El pueblo y la cultura armenios tienen una existencia que proviene de un pasado muy remoto. Ocupantes de las tierras situadas entre los mares Negro, Caspio y Mediterráneo, sus límites geográficos han sido siempre variables por falta de accidentes naturales que los delimiten claramente, pero se caracteriza por ser una región geográfica situada en las alturas con respecto a las tierras vecinas y rica en minerales como plata y cobre. En el siglo VI a.J.C. ya era una satrapía persa que más tarde, en el siglo IV a.J.C. fue conquistada por Ciro el Grande. Alejandro de Macedonia la incluye en el mundo helenístico al avanzar sobre Oriente y a su muerte queda bajo el gobierno de los seleúcidas. A éstos suceden los arsácidas y en la época de Tigranes alcanza su máxima prosperidad funcionando como un estado tapón entre Roma y Persia, beneficiándose de su situación geográfica de pasaje y del comercio entre ambos, hasta que Trajano la convierte en provincia romana.
El rey Tirídates III persigue al cristianismo pero finalmente es catequizado y bautizado por Gregorio el Iluminado y convierte a Armenia en el primer reino que hace del cristianismo su religión oficial, de allí que la Iglesia fundada lleve el nombre de Gregoriana y tenga características particulares desde el momento que, en el siglo V y frente a la controversia sobre la doble naturaleza de Cristo, adopta el monoficismo y desconoce el poder temporal del Obispo de Roma. La cabeza de la Iglesia será desde entonces para el pueblo armenio, el Kathólicos.
La Gran Armenia, o sea el territorio conformado por Armenia Major (oriental) y Armenia Minor (romana) es invadida a partir del siglo VII por los árabes y será permanentemente disputada por Bizancio, pasando a pertenecer a uno y otro bando con el correr del tiempo. En época de las Cruzadas se posicionaron en contra de los islámicos y fueron el último reducto sobreviviente de la cristiandad en oriente. Ayudaron también a los mongoles contra los mamelucos de Egipto, pero al convertirse aquellos al islamismo y sin poder contar ya con la ayuda de los exhaustos cruzados, caen bajo dominio de esto y pasan a ser una provincia egipcia.
La lengua de los armenios es de tipo indo-germánico y en el siglo V ya han inventado el alfabeto armenio con 38 caracteres lo cual les permite traducir la Biblia a su propia lengua y establecer una liturgia particular, además de desarrollar una literatura que, si bien será fundamentalmente de tipo teológico, también abundará en producción de poesía popular y en obras de estilo elegíaco con temas que ya denuncian las persecuciones y permanentes invasiones que sufren por parte de los persas. En el siglo XVI el Imperio Otomano se apropia de la parte occidental de Armenia y la parte oriental queda en manos de los persas. Este imperio, dada la enorme extensión de sus dominios y la diversidad de etnias que lo componen tiene características pluralistas y si bien no llevan a cabo una política marcadamente represiva, imponen la ley del Corán, conocida como la saria y las minorías que practican otras religiones son considerados ciudadanos de inferior categoría, debiendo, en calidad de tales, pagar mayores tributos y sufriendo persecuciones ocasionales que provocan frecuentes migraciones.
Las comunidades armenias que se establecen en las ciudades europeas a partir del siglo XVI instalarán siempre imprentas, tanto en Roma como en París y Venecia entre otras, en el afán de mantener sus creencias, su cultura y sus tradiciones, en definitiva, su propia identidad lejos de su tierra de origen.
Durante los siglos XVIII y XIX el Imperio Otomano presenta un marcado atraso con respecto a las monarquías europeas. La revolución Industrial y la Revolución Francesa han dado un notable impulso a occidente que contrasta fuertemente con las costumbres y economía feudales o semi-feudales de los otomanos. Las revueltas en la región balcánica se suceden y uno a uno van independizándose los griegos, los rumanos, los serbios y los montenegrinos mientras el sultán pierde la guerra contra la Rusia zarista en 1877. A fin de mantener la unidad del imperio, se implementan reformas de asimilación e igualdad con respecto a los pueblos no islámicos. La comunidad armenia, enclavada en el medio de los contendientes, sufre enormemente las consecuencias de la disputa. Se divide y muchos de sus integrantes huyen hacia las ciudades importantes como Constantinopla y Esmirna, donde se confunden entre la población, dedicándose principalmente al comercio y a la artesanía. Al terminar la guerra la comunidad europea toma conocimiento de la "cuestión armenia" y trata de protegerlos contra otras tribus que han sido instaladas en sus tierras, como la de los kurdos, que posteriormente serán también objeto de persecuciones por parte de los turcos.
