las FARC
estaban tras la obtención de 50 kilos de uranio. A la luz del tráfico que
de ese material hacen la mafia rusa y otros delincuentes internacionales,
dirigido generalmente a organizaciones terroristas de todo signo, fácil sería
deducir qué aplicación pretenderían darle las FARC a ese uranio. Aunque también
la Venezuela de Hugo Chávez estaría en condiciones de facilitárselo,
habida cuenta de la producción secreta de uranio que se realiza en
minas ubicadas en el este del país, protegidas de todo observador incómodo
por militares.
Lo cierto es que Raúl Reyes
ya tiene reemplazante: el secretariado de las FARC designó en su lugar a quien
responde al nombre de “Joaquín Gómez”. Lo presentamos en sociedad.
Joaquín Gómez (arriba), reemplazante de Raúl
Reyes (abajo)
La computadora personal de
Raúl Reyes, que viajaba siempre con él a la par de su fusil Kalachnikov,
reveló también hasta ahora una serie de fotografías archivadas, correspondencia
y documentos que ponen en evidencia los contactos de las FARC con otros
dirigentes políticos latinoamericanos. Es así como surge que Oscar Figuera,
secretario general del Partido Comunista de Venezuela (PCV), aliado al
chavismo, aparece en tres de esas fotografías. Figuera, que no tuvo más remedio
que reconocerlo, señaló hace horas que “eso corresponde al II Congreso de la
Coordinadora Continental Bolivariana que se realizó hasta el día
miércoles de la semana pasada en la ciudad de Quito, Ecuador, y donde se
efectuó, durante los días viernes y sábado, un seminario internacional sobre el
pensamiento revolucionario”.
Cabe agregar que efectivamente, durante cuatro días
de la semana anterior, desde el domingo al miércoles, se llevó a cabo en la
capital ecuatoriana ese congreso “bolivariano”, al cual concurrieron
movimientos políticos, sociales y organizaciones de diverso signo y en el cual
convergieron al decir de sus organizadores, “diversas formas de lucha del
continente”. Claro como el agua clara.
Precisamente, al regreso de ese congreso fueron
detenidos en Perú siete militantes del local Movimiento Revolucionario Tupac
Amaru (MRTA) requeridos por la Justicia que habían participado en el mismo,
noticia que prácticamente no fue difundida por medios de otros países de la
región.
Toda esta actividad efectuada en la propia capital de
Ecuador parece no haber sido tenida en cuenta por el títere de Hugo Chávez,
el presidente Rafael Correa, quien además, después de enmudecer por el
pasmo que le provocó el ataque sorpresivo de las fuerzas colombianas al
campamento de Raúl Reyes y su grupo, reaccionó luego de que Chávez le
diera las correspondientes instrucciones y salió a vociferar contra ese ataque y
contra el presidente de Colombia a la par de su amigo y mentor venezolano.
Entre las fotografías archivadas en la computadora de
Raúl Reyes —quien parecía afecto a la conservación de recuerdos
políticos, contrariamente a lo que la prudencia hubiera aconsejado— aparecen
además dos jóvenes militantes del Partido Comunista de Chile, vestidos con ropa
de combate y abrazados o junto al jefe terrorista abatido. Fueron identificados
por miembros de su partido como Valeska López y Manuel Olate. No
se sabe aún nada de la suerte corrida por los mismos, ni si esas fotografías
corresponden al campamento establecido por los terroristas en territorio de
Ecuador o a otro momento y otro lugar, pero pudo saberse que ambos habían estado
presentes en el citado congreso realizado la semana anterior por la
Coordinadora Continental Bolivariana en Quito.
