La imagen del tren bala no suele asociarse a Presidentes anteriores, algunos perezosos, otros trabajadores de ocho horas, una buena parte exageradamente reflexivos y contemplativos ante decisiones clave. Mejor no citar nombres. En cambio, casi todas las semanas, Javier Milei genera titulares bélicos, en grandes caracteres, propone el vértigo de Maquiavelo —para darle un contexto intelectual a su conducta— de realizar rápido toda su obra, casi de golpe, sin dudar un instante.
Se verá este domingo, como en semanas anteriores, cuando asuma una posición sobre el golpe militar de 1976, al parecer con discurso incluido y con el rumoreo previo de que hasta podría indultar a militares condenados y bajo proceso. Versión en apariencia interesada, si es que uno acepta que el Ejecutivo no puede perdonar a quienes no fueron condenados y, tampoco, a los condenados por delitos de lesa humanidad (aunque siempre hay una biblioteca que justifique esos actos).
Tema arduo, conflictivo, desafiante, inclusive para distintas organizaciones que, en la misma fecha, siempre promueven actos contra el gobierno y, en este caso, van a agregar de urgencia manifestaciones preventivas contra una posibilidad que no se les había ocurrido. Falla presunta de Inteligencia en gente especializada en Inteligencia. Habrá que observar ciertos indicios previos a este domingo que la oposición al gobierno imagina como una provocación. Y, tal vez, el final de ciertos conductos económicos característicos en organismos especializados en derechos humanos.
Confusión de batallas
Un primer dato podría ser un documental producido en la Casa Rosada —a difundirse el domingo— sobre lo que ocurrió en marzo del 76 y que convocó invitados no habituales del kirchnerismo o de la izquierda, en su mayoría testigos o víctimas de aquellos años de plomo en los cuales no sufrieron solo los enemigos de los militares.
Dicen que en ese video opinan e informan políticos, periodistas, familiares, participan ex miembros de las formaciones especiales, incluyendo a quien inventó el slogan literario de los 30 mil desaparecidos (el montonero Luis Labraña), como si hubiera sido necesario apelar a una cifra falsa para explicar la atrocidad de esos tiempos. O a excluir el prólogo del “Nunca Más” de Ernesto Sábato, una censura oprobiosa de los Kirchner, afrenta inclusive para los que perdieron su vida en la confrontación.
Sin duda la vicepresidente, Victoria Villarruel, intérprete de las demandas de libertad de los militares presos, será protagonista esa jornada del domingo. Acompañe Milei o no con un discurso, lo que no es frecuente en él. Ambos hoy se han reconciliado luego de inútiles agravios por el DNU que derrumbó el Senado, tal vez la jornada del 24 los contemple más unidos y con un mismo propósito. Y con un ministro de Defensa, Luis Petri, que también adhiere a causas de reivindicaciones castrenses como lo manifestó hace pocas horas en un acto en el Círculo Militar (aunque no ha consumado el aumento salarial comprometido).
Por si faltan ministros a esa causa, se puede anotar al de Interior, Guillermo Francos, también preocupado por un querido pariente octogenario y enfermo en la cárcel. Sorprende, eso sí, que desde el Estado se fomente la hechura de un documental de ese tipo, lo que quizás anticipe anuncios más sorprendentes a favor de la liberación de participantes en la llamada lucha contra la subversión. Un enigma. Ya hubo intentos volteados de reconciliación con Raúl Alfonsín y con Carlos Menem, tal vez ahora se emprendan acciones para contar “otra historia”, también real, como dice la paradójica canción de un juglar peronista para advertir que “la historia no es solo la que cuentan los que ganan”.
Javier Milei y Victoria Villarruel.
En estos 7 días de vértigo, agregó el mandatario una revulsión para el Poder Judicial: ofreció dos figuras para cubrir dos vacíos en la Corte Suprema, el juez Ariel Lijo y un decano de la Universidad Austral, Manuel García Mansilla (al parecer, quedó para el lunes la siempre postergada designación del Procurador de la Nación). Aunque se advertía el interno movimiento presidencial —ver la nota del último domingo de este cronista—, pocos aguardaban una definición tan cercana. Menos, dicen, el propio ministro Cúneo Libarona.
Sí, al parecer, estaba empapado uno de los actuales miembros de la Corte, Ricardo Lorenzetti, a quien le atribuyen congeniar con Milei en la elección de los mejores aspirantes al cargo. Dicen las buenas lenguas que ambos tuvieron tres reuniones en los últimos días al respecto, lo que constituye una rareza para un Presidente que no realiza tantos encuentros continuados con gente que no son de su equipo.
Aunque, para estupor de muchos, también suele recibir al asesor financiero Gabriel Martino, ex del HSBC, el simpático “Pájaro” que al margen de juicios sin resolver en los Estados Unidos ofrece una particularidad: es uno de los mejores amigos de Horacio Rodríguez Larreta. Y, como se sabe, el ex intendente es la persona que más detesta Milei, le atribuye campañas deshonestas contra él. Pero a Martino lo perdona, como prometió en uno de los cónclaves marplatenses dedicados a la economía.
Aprendices de Penélope
Igual que los embajadores, los candidatos a la Corte requerirán de aprobación legislativa, uno con historiales varios y el consenso de que “siempre ha dado una mano” a cualquier gobierno. O no gobierno. Difícil que peronistas y radicales se opongan al ascenso de Lijo, aunque los trámites interrogatorios serán complicados.
El otro caso resulta más complejo: García Mansilla está contra el aborto —sin duda, su mayor afinidad con Milei—, aunque también contra los DNU por su filiación “originista” que lo separan del Presidente. Hombre cercano al Opus Dei, no se sabe si esa inclinación lo favorece con el Papa jesuita. Como se sabe, serían reemplazantes de la ya renunciada Highton de Nolasco y a Juan Carlos Maqueda, quien, por razones de edad, partirá del instituto el próximo 29 de diciembre, fecha en que cumple 75 años.
Ambas vacantes podrían torcer el juego interno de la Corte Suprema, en la que hoy domina el tres a uno de Rosatti, Rosenkrantz y Maqueda contra Lorenzetti, quien acompaña en los fallos porque no tiene otro remedio. Al parecer, las nuevas designaciones —si se concretan— serían parte de un intento del miembro minoritario por cambiar esa ecuación junto al mismo Milei, receloso de ese trío que administra la Justicia y amenaza con bloquear ciertas medidas del gobierno (tarifas, dnu, etc).
Nadie se atreve hoy a calificar de cortesanos adictos a ese sólido y amistoso bloque y, por el momento, Lorenzetti es el único que se ha ganado la confianza presidencial aunque esa aproximación tal vez no le alcance para corporizar su gran albur: volver a presidir la Corte Suprema. La renovación está prevista para septiembre, no dispondría entonces de los votos para ese fin, dos años le quedaran al nuevo titular a partir de esa fecha. Pero el tren bala debe creer que adelanta los tiempos, aun sobre la paciente carreta de la Justicia que suele ser impermeable a esa posibilidad.