La “era” Milei está poniendo en la “picota” a muchos protagonistas de la vida pública de los últimos años, por su responsabilidad -por comisión u omisión-, en el desbarajuste político y social que desataron con su impericia (entre otras cuestiones de actualidad el narco terrorismo que “no vieron venir”), y hoy dedican su tiempo a rebatir al actual Presidente, causando la sensación de que no han aprendido nada de la experiencia histórica.
Habría que preguntarles por qué creen que ciertas cosas son o no son de una u otra manera cuando dan explicaciones que huelen a vaguedad e inexactitud, delatando el cinismo con que intentan refutar u oponerse a ciertas verdades que Milei les ha arrojado a la cara de manera algo altisonante, es cierto, pero que no opaca los visos de una realidad que duele.
Una realidad que obliga a rescatar proposiciones universales que podrán gustar más o menos, pero no provienen de un raciocinio extravagante como se lo acusa, sino de estadísticas habidas al respecto.
Si tomamos como parámetro de nuestras reflexiones el tema de la igualdad -por dar un ejemplo al azar-, veremos que ésta puede analizarse de muchas maneras, como señala Jaime Balmes cuando afirma que “dos hombres de seis pies de estatura serán iguales en ella, pero es muy posible que sean muy desiguales en lo demás…la naturaleza nos hace a unos robustos, a otros endebles; a unos ágiles a otros torpes; a unos de ingenio despejado a otros tontos…sería de nunca acabar si quisiera enumerar las desigualdades que nos vienen de dicha naturaleza”.
¿En qué consiste pues la igualdad que pregonan quienes hablan de ella repantigados en un sofá?
A eso alude el discurso del nuevo Presidente: a llamar las cosas por su nombre para poder analizar correctamente las raíces de una decadencia horrorosa.
Balmes –como otros pensadores-, luchó siempre para demostrar, hasta la última evidencia, que existen oradores muy pomposos (hoy podríamos integrar la lista con los nombres de ciertos miembros “distinguidos” de las corporaciones políticas, el sindicalismo y las organizaciones empresarias), que no nos dicen nada que no supiéramos de antemano, porque “no es mucho descubrimiento el anunciar que todos nacemos y morimos de la misma manera” (sic).
Más allá del mayor o menor éxito de Javier Milei, sería muy útil que su aparición se constituyese en un “instrumento” válido para marcar un punto de inflexión de cara al futuro de una Argentina totalmente postrada, abandonando el apego colectivo a una subcultura que nos tiene maniatados.
Es curioso observar que el Pacto de Mayo, ha despertado más interés y entusiasmo entre aquellos que difunden meros “wishful thinkings”.
Sospechamos que en la medida que las reuniones preparatorias de dicho pacto refloten “más de lo mismo”, el Presidente abandonará los conciliábulos y seguirá adelante con sus planes originales, aunque deba marchar por una estrecha cornisa.
Porque es visible que ha renunciado a un sistema de gobernar tradicional que resultó ser una totalidad falseada, un mero vagabundeo conceptual instalado en la libertad de preguntar y no en el cierre de las respuestas.
A buen entendedor, pocas palabras.