Turquía, una nueva nación
Durante los últimos años de existencia del Imperio Otomano, el pueblo armenio presenta características diferentes a los demás componentes. Es un pueblo con particularidades culturales, que ha mantenido su religión y sus tradiciones, a pesar de la mayoría islámica que lo rodea, su economía progresista ha permitido la constitución de una burguesía próspera, que se desarrolla dentro de un sistema donde la movilidad social es dinámica y cuyos valores e ideología se contraponen a las estructuras dominantes. El grupo de los Jóvenes Turcos, que se ha formado principalmente en el exilio, constituyó un partido de carácter nacionalista llamado Teshkilati Mahsusa que busca imponer un orden regional diferente y que pretende apoderarse de los recursos y riquezas conseguidos por otras comunidades, así como también deshacerse de los elementos recalcitrantes que aún hacen parte de los cuadros oficiales.
Las primeras matanzas en la región de Anatolia Central datan de 1895. Lo que buscan los integrantes de éste grupo es también una homogeneidad en la raza y en la religión que permita la construcción de una historia con un pasado común con y con base en la concepción del origen asiático de los turcos. ¿Cómo reconocer la existencia de alteridades en éste proceso de turquificación? El despojo, la requisa de tierras y las persecuciones se suceden de forma sistemática, con la consecuente pérdida de la soberanía territorial.
En el año 1915, Taalat Pashà, a la sazón titular del Ministerio del Interior turco, firma el decreto que ordena el exterminio de los armenios. El marco de la Gran Guerra ofrece una excelente oportunidad para la masacre. Los batallones de armenios son oficialmente desarmados, pese a lo cual ofrecen una feroz resistencia, causando también fuertes pérdidas en las líneas enemigas. Pero la lucha es muy despareja y la violencia del ejército turco es brutal. Se suceden escenas desgarradoras, en donde las casas son incendiadas con sus ocupantes dentro, las mujeres violadas y mutiladas , los niños arrojados a los ríos. En las provincias de oriente, Erezum, Bitlis, Dijabakir, Trebizonda, Sivas y Kharput el exterminio es masivo y gran parte delos sobrevivientes perderán sus vidas por causa del hambre y el agotamiento en las forzadas marchas hacia el exilio.
Sólo los habitantes de Van consiguen escapar a la muerte gracias a una providencial avanzada del ejército ruso y en Constantinopla y Esmirna los alemanes, palestinos y otros armenios del Líbano darán protección y ayudarán a escapar a algunos otros. Un elevadísimo número de niños estimado en cerca de 100.00 son arrancados de sus familias y entregados a turcos y kurdos para ser educados bajo otras creencias y hablando una lengua diferente. El fin de la guerra trae como consecuencia la caída de varios imperios, entre ellos el Otomano, pero el ascenso al poder de Mustafá Kemal no implica un cambio en la situación del pueblo armenio y la alteridad sigue siendo un serio estorbo para la construcción de una nueva nación.
Genocidio, reconstitución y diáspora
Durante la guerra, la Armenia Turca ha sido devastada. Los habitantes de la Armenia Rusa aprovechan las circunstancias de la Revolución y la guerra civil que la sucede para declarar su independencia, pasando así a formar la República de Armenia, con capital en Ereván, a cuyo reducido territorio confluirán los millares de refugiados que han conseguido huir de la Armenia Turca, pero el éxodo también cobrará un altísimo precio y las víctimas como consecuencia del hambre, las epidemias y los rigores del clima también suman millares.
Aún así, los armenios celebran el fin de las hostilidades y confían en una rehabilitación por parte del ejército aliado que ha resultado vencedor y que en un primer momento muestra buena disposición para atender a los pedidos de protección y reconocimiento. En 1920 y bajo el auspicio de Wilson, presidente de los EEUU, que emerge ahora como primera potencia mundial, se firma el tratado de Sèvres, pero las buenas intenciones, si es que alguna vez las hubo, quedan reducidas al papel. La nueva República de Armenia ha quedado enclavada entre la hostil Turquía y la naciente Unión Soviética que exige derecho de pasaje por el territorio armenio. Ante la presión y el miedo frente a la política de Mustafá Kemal que, enemigo de una sociedad pluralista y buscando la formación de una identidad nacional, continúa decididamente con su proceso de homogeneización para la constitución de una única sociedad con un pasado histórico común se firma un nuevo tratado, ésta vez en Lausana, por el cual Armenia , tras ceder una parte de su territorio a Turquía, que de ahora en más se conocerá como Anatolia Oriental -borrándose así de un plumazo su milenaria existencia- pasa a formar parte de la Unión Soviética y en Ereván se instala un gobierno comunista.