Los dos jóvenes militantes comunista chilenos junto a Raúl Reyes
Otro hallazgo interesante fue la novedad difundida recientemente por el diario argentino “Perfil”, refiriéndose al conocimiento que de Raúl Reyes tenía el secretario del Partido Comunista de la Argentina, Patricio Etchegaray, quien como un relato épico se refirió a la “caminata de 23 días por la selva” que hiciera junto a Reyes hace varios años, para ir a reunirse con el máximo líder de las FARC, Manuel “Tiro Fijo” Marulanda. Etchegaray afirmó haber conocido a Reyes en la década de 1970, cuando participó en un congreso de la Juventud Comunista Colombiana (JUCO), y reveló que el jefe terrorista ahora muerto visitó la Argentina en los años ’90, cuando vino al país a difundir una propuesta para una solución pacífica al conflicto colombiano, consistente en la creación de una “zona de exclusión” desmilitarizada de unos 40.000 kilómetros cuadrados.
Patricio Etchegaray
junto a Raúl Reyes
Chávez y sus delirios
Uno de los
famosos grabados de Francisco de Goya, incluido en la serie “Caprichos”, acuñó
una frase que se fue haciendo famosa a través de tres siglos: “El sueño de la
razón produce monstruos”. Frase que hoy en día le cabe muy bien al
presidente venezolano Hugo Chávez.
Como
señalamos en aquel artículo anterior, tantos fracasos continuados del
bolivariano desde diciembre último hasta estos días le han ido acentuando su
desequilibrio psíquico, al que ya no puede atenuar ni el aumento de sus dosis
diarias de litio y tranquilizantes ni el mascar a menudo las hojas de coca que
le envía su otro amigo-títere, el presidente boliviano Evo Morales.
Y ese
desequilibrio ha hecho eclosión ahora con los continuos golpes que vienen
sufriendo sus socios de las Narco-FARC: cuatro de sus jefes detenidos en
diez días y la muerte de Raúl Reyes el sábado 1º de marzo último. Es que
esos hechos terminan de destapar una olla cuyo contenido ya se venía oliendo
desde hace tiempo y que ya citamos: su sociedad criminal con los
narcoterroristas, el apoyo financiero y logístico que les brinda y los
“santuarios” con que ellos cuentan en territorio venezolano, a punto tal que se
afirma que varios de sus líderes residen en fincas cercanas a la frontera
colombo-venezolana —además de contar con documentación de identidad y
pasaportes “bolivarianos”— y que hasta algunos de los rehenes
con que cuentan estarían ocultos en el lado venezolano.
A ello se
suma la incapacidad del gobierno de Chávez para salir del brete que le
significan una inflación incontrolada; el desabastecimiento de productos básicos
de la mesa familiar —lo cual se acentuará aún más a partir del cierre de la
frontera con Colombia y de la anulación de los tratados comerciales entre ambos
países—; la inseguridad que arroja la escalofriante cantidad de 60 a 80
asesinatos diarios de personas, además de una incontable cantidad de asaltos y
secuestros; el deterioro de la economía y de la producción de su única arma valorable, el petróleo; la vigilancia e incautación de pobladas cuentas
bancarias en el exterior de funcionarios y empresarios que las hicieron crecer
al amparo de una corrupción galopante; la creciente repulsa de su régimen en el
concierto internacional —sólo menguada hasta ahora por escasos gobiernos como
los de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y obviamente Cuba—; la estampida
de sus filas de varios políticos y militantes chavistas, desilusionados con la
malversación en que se ha incurrido de un verdadero socialismo; y las voces de
protesta y oposición que se elevan desde una ciudadanía ya suficientemente harta
de tantos desaguisados y posturas dictatoriales.
De allí que
Hugo Chávez se aferre desesperadamente a lo que en sus delirios considera
como una única tabla de salvación: crear un foco de conflicto con
Colombia, y si es posible llevarlo a un grado tal que el mismo desemboque no,
quizás, en una guerra convencional que en los hechos no está en condiciones de
afrontar, pero sí al menos en algunas escaramuzas fronterizas que le permitan
declarar al país en “estado de guerra”.
Ello le
permitiría a Chávez poner en práctica lo que tanto ansía y que su derrota en las
urnas en el referéndum del pasado 2 de diciembre no le permitió: aplicar la
ley marcial y disponer el cese de todas las garantías constitucionales,
entre otras la libertad de información, de opinión y de reunión, y la facultad
de encarcelar sin sumario ni juicio previo a todo aquel que se atreva a insinuar
una protesta u oponerse por cualquier medio a sus decisiones.
