En esta propuesta de acuerdo que Javier Milei hizo para mayo -se tomó tiempo- hay un temario. A mí me importa mucho, y creo que todos tenemos que mirar para entender el juego de lo que está sucediendo, el punto 3 de ese temario. En ese punto, el presidente plantea un objetivo extraordinariamente ambicioso: que el gasto público -Nación, provincias y municipios- vuelva a ser en relación con el producto, con el total de la economía argentina, el 25%. Hoy estamos en 45%, es decir, un recorte de 20 puntos que nos pondría en la situación en la que estaba el país en relación con la dimensión del estado anterior al kirchnerismo.
Sería como volver al año 2003, es decir, volver a la etapa anterior a lo que fue la gran expansión del Estado de los Kirchner. Esto es importante porque necesariamente repone una cuestión que estaba adormecida en la Argentina, que es la cuestión federal. Es imposible llegar a esa contracción del gasto público si no hay un achicamiento de los estados provinciales. Y esta discusión, que la tenemos sobre la mesa, impacta sobre el Congreso, los partidos políticos y produce alineamientos en las provincias.
Este viernes es la primera reunión del gobierno con los gobernadores. Se trata de llegar a un acuerdo donde los gobernadores, no sé si lo saben, pero tienen una ventaja: el gobierno está casi obligado a reponer lo que se quitó de impuesto a las Ganancias por el Fondo Monetario Internacional. Y lo dijo abiertamente Gita Gopinath, representante del Fondo cuando vino a la Argentina: “Hay que volver a un tipo de sistema tributario donde la carga principal la pague la gente más rica”.
Eso significa una reposición importante de recursos para las provincias. Ahora, hay que mirar el mapa, donde no todos los gobernadores son lo mismo. Podríamos mirar el mapa de la Argentina y entenderlo en relación con los alineamientos de los gobernadores con el gobierno nacional, que no tienen que ver sólo con simpatía política, sino también con el nivel de restricción que tiene cada gobernador en su provincia.
Los que están muy ahorcados tienden a acordar. Los que están más que muy ahorcados a lo mejor dicen “incendio todo y rompo el puente”, como hizo hace 15 días, por ejemplo, el gobernador de Chubut, Ignacio Torres.
Tenemos gobernadores que por afinidad ideológica y pertenencia partidaria están del lado del gobierno: Corrientes, (Gustavo) Valdés radical; Entre Ríos, (Rogelio) Frigerio; (Maximiliano) Pullaro en Santa Fe; Alfredo Cornejo en Mendoza, que dijo “es música para nuestros oídos lo que escuchamos del presidente en el Congreso”. También hay otra razón: en todas estas provincias, Milei tiene a la gente. Es el elector el que le dice a su gobernador “alineate”. Y los gobernadores olfatean que si no están bien con el presidente se van a poner en contra al propio electorado.
Hay distintos factores que pueden producir o inducir la conducta de un gobernador. En Tucumán, provincia en estado de desastre, el gobernador entendió que dentro de Milei hay un Néstor que premia y castiga, más explícitamente, según el alineamiento. Porque Kirchner nunca se animó a decir “si me firman, les doy plata”. Lo hacía, pero no tenía inhibición en decirlo. Milei lo dice. En parte, porque es un hombre que no viene de la política y no tiene esa cultura.
Cuando empezó a tratarse la ley Ómnibus en el Congreso, Osvaldo Jaldo, el hiperpragmático, partió el bloque. Dijo “los míos son de Milei, los de Manzur que arreglen con él”. Y hoy al gobernador le adelantan la coparticipación y la parte de Tucumán en el fondo fiduciario que corresponde a la provincia no se la tocaron. Es como si Milei dijera “yo quiero esto”. Así como por ejemplo al PRO, que es Patricia Bullrich le dice “yo quiero esto, subordinación total”, a los gobernadores les dice “yo quiero que todos sean Jaldo”.
Hay otro grupo que por ideología, alineamiento partidario, por la situación en que se encuentran con el gobierno Nacional o por la situación de su electorado, está en contra del presidente. La Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, Cristina Fernández; el gobernador de La Pampa, Sergio Ziliotto, que dijo “ese pacto yo no lo firmo”; el gobernador de La Rioja, que es un hombre que había dicho “renuncio si gana Milei”; y el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, que es probablemente el alfil, la pieza más importante que tiene Cristina Kirchner en el mapa federal, a tal punto que el senado peronista lo maneja José Mayans.
Después tenemos las provincias clave, que son las que van para un lado o para el otro como son: Chubut; Río Negro; Córdoba; muy discretamente desplazándose Santiago del Estero; Catamarca; Jujuy; y Salta.
Este acuerdo nace en Salta, el 20 de febrero, día de la ‘Batalla de Salta’, cuando va Guillermo Francos, ministro del Interior, a reunirse con gobernadores deliberadamente convocados de esta provincia por Gustavo Sáenz para decir “tenemos que salir de este pantano”.
La negociación consiste en ver cómo ambos bandos llegan hacia el centro. El gobierno diciendo “no negocio nada, subordinación”. Lo que dijo Milei en el Congreso: “me aprueban la ley Ómnibus a cambio de firmarme este documento que hice yo”. No se sabe dónde está la otra parte en ese acuerdo. Es Milei contra Milei. Eso es una posición extrema.
Los gobernadores pueden decir, aunque sea muy difícil de hacer, “armamos un bloque en el Congreso muy importante -en el fondo esta es la idea que le gustaría a Cristina- y te coparticipamos todos los impuestos sin que nos preguntes; coparticipamos el impuesto país que es el impuesto estrella, que se incrementó muchísimo desde la devaluación; coparticipamos el impuesto al cheque; reponemos el 30% que le había dado Cristina a las provincias cuando se enfrentaron con ella durante el conflicto del campo -30% de la recaudación de la soja-; reponemos por ley el incentivo docente; y además te volteamos el decreto”.
Si esto fuera posible porque el Gobierno no entiende el juego de los gobernadores, que están muy apretados por las paritarias -no tienen plata y la policía les pide aumento de sueldo, los maestros piden aumento, los médicos piden aumento-, si hubiera un conflicto y hubiera una coparticipación de estos impuestos, estaríamos en otra Argentina, porque impuesto que se coparticipa, impuesto que no se retira más. El Gobierno se vería colapsado y Luis Caputo no tendría ninguna viabilidad para hacer su programa.
Estamos en esos dos extremos. Lo lógico sería que se entiendan. Habrá que ver cómo llegan hasta el centro y dónde se pone el medio: si más cerca de Milei o más cerca de los gobernadores. Ese es el ajedrez que empieza esta semana.