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Volver al futuro

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No todo tiempo pasado fue mejor.
No todo tiempo pasado fue mejor.

El subsecretario de Economía Popular de la Provincia de Buenos Aires y dirigente piquetero de Barrios de Pie, Daniel Menéndez, desembarcó en Mar del Plata para hacer campaña electoral a favor de Axel Kicillof. El funcionario hará una recorrida por la ciudad que dirige el intendente del PRO Guillermo Montenegro con el slogan “El futuro es con Axel”, la frase que el equipo de campaña del gobernador busca instalar para apuntalar la imagen y la campaña electoral.

 

Esta es la enunciación de la noticia. Vayamos a su análisis.

Empecemos por la propia figura del señor Menéndez. El ahora funcionario del gobierno de Kicillof era uno de los tantos “gerentes de la pobreza” que fabricó el kirchnerismo durante los años dorados de la riqueza para ellos y la miseria para todos.

Menéndez se las había ingeniado para ser uno de los que tornaba imposible la vida de los porteños con piquetes poco menos que diarios en la Capital, mientras, también como funcionario del gobierno de Fernandez, cobraba por los dos lados del mostrador.

Seguramente, ahora, el “pollo” con el que se ilusiona recrear en el futuro todo aquel delirio de privilegios para ellos y de hundimiento en la indignidad (más que en la miseria) para los demás, es Axel Kicillof, el responsable de una de las gestiones económicas más ruinosas que el país recuerde en toda su historia desde el 25 de mayo de 1810.

Porque si la invitación dice “El futuro es con Axel” es lógico que uno quiera recordar un poquito cómo fue “el pasado con Axel” y cómo es “el presente con Axel”. Seguramente esos serán buenos indicios para entrever cómo puede ser “el futuro con Axel”.

Por supuesto, la gema que más reluce en ese pasado desastroso para los argentinos, es el robo de (hasta ahora) 16 mil millones de dólares por la ilegal estatización de YPF. Ese solo chiste de este energúmeno, propuesto ahora como la mejor opción para el futuro de los argentinos por otro impresentable igual que él, ha hipotecado el provenir de muchas generaciones que vivirán para pagar ese desfalco.

¿Por qué utilicé las palabras “robo” y “desfalco” para referirme a una decision que, a los sumo, muchos calificarían “simplemente” como una mala praxis?

Pues porque estoy convencido -y no es la primera vez que lo digo en estas columnas- que Kicillof fue quien prestó su nombre para quedar como un incompetente (algo que desde ya, además es, por supuesto) para de ese modo facilitar el robo de esta guasada de miles de millones de dólares que, si todo sale como ellos quieren, terminará en los bolsillos de los Kirchner y de unos cuantos de sus secuaces (porque dinero para repartir no faltará gracias a quien para Menéndez es la mejor opción para el futuro).

Lo explico una vez más: La Argentina fue condenada en el juzgado de la jueza Loreta Preska (como lo habría sido en cualquier juzgado del mundo) porque el autor del crimen no solo lo había confesado públicamente por television sino que se había ufanado de haberlo cometido. Recordemos: el “delito” consistió en no darle, a la minoría -en el proceso de compra de acciones por parte del Estado- el mismo trato que a la mayoría.

Muy bien. ¿Quién era la minoría? Los Eskenazi. ¿Y quiénes eran los Eskenazi? La familia que entró a YPF comprándole el 25% de las acciones a Repsol a partir de un insólito y oscuro acuerdo con Néstor Kirchner que dio pie a justificar la extendida creencia de que los Eskenazi no eran más que “prestanombres” del ex presidente quien así, indirectamente, se convirtió en el accionista minoritario de la petrolera.

Cuando Kicillof confiesa públicamente que en el proceso de estatazación violaría los estatutos de la empresa no reconociéndole a la minoría los mismos derechos que a la mayoría, estaba diciendo que iba a “perjudicar” a los Eskenazi (que eran los Kirchner).

¿Qué hacen los Eskenazi (Kirchner)? Juicio. ¿Quién gana el juicio porque el criminal había anunciado públicamente que iba a cometer el delito? Los Eskenazi (Kirchner).

