Pragmatismo en el G20
Los bifes concretos del Grupo de los 20 resultan más trascendentes para Javier Milei, El Panelista de Intratables, que las montañas formales de palabras voluntarias de la ONU.
Síntesis para «la popular»: el Poder del G20 cotiza mejor que el “ilusionismo socializante” de la ONU. La ONU lo revela, lo torna escéptico, irritante y casi fundacional.
Se da la suficiente máquina para despreciar los consensos colectivos internacionales. En el G20 se pone pragmático. Se comporta como un racionalista bastante maduro. Estadista equilibradamente responsable.
La extensión del swap heredado alivia y justifica con amplitud la plática amable de 15 minutos con Xi Jinping. Aunque después deba aguantar las previsibles reproducciones de los “ensobrados televisivos”.
Los “hijos de la pauta” que le reiteran los vocablos intestinales que aludían al “comunista asesino de millones, con quien nunca iba a sentarse a negociar”.
Pero de pronto, si no se sentaba, el swap chino se moría. En el G20 incluso pudo atreverse a darle la mano a Lula, acompañado por la señora Karina Milei, La Pastelera del Tarot, acompañante terapéutica y primera dama protectora.
Sin reverencias ni estridencias, con los rostros tensos y sin atisbos de sonrisa. Pero los vecinos, los pares, se saludaron. Supo Milei tildar a Lula de corrupto. Humillarlo además por ser cercano, amigo íntimo del enemigo feroz, don Jair Bolsonaro.
Llamativamente Milei celebró en el G20 de Río de Janeiro a los mismos pares que olímpicamente maltrató en Nueva York.
Al coincidir en las asambleas espantosamente inútiles de la ONU, donde el Panelista de Intratables optó por la tentación opaca de facilitar la caravana de indignaciones.
La cadena de agravios por las torpezas genéricas de la Agenda 2030.
Dulce temporada en el paraíso
Pero los videos, como los reclamos, deben bancarse. Giladas superficialmente frívolas de los ensobrados diáfanos. Apasionados archiveros de la comunicación.
Son contados, pero abundan. Señalados que se resisten todavía a aceptar que -pese a las improvisaciones estructurales- el gobierno flojo marcha aceptablemente bien. Anda derecho, enfocado, con suerte.
Atraviesa una dulce “temporada en el paraíso”, exactamente al contrario de la “temporada en el infierno” evocada por el poeta Rimbaud.
Comparativamente la gestión improvisada, que fue armada como se pudo, anda en tercera, en automóvil descapotable. La Argentina se puso inconcebiblemente cara. Pero ya tiene la inflación domada. Espectro que cae como un piano.
El temible “riesgo país”, el otro flagelo, también está literalmente domado. Restan un par de gobernadores excepcionalmente traviesos que insisten con la ceguera de la resistencia.
Con la invocación de otro modelo claramente opuesto. Con otra distinta vocación de Estado. Como Axel Kicillof, El Gótico, de la sustancial Provincia del Pecado.
Pero otros pares tratan de irle dignamente al pie. Gobernadores pragmáticos que, sin gran recato, se le inclinan. Como se inclinó Milei precisamente ante Xi Jinping.
Otros, obturados por la historia, o por los estigmas del decoro, lo maltratan con la significativa indiferencia. El juego del poder es siempre cautivante y Milei se hace intuitivamente especialista.
Consta que en la Pajarera de los Diputados aún no pudo alcanzarse el peligro destituyente de los dos tercios. La fuerza necesaria para vetar el atributo constitucional que depara la capacidad del veto.
Con tal de recibir maníes, acaso promesas de atención, varios gobernadores presionados presionan a sus representantes para que den (o tal vez para que no den) la gloria del quórum. Un trabajo artesanal del Premier Guillermo Francos, El Gentleman.
Lo repite con su proverbial amabilidad profesional con los sindicalistas flexibles que prefieran la placidez de dialogar. Sin deslizarse por la pendiente caótica de los paros generales. Como los actos de lucha que propone Pablo Moyano, El Charolito Irascible.
El error de subir a La Doctora al ring
En la complejidad geopolítica Milei adopta el estilo multilateral a la carta. Complacencia diplomática con Estados Unidos e Israel. Arbitraria crueldad con los organismos que cultivan la percepción humanista.
El comportamiento es originalmente extravagante. Deriva en la preparación de los inexorables actos próximos de desagravio moral hacia la señora Diana Mondino, La Malquerida.
Despojada del rango de Canciller. Echada como si fuera, en efecto, la descuidada mucama que rompió cristales.
Pero el Panelista, no obstante, muy agrandado se ufana: “El mío es el mejor gobierno de la historia”. Y si todavía los inversores no se amontonan por el RIGI es por el temor latente al regreso de La Doctora que estimula.
Al ser subida de nuevo al ring, La Doctora le brinda la garantía. Le blinda el eventual colapso. Acontece que heredó del mitificado Carlos Menem, El Emir, la astucia para aplicar el juego de las categorías.
Pero a pesar de todo se obstina en repetir el error histórico de Mauricio, El Ángel Exterminador. Subir a La Doctora al ring es la táctica en apariencia inteligente para cualquier gobierno de consultores.
Por la deplorable imagen negativa que arrastra La Doctora «condenada». Creen que la diabolización depara beneficios inmediatos.
Perfecto, pero el riesgo es estratégico. Porque ¿y si la Doctora igual les gana? Ya le ganó a Mauricio. Y venció al recetario de don Jaime Durán Barba, El Equeco. Consolidado por Marcos Peña, El Pibe de Oro.
La Doctora diluida los vacunó. Levemente desdibujada detrás del mascarón de proa de Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
La estafa lamentable de La Cayetana y Jamoncito
La propuesta triunfante de Milei-Villarruel derivó pronto en otra lamentable estafa.
La señora Victoria Villarruel, La Cayetana (por Álvarez de Toledo) debió haberse puesto previamente de acuerdo con Jamoncito.
A los efectos de elaborar mejor juntos el engaño colectivo. El virtual desfalco político. Sin embargo, La Cayetana y Jamoncito supieron deslizarse juntos por el naufragio precipitado de la chabacanería.
Justamente cuando el protagonista del Fenómeno percibía la magnitud de la temporada en el paraíso. Cuando juzgaba con elemental megalomanía que presidía “el mejor gobierno de la historia”.
En los días inolvidablemente sublimes en que funcionaba como la avanzada vanguardista de Donald Trump, The Fire Dog. Cuando recibía con confites y Karina a Los Macron, la señora Brigitte y El Niño Bien.
O a la atractiva estadista italiana, la señora Giorgia Meloni, Filomena Marturano. Desde el paraíso perentorio decidió exterminar con palabras intestinales a la vicepresidenta que desde la derecha nacional le aportó miles de votos.
La pasó por las armas de manera implacable, y por la razón más grave de la mercancía libertaria. Ser de la “casta”.
Desde la ética, el Panelista de Intratables, el protagonista del Fenómeno Milei, se destaca por ser, en efecto, un trucho olímpico. Un descuidista lícitamente astuto, pero transformado en ilusión estética.
Alucinante y excesivo, incluso, hasta como espejismo.