Si bien vivimos en un país donde todavía el largo plazo es la semana que viene y hablar de un lapso tan prolongado como el que nos separa de las elecciones legislativas de octubre equivale a discutir el sexo de los ángeles, no puedo dejar de expresar mi profunda preocupación por la conducta de los partidos políticos – en especial, del recientemente constituido La Libertad Avanza – ante el enorme riesgo que constituye la probabilidad, por muy escasa que sea, de un triunfo del pero-kirchnerismo, en cualquiera de sus franquicias, en la crucial Provincia de Buenos Aires.
Todos sabemos cuán definitoria resulta, para ese eventual resultado, el peso de las 2° y 3° secciones electorales, ubicadas en el oeste y el sur del Conurbano bonaerense, o sea, La Matanza, Merlo, Lomas de Zamora, Lanús, Avellaneda, Quilmes, Almte. Brown, Berazategui, etc., los municipios donde se concentran los mayores bolsos de pobreza e inseguridad, ahora incrementados por la presencia esencial del narcotráfico. En esa enorme zona se encuentra el bastión desde el cual la banda saqueadora controla el 30% de los votos que aún creen en el “relato” construido durante 20 años.
Nada de eso fue casual, sino que fue cuidadosamente programado y las herramientas fueron la inmigración descontrolada desde los países vecinos, la destrucción de la educación, la asociación con los cárteles internacionales, la permisividad ante la presencia de las grandes organizaciones criminales brasileñas (PCC y CV), y la complicidad policial con el juego ilegal, la prostitución, las drogas, el tráfico de personas y la consecuente explotación sexual de las víctimas o para el comercio de órganos. El “Estado presente” nunca pasó de ser un mito y todas sus funciones fueron asumidas por distintos punteros, pseudo benefactores de su entorno, incluyendo la administración de justicia en los diferentes entre vecinos.
Con ese bloque granítico de adhesión jugando unido, cualquiera sea quien lidere la oferta, resulta absolutamente esencial que todos los espacios políticos razonables y republicanos unifiquen la propuesta electoral, pues una victoria pero-kirchnerista allí haría renacer las dudas acerca de la probabilidad de su retorno al poder nacional y, con ellas, tal como le sucedió a Mauricio Macri, todas las inversiones hasta ahora prometidas entrarán en pausa, al menos hasta 2027 y, así, los argentinos habremos desperdiciado, una vez más, los enormes sacrificios hechos desde que Javier Milei ejerció la Presidencia; nadie – propio o ajeno - estará dispuesto a arriesgar una moneda aunque el oficialismo se imponga en el resto del país.
Y así llegamos a la justificación del título de esta nota: el Gobierno, bajo el mando de dos de los tres lados del “círculo de hierro” (Karina Milei y Santiago Caputo) están forzándonos a jugar con un revólver que tiene demasiadas balas en su tambor, y agregan más incurriendo en errores no forzados, como cuando traen a la discusión pública asuntos que sólo importan a escasas pero férreas minorías. Puede ser cierto que muchos de los partidarios del PRO, de la UCR, de la CC-ARI y hasta del justicialismo dialoguista acompañan al Gobierno, como parecen indicar las siempre erróneas encuestas, pero ¿para qué correr riesgos innecesarios por una cuestión exclusivamente de modales? ¿No sería más lógico acordar principios programáticos y constituir, desde ya mismo, alianzas electorales?
En otro orden de cosas, entre hoy y mañana se cumplen 50 años desde que comenzó el Operativo Independencia, bajo las órdenes impartidas por un gobierno democrático, para combatir y exterminar al ERP en Tucumán, donde, sin declarar formalmente una guerra, pretendía ocupar el territorio, ser reconocido en el mundo como Estado beligerante y, a partir de allí, instalar en la Argentina una tiranía asesina como las que aún oprimen a Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Que los militares que triunfaron en ese conflicto armado sigan presos, mientras los asesinos terroristas están libres e indemnizados es una vergüenza que clama al Cielo; Milei debería poner fin a esa iniquidad ahora mismo, ya que tiene a su disposición las atribuciones legales que su alto cargo conlleva.
En el terreno internacional, Donald Trump está haciendo temblar al mundo entero al iniciar guerras comerciales con sus principales socios, imponiendo fuertes aranceles para intentar proteger –a mi juicio, equivocadamente– a la industria norteamericana; y si le sumamos la feroz persecución a la inmigración ilegal, que afectará a sectores claves de la economía, como la construcción y la agricultura, toda su política al respecto puede transformarse en un fenomenal boomerang para los Estados Unidos.
En especial me preocupan los venezolanos, a los cuales la administración de Joe Biden había otorgado un estatus especial como refugiados y que hoy corren serios riesgos de ser devueltos a su país, donde serían encarcelados y torturados; aún no está nada claro cuál será la actitud de Washington frente a Nicolás Maduro, es decir, si la necesidad de hacerse con el petróleo, que extrae Chevron en el país caribeño con su autorización, hará que sea tolerante con el régimen usurpador y violento.
Como se ve, el mundo sigue siendo un lugar inquietante, y aún más con el peligro de que un enorme meteorito que podría impactar en la Tierra en 2032 y causar un período extremadamente prolongado de oscuridad y frío.