Algunas de
nuestras fuentes no descartan que Chávez intente incluso provocar el comienzo de
un conflicto armado, probablemente “fabricando” un intercambio de
disparos respondiendo supuestamente a una agresión desde el lado colombiano de
la frontera, o peor aún, sacrificando a algunos soldados venezolanos a manos de
presuntos atacantes con uniformes del ejército de Colombia, que en los hechos
serían terroristas de las FARC disfrazados con esos uniformes.
Por más
aventurada que pueda parecer esta idea, nada en estos momentos es imposible de
acuerdo al ritmo que va imprimiendo Hugo Chávez a sus maltratadas
neuronas. O al que le imponen los monstruos producidos por el sueño de su
sinrazón.
Un ritmo al
que además va arrastrando a gobernantes amigos —como los de Ecuador, Bolivia y
Nicaragua— que realmente no han demostrado tener demasiadas luces, y más frente
a los acontecimientos de estos últimos días, optando por constituirse en un
simple eco de la “voz del amo”, como recordaba aquella vieja publicidad
de una fonola de RCA Víctor a la que un perrito observaba curiosamente.
De nada le
valdrán a un obcecado Chávez las prudentes palabras que le envían otros
gobernantes, como por ejemplo el presidente peruano Alan García, quien
señaló: “La presencia de un tercer país en
este tema no hace bien. Estimula que no haya una respuesta clara y precisa por
parte de Colombia y al mismo tiempo confunde la opinión de algunas personas,
creyendo que el Ecuador tenga que ver con una estrategia de un tercer país. Más
claramente, creo que la República de Venezuela, que no ha sido ofendida, que no
ha tenido un acto de penetración en su territorio, no debería añadir a este tema
incandescencia, no debería añadir a este tema ni palabras ni hechos, sino
limitarse como todos lo queremos a que dos pueblos hermanos puedan coexistir con
toda fraternidad”.
Por último, queda por observar la posición
definitiva que adoptará el gobierno argentino, aunque ya algunas lamentables
señales emitió al respecto al adherir ciegamente a la postura de Hugo Chávez.
Será que las maletas dolarizadas, el petróleo y el gasoil aún pesan más que la
ética en la política exterior.
Al cierre de este artículo la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner viajaba hacia Caracas, con la intención inicial de
firmar acuerdos con Chávez referidos a una mayor provisión de los citados
combustibles frente a la imparable crisis energética que se avecina en la
Argentina. Una intención que ha pasado a segundo plano, ya que el presidente
venezolano, quien al mismo tiempo es visitado por el ecuatoriano Rafael
Correa, cuando este artículo esté publicado seguramente ya habrá utilizado a
ambos para que coreen junto a él sus diatribas contra Colombia y su presidente y
adhieran a la condena a la muerte de su amigo Raúl Reyes, a la que no ha
podido plegar a muchos otros gobiernos más, como estaba en sus planes.
Es así como muchos, en Estados Unidos y Europa,
estarán pendientes observando gestos y expresiones de la mandataria argentina,
ya que su inexperiencia y su cerrada y pública adhesión constante a Chávez la
pueden dejar peligrosamente “pegada” a la condena que el Norte y la Unión
Europea están por imponerle al venezolano, en el sentido de incluir a su país en
la lista de “estados terroristas” o “patrocinadores del terrorismo”.
Un vínculo muy lamentable para una presidenta que apenas lleva tres meses al
frente de su gobierno y que espera cerrar acuerdos también con la banca mundial
para lograr créditos que puedan aliviar la zarandeada economía argentina y
sostener otros emprendimientos.
Habrá que observar, entonces, hasta dónde los
monstruos engendrados por los sueños mesiánicos de Hugo Chávez
arrastrarán en su caída a los escasos gobernantes amigos que a éste le quedan.
Carlos Machado