La cesión de los derechos del juicio de los Eskenazi a los fondos Bulford y Eton Capital no fue más que otra maniobra disimulatoria pero en realidad quien estuvo siempre detrás de todo fue Kirchner. Cuando la Argentina pague, Bulford y Eton seguramente cumplirán su parte del trato y repartirán la plata.

¿Nos está proponiendo Menéndez como mejor opción para el futuro el regreso de un mercenario que fue el principal engranaje de este mecanismo que le robó esta fortuna a los argentinos?

Traigo al relato solamente esta especie de frutilla del postre de lo que fue la gestión de Kicillof porque contar la larga cadena de desastres que ocurrieron durante la administración económica esclavista de este incapaz me llevaría semanas de escritura.

Vayamos ahora al presente. Kicillof es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, con lo que ver cómo vive la gente allí (especialmente en esa especie de selva de incivilizacion que es el conurbano) también nos debería dar un indicio para saber si “el futuro es con Axel”.

La gente en la provincia de Buenos Aires no vive, sobrevive. Y sobrevive porque no sabe literalmente si hoy será el último día de su vida. No sabe si volverá sana y salva a su casa por la noche. No sabe si será la próxima víctima de una delincuencia apañada desde el Estado provincial que entiende que los delincuentes son las víctimas de una sociedad que los “excluye”.

Tampoco habría que descartar completamente que el gobernador, como buen marxista, crea que la verdadera revolución debe hacerse con el hampa, porque son los delincuentes (que se consideran ya “jugados”) los que tienen el desprendimiento que debería tener un verdadero “revolucionario”. (“La subversión debe hacerse con delincuentes, porque son los únicos no comprometidos con el sistema: los obreros luchan solamente por aumentos de sueldo, los estudiantes son pequeños burgueses jugando a la política; en el hampa esta la cuna de la revolución” – Ronald Rivera, terrorista chileno).

Cada día es un calvario de motochorros, de muertos por un celular, de gente golpeada a mansalva, de familias destruidas, de futuros truncados (¿será este el tipo de futuro que nos promete Menéndez), de vecinos viviendo entre rejas, de incertidumbre, de desasosiego… En la provincia de Buenos Aires de cada 10 motos existentes, 6 son robadas. ¿Será hacia eso que Menéndez propone llevarnos?

Pero, ¿qué puede esperarse de un aprovechador, de un vago, al que no se le conoce un trabajo productivo más que una propuesta para regenerar un sistema en donde él pueda seguir chupándole la sangre a los argentinos mientras sus conciudadanos mueren en un zaguán por no entregar una mochila?

Menéndez es una especie de personaje prototípico: prototipo o de todo lo que esta mal. “Subsecretario de la Economía Popular” de la mayor provincia del país que parece enorgullecerse por la miseria, por la escasez, por la informalidad y por la falta de todo… Porque todo eso es lo que representa la “economía popular”: la miseria, la escasez, la informalidad, la carencia de todo. Es una especie de éxtasis en la tarea de estar orgulloso por las penurias (de los otros).

Otro detalle que casi me hace reír es la persistente táctica de querer presentar como simpático a un personaje por la insistencia en instalar la idea de llamarlo por su nombre de pila. Obviamente su contracara es presentar a los adversarios (ellos los llaman enemigos) usando sus apellidos. 

Así, era “Cristina” contra “Macri”. Ahora pretenden imponer la idea de “Axel” (el ¿pendejo? superado) contra “Milei” (el cavernícola conservador). Es tan obvia la estrategia que hasta me causa una candorosa pena. Pero ojo: para muchos termos, funciona.

Para saber cómo sería un “futuro con Axel” no hay más que ver cómo fue el pasado con Axel y cómo es el presente con Axel. Yo sé que hay mentes para todo y probablemente, Menéndez -para ilusionarse con recuperar todo lo que perdió- esté apelando a los que no quieren ver cómo fue el pasado y cómo es el presente.

Pero, bueno, creo que una mayoría social decisiva ya se ha dado cuenta que el precio por hacer que la gente como Menéndez viva una vida privilegiada es muy alto y se paga todos los días con hipotecas que habrá que levantar de aquí a muchos años y también con la vida propia que puede caer víctima de las balas en cualquier vereda de la economía popular.

 

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