Ay, ay, ay, otra vez faltó La Política a clases. Ausente sin aviso. Esas ausencias se repiten peligrosamente en el actual gobierno de Javier Milei y dejan espacio a los soplones, a los alcahuetes que le llenan la cabeza al Príncipe, vulnerable en demasía a la desconfianza, a la paranoia que florece en el campo político y siembra enemigos imaginarios.
Como respuesta, la irritabilidad suele ser mala consejera en la resolución de las cuestiones de Estado y en especial para el lanzamiento de comunicados confusos que luego generan desmentidos más controvertidos aún. Los sabios dirían que es mejor “pensar antes de hablar y, sobre todo, pensar antes de actuar”.
La inhabilidad en el ejercicio de la Política produce estos hechos, como la crisis autoinfligida entre Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel, por la convocatoria a una sesión en el Senado después de cuatro pedidos especiales de la oposición y algunos adherentes. Villarruel no tenía otra salida más que convocar para evitar ser acusada de incumplimiento en sus funciones, después de patear para adelante el asunto durante un mes y medio. Es más, había avisado a la Casa Rosada del problema que padecía, sin recibir una mínima respuesta.
Esa respuesta debía contener negociaciones políticas previas para reforzar el respaldo de Senadores para evitar la anulación del mega DNU, ya retirado de la Cámara de Diputados por el propio Milei, con la promesa de enviar otro, algo que todavía no ocurrió. En el aparato legislativo también está paralizada la conformación de la Comisión Bicameral, órgano donde se debió tratar inicialmente el DNU y la ley Base enviados por el Poder Ejecutivo. Les falta cubrir, inexplicablemente, una banca.
Luego del daño público contra la vicepresidenta, el vocero presidencial -con sorna evidente- expresó sorprendido que los medios habían interpretado mal el comunicado oficial. Siempre, los periodistas son los malos de la película.
Reemplazar la Política por las redes sociales en manos de jóvenes inexpertos en el “arte de conducir” es banal, del mismo modo que dejar en manos de inexpertos comunicacionales la redacción de mensajes que dicen, pero no dicen, acusan genéricamente para reflejar subrepticiamente un ataque personal que, al día siguiente, deben desmentir. Un tema archiconocido en la historia de la comunicación oficial argentina.
En la breve crisis gubernamental de estos días el tema fue de menor cuantía, una efervescencia doméstica que se resolvía con un llamado telefónico, un diálogo entre el Príncipe y la Princesa, un trabajo en equipo que hubiera evitado una alaraca innecesaria. Pero no, las sospechas y los recelos de que la Princesa juega la suya fue más fuerte. Psicológicamente se entiende que la reacción desmedida es producto de una inseguridad personal.
El Senado al final se reunió y el temario dejó para el final el tratamiento del DNU, con la posibilidad de rebotarlo. Si bien puede considerarse que este resultado debilita al gobierno, no es un mal que acarrea daños irreparables, porque la Cámara de Diputados, donde se debate en serio, puede salvarlo. Con la aprobación de una sola Cámara se resuelve el problema.
Se deduce que la nimiedad dejó de lado cuestiones de mayor envergadura, como la nueva fórmula para los haberes jubilatorios que, en el mismo día de la mini crisis, fue rechazada en Diputados porque no satisfacía los deseos gubernamentales.
Mientras tanto, medio país está bajo el agua, afrontando los daños de tormentas exageradamente copiosas causantes del impedimento para que funcionen las escuelas, los chicos ni las maestras y profesores puedan llegar a los establecimientos, en particular en el Conurbano bonaerense. Aquí la responsabilidad es del gobierno de Axel Kiciloff, quien en su primer mandato jamás se ocupó de realizar las obras hidráulicas imprescindibles para el desagote del caudal de agua acumulada en los distritos más cercanos al Río de la Plata. Desoyó planes para una obra de 8.000 millones de dólares destinada a resolver definitivamente el problema. ¿Lo hará en su segundo mandato?
Otro problema importante pendiente de resolución real es la lucha contra el narcotráfico demandante de fondos de todo calibre para “saturar” de seguridad a la ciudad de Rosario. La misma ministra de Seguridad Patricia Bullrich reconoció que está esperando los fondos. La oferta de Kiciloff de enviar 80 patrulleros y camionetas parece generosa, y en realidad es por que no los usa, no tiene policías suficientes para manejarlos y tampoco quiere gastar en combustible.
Milei está abocado a la economía, bajar el déficit a cero, juntar dólares en el Banco Central, resentir la producción nacional con la apertura de la importación que no reemplazará la oferta de alimentos interna. Es cierto que son demasiados aspectos en el plan de ordenar los números internos, pero la vida cotidiana de los argentinos soporta serias dificultades para sobrevivir. La salud exhibe deudas de prestación en los ámbitos públicos y privados. Los precios en general no bajan en medio de una política de libertad de mercados, en la que las empresas nacionales se organizan monopólicamente y a lo sumo ofrecen más productos en cada compra negándose a bajar el valor de las unidades. Ofertas ficticias.
Está claro que existen fallas de gestión y velocidad en las resoluciones, sumadas a la falta de política. Sin embargo, se ha detectado un defecto severo y hasta poco creíble: la comunicación interna del presidente y sus ministros o secretarios es, en muchos casos, nula; jefes de cartera ni siquiera tienen el celular de Milei, y tampoco lo conocen personalmente. Cuando se cruzan en algún acto o evento, el jefe de estado los saluda amablemente y no tiene la menor idea de que está estrechando la mano de un colaborador de alto rango.
Venimos mal, pero vamos bien.