Ante lo dramático de la herencia recibida y sus urgencias, Javier Milei no podía aspirar a la luna de miel que acompaña los primeros tramos de cualquier gobierno pero, como muchos periodistas hacen, exigir soluciones inmediatas para la crítica situación actual a sólo seis días de su asunción es, sin duda, malintencionado. Mientras los Fernández² roían sin piedad salarios y jubilaciones, generaban hiperinflación con estancamiento, destruían el empleo, la salud y la educación, la CGT y las CTA no concretaron siquiera una huelga general, pero ya se paran de manos para proteger sus inicuos privilegios frente a quien no puede ser responsabilizado del zafarrancho y debe enmendarlo; pero, claro, aquéllos eran titulares de una de las múltiples franquicias peronistas, a las cuales todo se disculpa.
El Presidente aprobó el primer examen al no mentir ni vender fantasías a la sociedad, incurriendo así en el mismo error –ocultar la realidad- de Mauricio Macri, aunque estoy convencido de que, cuando pronosticó dos años de trágica malaria, lo hizo con la esperanza de un sensible acortamiento de ese lapso; si lo lograra, después de haber pronosticado un apocalipsis económico-social, se convertiría en Superman.
Pese a la inédita debilidad parlamentaria que se deriva del formato tan unipersonal de su triunfo electoral, Milei está dando muestras de un formidable pragmatismo, y la primera muestra de ello fue arrebatarle a la condenada Cristina Fernández el imperio que construyó en el Senado, impidiéndole concretar la maniobra con la que buscaba ubicar, como tercero en la línea sucesoria, a una integrante de su asociación ilícita. Esa necesidad de construir gobernabilidad explica la integración de este tan heterogéneo primer gabinete de ministros; de todas maneras, es indispensable que el Presidente imponga límites morales a la incorporación o perpetuación de funcionarios provenientes de la anterior administración.
El “teorema de Baglini” demostró su vigencia con la morigeración de varias de sus propuestas electorales más controvertidas. La tan áspera realidad y la necesidad de obtener legitimidad de ejercicio (la de origen es indiscutible en razón del apoyo del 56% del electorado), han comenzado a limar las uñas del “león”. De todas maneras, algunas de esas políticas (dolarización, cierre del Banco Central, etc.), hoy diferidas, seguramente volverán a primer plano tan pronto el éxito acompañe a su gestión.
Pero esa probabilidad, debido a la enorme exigencia a que será sometida la sociedad en los próximos meses, dependerá de que ésta, convocada una vez más a ajustarse el cinturón sobre una ya tan delgada cintura, compruebe que el ajuste obre la “casta” y el gasto político es real y palpable, y que los responsables de la terrible situación actual no siguen impunes. Interpelará a la Justicia hasta lograr que actúe con celeridad en la persecución penal del desquicio y la corrupción, y exigirá resultados; así como votó un cambio austero en el manejo de la cosa pública, también lo hizo para terminar con los mantos de olvido que siempre hemos extendido sobre las anteriores administraciones.
Las malas noticias judiciales siguen lloviendo, merecidamente, sobre Cristina Fernández y su más intimo entorno. La atribución del sillón en el Consejo de la Magistratura a Luis Juez implica un nuevo equilibrio en el ese crucial organismo, y se ha completado la integración de los tribunales orales federales que llevarán los juicios que más la preocupan: “Hotesur/Los Sauces”, “Cuadernos”, “Ruta del dinero K” y “Memorandum con Irán”, es decir, que se iniciarán el próximo año, y ya ha perdido los fueros.
Para evitar que el tiempo invalide la persecución es necesario modificar el Código de Procedimientos Penal de modo que el doble conforme (Tribunal Oral y Cámara de Casación) permita enviar a la cárcel a los condenados, sin depender de recursos ante la Corte Suprema, a la cual el zaffaronismo transformó en tercera instancia. Pero también revisar cuanto se ha hecho en los viciados juicios de “lesa humanidad”, que continúan siendo el vehículo para la venganza contra los militares que derrotaron a la subversión, amén de generar pingües indemnizaciones para sus supuestas víctimas.
Otro aspecto remarcable de lo acontecido desde el domingo se refiere a las relaciones exteriores y, sobre todo, a nuestro alineamiento geopolítico. La presencia en la toma de posesión de Volodimir Zelenski fue un gesto de enorme importancia porque constituyó una clara reversión de las incomprensibles (si olvidamos su posicionamiento ideológico) actitudes de Alberto Fernández. Nadie duda de que debemos y necesitamos comerciar con todos los países, pero eso no puede significar convalidar la violación de los verdaderos derechos humanos, la sangrienta represión a la libertad de expresión y a los opositores y minorías raciales ni, menos aún, la agresión militar gratuita a otras naciones.
Hoy se nos convoca nuevamente a poner el hombro, con esfuerzo y dolor, para resucitar a una Argentina a la cual una banda delictiva, elegida para gobernarnos durante dos décadas por una sociedad mayoritariamente idiotizada por el populismo, el clientelismo y la buscada falta de educación, ha puesto en estado de coma. Sólo Dios sabe si podremos lograrlo pero, sin duda, vale la pena intentarlo; en especial, si debiéramos explicar a nuestros descendientes qué hicimos mientras la Patria moría.