Voy a realizar un breve análisis sobre estos 51 segundos cargados de profundos conceptos éticos que posicionan a la vicepresidente Victoria Villarruel en un lugar tan alejado del contubernio político que difícilmente puedan entenderla. Vamos párrafo por párrafo:
“Mi compromiso con la Argentina y Javier Milei es inclaudicable”.
Lo primero que hace es fijar un orden de prioridades. Lo primordial es la Argentina y el acompañamiento a Milei queda supeditado a ello. Creo que esta postura no solo es aceptada por el presidente, sino que también es valorada, reflejando la misma perspectiva que guía su propia conducta.
“Desde el momento en que Javier Milei me pidió que lo acompañara como diputada y luego en la fórmula presidencial nosotros sabíamos a lo que nos enfrentábamos y hemos trabajado espalda con espalda a pesar de los incansables intentos por dividirnos”.
Hace unos 5 años que ambos trabajan juntos y se conocen sobradamente como para desconocerse ahora. En todo este tiempo no hubo una sola pelea que se hiciese pública. Esto no quiere decir que piensen idéntico ni que uno esté subordinado al otro. Más bien, considero que son dos individuos con carácter y principios sólidos que se respetan mutuamente, que comparten objetivos comunes y que saben convivir con sus diferencias. En el caso de que no puedan hacerlo en el futuro, es probable que se separen sin mayores escándalos.
También son conscientes de que, en el caso de ellos, “el todo es más importante que las partes”. Juntos su peso y valor no se suma, se multiplica, por eso van a defender esta unión de los ataques de los opositores y de los rumores de la prensa.
“El senado es la casa de las provincias y es un poder independiente de la República Argentina”.
Acá realiza una pequeña instrucción cívica diferenciándolo al senado de la cámara de diputados, la casa de los ciudadanos. En el primero se vela por el interés de las provincias (debería ser defendiendo el federalismo y no negociando dineros del unitarismo como lo hacen estos obsecuentes pedigüeños) y en el segundo los intereses individuales de los argentinos.
“Yo no me voy a convertir en Cristina Fernández de Kirchner, no me voy a convertir en aquello que vinimos a cambiar”.
Quizás la frase más fuerte del breve discurso. Es una declaración de principios, una manifestación de valores éticos que muestra a una persona íntegra que no negocia por conveniencia sus convicciones. Además marca con meridiana contundencia un contraste absoluto con el pasado al que considera nefasto, corrupto e inmoral.
“No hay gobierno sin institucionalidad por eso la política tiene que trabajar para la gente”.
En línea con lo anterior, en nuestro país la institucionalidad fue manoseada y deformada según la conveniencia del político de turno. Al dar lugar al pedido de los senadores sobre el tratamiento del DNU aun sabiendo de que iban a perder, es una muestra acabada acerca del respeto a la república. Me recuerda a Sócrates, quien pudo manipular las reglas de la democracia ateniense y no beber la cicuta, prefirió una muerte con honor a una vida infame.
“No hay progreso sin libertad”.
En cinco palabras define la posición política filosófica que une a quienes nos gobiernan.
“Todo por Argentina”.
Recordemos que Victoria Villarroel es hija de Eduardo Villarruel, un militar que participó en la guerra contra la guerrilla y contra los ingleses en Malvinas. No voy a abrir juicio de valor sobre su actuación en los 70 pues no es relevante, lo que quiero exponer es que la vicepresidente creció en un ambiente en el que los “intereses de la patria” son una parte esencial de su crianza.