El oficialismo esperaba celebrar el miércoles, pero no pudo ser; se le sigue complicando. Las dos reuniones de comisiones del Senado que se realizaron ese día tenían como objetivo dictaminar, tanto el proyecto de ley de Bases, como el paquete fiscal.
No pudo ser. La oposición insistió con su catarata de modificaciones, pero tampoco se percibían señales que indicaran que estuvieran los votos para salir airosos en el recinto. Hasta que eso no suceda, no irán a la votación, por lo que se anunciaron sendos cuartos intermedio ese día. Volverán a intentarlo el miércoles que viene. Hasta entonces seguirán negociando en base a un borrador que ya está circulando. No hay tantos cambios: en reforma del Estado, el RIGI; algunas en reforma laboral; las privatizaciones quedaron igual… Cuando el miércoles se reúnan, comenzarán a pasar el texto para la firma y la semana siguiente, al recinto. Ese es al menos el cronograma previsto. Puede variar.
Llamó la atención lo temprano que se decidió ese miércoles levantar campamento, pero había un motivo ajeno que lo justificaba: el acto/show que encabezaría esa noche el presidente en el Luna Park.
Un evento que generaba muchas expectativas, pero que dividía aguas en el propio seno oficialista: una cantidad sorprendentemente elevada tenía reparos, no por el acto en sí, sino por la insistencia presidencial en cantar. Está el gran temor a que en el momento en el que pueda menguar el respaldo popular a esta gestión los críticos pasen factura -entre otras cosas- por esta “celebración”.
¿Qué estaban celebrando en un día en el que los bonos en dólares habían caído 6,5% y el riesgo país alcanzaba su mayor suba en la era Milei (96 unidades, +7,4%), llegando a su máximo valor desde el 3 de abril? El Merval estaba 1,2% abajo y las acciones argentinas en Wall Street caían 7,6%, encabezadas por YPF.
Ese mismo miércoles el EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica) registraba una baja de 8,4% en la comparación interanual, mientras el dólar blue continuaba su vertiginosa escalada subiendo $40.
Claramente no había nada que festejar ese día. De hecho, fue la peor semana en los mercados desde la llegada de Javier Milei al gobierno. Hubo muchas interpretaciones para justificar tantos números negativos. La exagerada baja de las tasas fue uno de los elementos más sólidos para argumentar semejante reacción, pero no el único. La demora del Senado en aprobar la ley de Bases es otra de las razones clave que meten “ruido”: el Gobierno necesita sí o sí dar señales de gobernabilidad, como representaría la elaboración de consensos para la aprobación de las leyes que necesita.
Previsiblemente, el presidente no dudó en culpar a esa demora por el nerviosismo de los mercados, pero también él hizo su aporte cuando en la noche del jueves, ante la pregunta de si el jefe de Gabinete podía ser relevado, extendió el interrogante a todo el equipo ministerial. “Usted cuando gestiona tiene hitos; el primer hito de este gobierno es el desenlace de la ley Bases. Marcado ese hito, tenemos que hacer una evaluación de resultados”, explicó en una entrevista realizada más temprano, para cerrar diciendo que la posibilidad de relevo alcanzaba no solo a Nicolás Posse, sino a todos los ministros.
Está claro que Posse está de salida. Si tuviera alguna chance de seguir, Javier Milei hubiera desmentido enfáticamente las versiones que habían circulado a lo largo de toda la jornada. Pero el dato más contundente contra la continuidad del funcionario había sido su ausencia en el Luna Park el miércoles.
Milei confirmó que la ley de Bases será un punto de inflexión para su Gobierno, se apruebe o no. Cuando se produzca el desenlace de la misma, dijo que tomará la decisión de revisar todos los cargos ministeriales. “El que no funcionó, se cambia”, le aseguró a Luis Majul. Pero al anticipar por ejemplo la inminente llegada al Gabinete de su elogiado Federico Sturzzeneger, extendió las dudas al propio Luis “Toto” Caputo. A menos que al expresidente del Banco Central en tiempos de Macri le armen un ministerio propio (¿de Desburocratización?), lo cual iría contra sus propios preceptos de reducir la estructura del Estado.
