¡Recién Publicado!
cerrar [X]

El mayor desafío de Milei no es económico

0
"You know what broke the American spirit? Entitlements… So, you’re entitled to nothing" – Frank Underwood
“You know what broke the American spirit? Entitlements… So, you’re entitled to nothing” – Frank Underwood

El presidente Milei suele refrendar la idea de que él concibe la presidencia como un trabajo para el que ha sido contratado, echando mano a una terminología habitualmente utilizada en los convenios que empresas privadas celebran con algún profesional ad hoc que es puntualmente tomado para el cumplimiento de una tarea.

 

Esa terminología fue utilizada de nuevo ayer cuando, en un reportaje para la televisión, se preguntó “¿Cuál es mi ‘Job Description’?”, es decir, ¿Cuál es el trabajo que tengo que hacer? ¿Para qué me contrataron? ¿En qué consiste la tarea que debo cumplir? ¿Cuáles son las metas que debo alcanzar?

Él mismo respondió esas preguntas detallando una serie de items. De todos los items solo uno no tenía contenido económico: el de conseguir dar mayores sensaciones de seguridad física a los ciudadanos. Todos los demás eran económicos.

Y aquí radica el mayor desafío que enfrenta el presidente: Milei tiene que resolver un problema cuyas causas tienen una naturaleza diferente a la del problema. Dicho en otras palabras: las razones de la desopilante debacle económica argentina no son económicas. Ese desbarajuste fue la consecuencia de un desarreglo anterior y de genealogía distinta a la económica.

El problema que enfrenta el gobierno es que la putrefacción de ese sustrato debe ser atacada antes (o, como mínimo, al mismo tiempo) que el problema económico.

La trillada figura del iceberg para explicar la superposición de inconvenientes que se presentan a diferentes niveles no por demasiado usada deja de ser conveniente para visualizar la imagen. Es natural que la atención inicial se deje llevar por las escabrosas y puntiagudas acechanzas de los hielos que salen por encima de la superficie del agua. Pero esos mamotretos son solo un ápice de la mole de hielo que hay por debajo del nivel del mar.

La Argentina -o su gobierno- enfrentan una problema de naturaleza similar: debe esquivar los peligros que se ven pero también los que no se ven y que son la causa que provocaron los que se ven.

En la “Job Description” presidencial aparece, por ejemplo, la derrota de la inflación. Lo cual, dado los exorbitantes índices argentinos, debe considerarse lógico. Sin embargo el desarreglo de las variables que terminan provocando inflación no son de naturaleza económica. Es el tipo de sociología que ha venido conformando el mainstream argentino lo que se halla por detrás del completo desorden de los fundamentals económicos que terminan derivando en un total descontrol del nivel de precios.

Siendo como es la inflación un fenómeno que ocurre por el exceso de dinero (billetes impresos por encima del valor real de la producción nacional) no hay manera de derrotar la inflación si no se termina con el exceso de dinero.

La pregunta es entonces ¿qué fue lo que produjo el exceso de dinero? La respuesta inicial sería “la pueril creencia de que la necesidad de cubrir gastos puede atenderse por el simple expediente de imprimir plata”. Así, mientras pueda imprimir plata mi acceso al gasto será ilimitado.

Muy bien. ¿Y qué es lo que produce, primero el gasto, y luego la adicción al gasto? Respuesta: un círculo de retroalimentación que va del reclamo a la demagogia y de la demagogia al reclamo sin solución de continuidad.

¿Qué demonios es eso?

Responder esta pregunta significaría haber develado el misterio de las causas sociológicas subyacentes de los problemas económicos.

Hace como 25 años, Mariano Grondona, escribió un muy interesante trabajo titulado “Las Causas No-económicas del Desarrollo Económico”. En ese ensayo Grondona analizó múltiples características culturales (no necesariamente de la Argentina, sino en general, de cualquier país) que provocan diferentes outputs económicos. Desde temas vinculados a la religión hasta cuestiones que tienen que ver con los sexos y las relaciones entre ellos, el espectro de tradiciones y creencias no-económicas pero que tienen una consecuencia económica es amplísimo.

En el mundo hay pueblos de diferentes orígenes y que responden a tradiciones y costumbres diferentes. Esas creencias, a grandes rasgos -dice Grondona-, pueden ser agrupadas en dos grandes grupos a los que llama como con sesgos “proclives al desarrollo” y como con sesgos “resistentes al desarrollo”.

Con un trazo muy grueso -pero que sirve para tirar una primera línea de orden- se puede decir que los pueblos que, por sus orígenes, tienen tradiciones que inconscientemente los inclinan a la supremacía del individuo sobre la masa presentan rasgos más proclives al desarrollo que los pueblos con sesgos inversos. No hay más que mirar un mapa.

