
El presente Javier Milei enfrenta una turbulencia económica y política inesperada, que bien se podría caracterizar como “efecto Colapinto”, porque -al igual que el joven piloto argentino de Fórmula 1-, fue dilapidando su alto caudal de imagen con errores propios y de su cercanía.
Es que Milei hizo en un año un impensado ajuste económico en el Estado basado en el “efecto motosierra” (con el cierre de oficinas públicas y despido de miles de empleados estatales), celebrado por alrededor de la mitad de la población.
Y en diciembre de 2024 -al primer año de gobierno- era todo algarabía. Pero en enero de este año empezaron los errores no forzados del jefe de Estado -Davos fue el puntapié inicial con exabruptos contra la diversidad- y así otros hasta el escándalo de las memecoins de la empresa $Libra.
Ese traspié originó sendas causas judiciales en su contra en Argentina y Estados Unidos y las derivaciones -especialmente en el país del norte-, pueden llegar a ser serias.
Luego le siguieron los tropiezos del asesor presidencial y virtual premier, Santiago Caputo, al cortar abruptamente una entrevista periodística a Milei, y también la “apretada” al diputado radical Facundo Manes en plena Asamblea Legislativa.
En paralelo, las encuestas indican que esos escándalos hacen caer la imagen del jefe de Estado y que la gente ya asimiló como algo lógico el superávit gemelo y la baja de la inflación. Ahora quiere bienestar económico.
Al mismo tiempo, empezaron a actuar grandes “jugadores” económicos que se beneficiarían con una devaluación y ese tema salió a denunciarlo el ministro de Economía, Luis Caputo.
Se sabe que el dólar está atrasado, pero el Gobierno no quiere saber nada con una devaluación y apuesta al ingreso de dólares frescos por el acuerdo en ciernes con el Fondo Monetario Internacional y la liquidación del agro en el segundo trimestre.
Pero la falta de dólares en las reservas del Banco Central y alguna declaración inconsistente del ministro de Economía pusieron a una posible devaluación nuevamente en el tapete.
Los economistas de cualquier ideología afirman que el Banco Central no puede seguir con este ritmo diario de sangría de dólares y la solución, por más eufemismos que se utilicen, es una devaluación.
La semana entrante una delegación del equipo económico tiene previsto un viaje de “urgencia” a Washington DC para pedir al FMI que el préstamo de 20 mil millones de dólares sea ya. Son horas decisivas.