Esas versiones, que el propio Milei abonó, contribuyeron al clima inestable de los mercados. No necesariamente la crisis provocada por Milei con España. Más allá de que el Gobierno de Pedro Sánchez hizo su aporte para encabronar al líder libertario -sobre todo hacer campaña por Sergio Massa camino al balotaje-, las reglas básicas de la diplomacia prueban que el presidente argentino hizo todo lo que no se debe hacer en este entuerto. Metiéndose incluso con un familiar directo del jefe de Estado de otro país.
Hace tres semanas la Argentina inició el proceso de adhesión a la OCDE y en la hoja de ruta que le dieron a Diana Mondino nada dice sobre dinamitar la relación con los países miembros del mismo. España siempre fue la puerta de entrada de la Argentina a Europa; tener a su gobierno de enemigo es un mal augurio, sobre todo teniendo en cuenta las versiones de que Sánchez actuaría para perjudicar al Gobierno argentino ante los organismos donde su país tiene peso. La Unión Europea y el FMI, por caso. Las venganzas personales no tallan en las relaciones internacionales. Y de ser así, el más débil tiene siempre más para perder.
En el plano interno, puede que este áspero enfrentamiento le haya brindado réditos a ambos. Tal vez más a Sánchez, que tiene elecciones por delante, y a través de Milei, se ha puesto a polarizar con el ultraderechista y diminuto Vox, en lugar del Partido Popular, ganador de las últimas elecciones. Así las cosas, en España Milei podría estar cumpliendo un rol que ya tuvo en Argentina, cuando el Frente de Todos contribuía a su campaña para buscarlo luego como rival, soslayando así a Juntos por el Cambio. Ya se han visto los resultados.
El presidente argentino parece disfrutar la fama y curiosidad que generan sus siempre inesperadas actitudes. Además de con España, ya ha generado conflictos con Brasil, Colombia, México y China. Diana Mondino parece un bombero viajando por el mundo para tratar de apagar los incendios que recrea su jefe.
Difícilmente estas críticas vayan a ser asimiladas por el presidente argentino, que atribuye los cuestionamientos a “políticos menores” que caracteriza como “liliputienses” inmersos en la mediocridad, mientras él transita una escala superior, autopercibiéndose como el principal líder mundial del presente.
En síntesis, todos coinciden en que la que pasó fue la peor semana de Milei en el poder. Lo prueban los mercados, las cifras de la economía y el empleo, los ruidos en el seno del poder y las dificultades por concretar un logro en el Congreso. Así y todo el presidente terminó la semana pleno, orgulloso de haber accedido a la tapa en la revista Time, que como una ironía del destino le puso como título “The Radical”. Un término que tiene que ver con sus posturas extremas, más que una asimilación al partido centenario que Milei detesta.
Fue una semana en la que a las malas noticias hay que sumar una grave crisis en Misiones. Toda una sorpresa, tratándose de una provincia que no aparentaba vivir estrecheces económicas. Entre la casta que hoy forma parte del oficialismo, algunos se entusiasman al advertir la posibilidad futura de hacer pie en una provincia donde el Gobierno provincial parecía invulnerable. Se equivocan al ilusionarse con una crisis que podría tener un efecto contagio letal, en el que el ajuste que el Gobierno nacional practica sobre las provincias podría ser una mecha que provoque estallidos en otros distritos. Mala señal que este oficialismo ilusionado en ganar las elecciones de 2025 debiera advertir, precisamente para llegar entero a esa fecha.
Además, teniendo en cuenta lo mucho que apuesta esta administración al papel de los gobernadores en el Congreso, siendo el de Misiones un gobierno que se ha mostrado consecuente con las necesidades del oficialismo.
Lo que vaya a suceder en esa provincia será un llamado de atención para el presidente, que en lugar de mostrarse solidario con un gobierno amigo y en problemas, salió el viernes a atribuir la crisis a la mala administración de sus gobernantes. Debiera entender esta gestión nacional que los gobernadores pueden ser arriados a fuerza de látigo y billetera, pero suelen tener memoria y un especial instinto de autopreservación cuando ven el drama ajeno como un espejo del futuro.