¿Por qué es eso? Pues porque en general, los pueblos que son fruto de una cultura que le da preeminencia al individuo sobre la masa, tienden a organizar un orden jurídico que deja librado a las personas el destino de sus vidas con independencia del peso que en esas vidas pueda tener la autoridad pública (Estado). Al revés, los pueblos que son el fruto de culturas que le dan a la masa preeminencia sobre el individuo, tienden a organizar un orden jurídico que hace depender la suerte de las personas de las decisiones de las autoridades (Estado).

Según este primer esquema clasificatorio básico, los pueblos del primer grupo estarán menos tentados a reclamar “entitlements” hacia las autoridades públicas (Estado) por lo que estas no tendrán la ventaja de contar con la demagogia de prometerlos para ganar aprobación popular o votos (o, al menos el impacto de la demagogia en esos pueblos será mucho menor que en los pueblos del segundo grupo que analizaremos en un momento más).

Obviamente esta es una primera manera de romper el círculo vicioso “reclamo-demagogia-demagogia-reclamo” que hace unos párrafos habíamos definido como el responsable de la generación de gastos y de la adicción al gasto.

Vayamos ahora a los países que responden a la segunda cultura. Recordemos que estos son los que creen en la supremacía de la masa (lo colectivo) por sobre los individuos, lo que a su vez hace que la suerte de las personas dependa de las decisiones de las autoridades (Estado).

Al criarse en esta cultura las personas estarán más inclinadas a reclamar “entitlements” (es decir “derechos” provistos y financiados por el tesoro común). Esta propensión es ideal para que al reclamo le siga la demagogia y a la demagogia el reclamo, generando el círculo vicioso de “gasto-adicción al gasto”.

Esto nos permite arribar a una primera conclusión según la cual advertimos que el gasto (embrión original de la inflación porque es el que produce la necesidad de ser cubierto con billetes) no tiene un origen vinculado a una eventual mala praxis económica sino a una necesidad de satisfacer una demanda provocada por una conducta. Además esa necesidad le cae como anillo al dedo a políticos demagogos y corruptos. Pero esa no es más que una frutilla del postre que agrava el problema, no es su origen: el origen está en la creencia cultural de que la masa “tiene derecho” a que sus necesidades sean cubiertas.

Fíjense que curiosa es la traducción (esa delicia interpretativa que nos regalan los idiomas) de la palabra “entitlement”. El español no tiene una palabra única para traducir “entitlement” que no sea “derecho”. Sin embargo el inglés tiene dos palabras distintas para lo que nosotros llamamos “derechos”: “rights” y “entitlements”.

Mientras que los “rights” son atributos que las personas tienen por el solo hecho de nacer (la vida, la libertad para buscar la felicidad propia, la propiedad, la expresión libre, etcétera) y que ningún orden jurídico escrito puede desconocer o atropellar, los “entitlements” son “concesiones” otorgadas, no por el nacimiento, sino por las autoridades (Estado). Los entitlements son susceptibles de ser reclamados; los rigths no. Los entitlements pueden conseguirse por la presión; los rights no.

Las culturas más proclives a dar supremacía a la masa por sobre el individuo serán también culturas más proclives a reclamar “entitlements” (“donde hay una necesidad, nace un derecho”, sentenció Eva Perón en una especie de altar de los “entitlements”) y, por lo tanto, serán culturas más proclives al gasto. Del gasto a la adicción al gasto (demagogia mediante), no hay más que un paso. Y de la adicción al gasto a la impresión desmesurada de billetes no hay más que otro. Ese es el embrión de la inflación.

¿Es la inflación, el primer ítem en el “job description” del presidente, un problema económico? Sí. ¿Es su origen una cuestión de naturaleza económica? No, es conductual.

Es en la contradicción de esas dos respuestas donde Milei encuentra sus mayores desafíos. Cómo llevar a la Argentina de la masa al individuo y cómo hacer que los argentinos no tengan miedo de decidir solos es la mayor dificultad que afronta el presidente.

 

0 comentarios Dejá tu comentario

Dejá tu comentario

El comentario no se pudo enviar:
Haga click aquí para intentar nuevamente
El comentario se ha enviado con éxito
Tu Comentario
(*) Nombre:

Seguinos también en

Facebook
Twitter
Youtube
Instagram
LinkedIn
Pinterest
Whatsapp
Telegram
Tik-Tok
Cómo funciona el servicio de RSS en Tribuna

Recibí diariamente un resumen de noticias en tu email. Lo más destacado de TDP, aquello que tenés que saber sí o sí

Suscribirme Desuscribirme

¿Valorás el periodismo independiente?
Municipio de Moron. Corazón del Oeste
Mokka Coffee Store
Cynthia Gentilezza. Analista en seguros


 

Notas Relacionadas

Arroz con "palito"

Este clima general positivo que se nota en el mundillo político, el cual desemboca en “políticamente está bien” y “va a ganar la elección de este año”, es lo que ha acelerado el libro de pases, o al menos de alianzas. El gobierno...