Si bien bajo la protección de los soviéticos la situación de pueblo armenio parece haber cambiado sus condiciones de supervivencia, en la nueva Turquía las cosas tienden a empeorar. La nueva nación trata por todos los medios de recuperar sus características propias que han quedado diluidas bajo la dominación durante siglos del carácter islámico del Imperio Otomano. La capital ha dejado de ser Constantinopla, ciudad cosmopolita a las puertas de Europa y ha sido trasladada a Ankara. La formación de comités de resistencia contra las minorías, la participación en éstos de los miembros del partido Ittihad ve Terakki (Unión y Progreso) que habían tomado parte en las matanzas de 1915, el afán de ocultar el saqueo y el enriquecimiento que favoreció a los miembros integrantes de las Kuvva I Milliye o brigadas de resistencia que actuaron en la época de la guerra por la independencia nacional, llevan a la justificación o la negación del genocidio. Los armenios han sido declarados enemigos de la nueva Nación y se los acusa de favorecer los intereses soviéticos en detrimento de la causa turca. Las deportaciones se suceden frente a los ojos indiferentes de los gobiernos de occidente, que tratan de establecer buenas relaciones con la nueva nación, Las comunidades armenias del mundo tratan de llamar la atención sobre el genocidio pero todo es inútil; las ordenanzas sobre restituciones e indemnizaciones a los miembros de la comunidad armenia son dejadas sin efecto y muchos de los participantes en las matanzas han sido erigidos en ejemplos de heroísmo y hacen parte ahora de la reciente historia nacional ¿cómo entonces acusarlos de ladrones y genocidas?
Nuevos rumbos: Los cambios de fin de siglo
Los armenios que quedaron bajo protección soviética consiguieron mantenerse en paz y protegidos de cualquier eventual invasión turca, así como el alto número de ellos que se instalaron en la Georgia soviética o el Azerbaiyán soviético.
Durante la época de Stalin, la región montañosa de Karabagh fue desmembrada de los antiguos territorios y cedida al Azerbaiyán, con el consiguiente reclamo de los armenios. Esta cuestión adquirió nuevo impulso en la década del ochenta y bajo el auspicio de la política de perestroika y glasnot del líder Mijail Gorbachov, a quien fue pedida su reincorporación a la Armenia Soviética. La comunidad armenia internacional ve con esperanza éste nuevo proceso y pide una reconstitución de sus antiguos territorios. Pero las ilusiones duran poco tiempo y, sumado a los efectos devastadores de un terremoto en 1988 que deja sepultados a 50.000 armenios y sin casa a otros 500.000, recomienzan la persecuciones y la masacre en la ciudad de Sumgait primero y luego en Baku, capital del Azerbaiyán, donde 200.000 armenios que creían vivir en paz son obligados a huir.
La actitud de sistemática negación del genocidio llevado a cabo por los turcos a lo largo de los años se ha visto modificada en los últimos tiempos. La nueva política que consiste en relativizar los hechos y aducir medidas defensivas frente a la sospecha de un enemigo interno, ha dado mejores resultados frente a los pedidos de explicaciones por parte de comisiones representantes de los Derechos Humanos.
El genocidio armenio ha quedado también por largo tiempo en un segundo plano frente al holocausto de los judíos durante el nazismo. El gobierno turco presionó cuanto pudo a los gobiernos del mundo para el ocultamiento de lo ocurrido, no sólo a fin de mantener una imagen exterior, sino también para preservar la nueva identidad sobre la cual se construyó la nación. Los países europeos y los EEUU ha tratado también de mantener en buenos términos las relaciones con éste país, integrante de la OTAN y aspirante a miembro de la Comunidad Económica Europea.
Hoy el mundo es más consciente de lo sucedido con el pueblo armenio gracias a las actividades llevadas a cabo por las comunidades esparcidas en diferentes países. Los cincuenta años del genocidio fueron conmemorados con actos de variada especie y los medios de información dieron amplia difusión de los mismos. En Hollywood, durante los años treinta, ante las presiones de los diplomáticos turcos, se prohibió la realización de un film que mostraría las persecuciones y matanzas llevadas a cabo en un pasado reciente, pero la realización de Ararat, obra de Atom Egoyan director canadiense de origen armenio, muestra parte de los hechos y trata de rescatar la memoria general para que no caigan en el olvido. La intención por parte de las autoridades turcas de declarar la cuestión armenia como un tema tabú, confiando en el proceso de aculturización de las comunidades diseminadas por el mundo no tuvo los resultados deseados. Dichas comunidades, a pesar de los inconvenientes provocados por la integración en otros medios y el inevitable choque cultural que sufren las nuevas generaciones, han conservado sus tradiciones y llevan a cabo una lucha permanente para el reconocimiento por parte de la comunidad internacional del genocidio sufrido, a través de la publicación de artículos periodísticos, libros, presentación de piezas de teatro, etc.