Si la decisión que tiene que adoptar el
Senado sobre la imposición de retenciones móviles al girasol y a la soja y su
devolución posterior hasta el 31 de octubre a los pequeños y medianos
productores, más la ratificación de las facultades del Ejecutivo para fijar
impuestos, hubiese dependido de la cantidad de gente que tomó parte de los dos
actos que tuvieron lugar frente al Congreso y en Palermo, la votación debería
terminar por paliza, 10 a 1 en contra del proyecto oficial.
Por suerte, el deseo de Néstor Kirchner no tuvo ese eje, sino
que explícitamente fue el de convocar a una movilización simultánea a la del
campo que le permitiera expresar una vez más sus ideas y para probablemente
mostrarle a los senadores que desde el otro lado también había quien hiciera
presión, más allá de las que han sufrido muchos de ellos de modo directo
provenientes de sus gobernadores o aún del propio ejecutivo nacional.
Si no hubiese sido así, hoy se estaría hablando de una grave
derrota política del ex presidente. Las dos plazas que, desde su estudiada
ingenuidad, Mirtha Legrand ha caracterizado como "la de los gorilas y la de los
cabecitas negras" para criticar así el tajo que efectivamente representan para
la sociedad, no han sido, desde los aspectos del show, las que podrán
condicionar la voluntad de los legisladores, bastante exigidos, antes que por
otras presiones, por su conciencia y por la Constitución Nacional. La
convocatoria simultánea que hizo Kirchner fue también para no regalarle el 100
por ciento de la calle al sector rural ni tampoco a los porteños que —se sabía—
iban a acompañar masivamente el acto palermitano y, en este aspecto, aún
recuerda el matrimonio presidencial el mal trago que pasó la candidatura de
Cristina Fernández en las grandes ciudades. Sin embargo, en aquel momento, la
segmentación del voto indicó que el campo le había dado la presidencia al
Frente para la Victoria y en relación con esto, se ha producido otro
cortocircuito, ya que Kirchner y sus acólitos le han pedido a los ruralistas
"memoria y agradecimiento".
Estos dicen, a su vez, que ya han cumplido en octubre
pasado y que ahora se rebelan contra los excesos.
El concepto que maneja el kirchnerismo es que los
productores hacían cola en 2001 para entregar sus campos a los bancos, tras el
gran endeudamiento padecido durante la convertibilidad y que con la acción
oficial y el tipo de cambio alto pudieron zafar de la situación. Ahora, dice el
evangelio oficial, "que tienen rentas extraordinarias no quieren ser
solidarios", sin considerar que las retenciones no son un impuesto a la renta,
sino al precio.
Por otra parte, el ex presidente maneja una serie de
conceptos que a algunos le parecen anacrónicos, pero que él vive como de gran
actualidad, como asegurar y buscar convencer a sus interlocutores que la
situación que se instaló a partir de la voracidad fiscal del Gobierno ha
degenerado en un gran golpe destituyente que apunta contra el gobierno de su
esposa. Para ciertos observadores, esta postura tan propia de su estilo
confrontativo tiene cierto asidero ideológico y así lo expresó durante el fin de
semana en un encuentro ante un grupo de intelectuales, cuando relató los miedos
que lo aquejan, como el de volver a la "noche neoliberal", a la que relacionó
con los ruralistas. Por eso, avalan los motes de "grupo de tareas" o "comandos
civiles" que Kirchner les endilgó también a los productores que escrachan
a los legisladores, como si el propio kirchnerismo no debería hacer un mea
culpa sobre sus propias acciones de similar tenor.
Para otros analistas, el clima golpista es una gran
pantalla creada por Kirchner para cubrir las necesidades fiscales crecientes
de un gobierno que tiene entre sus manos un modelo económico casi agotado que no
encuentra otro de sustitución y que además presenta graves defectos de gestión.
Sobre este punto, cuentan quienes estuvieron en esa charla
cerrada que se hizo en la Biblioteca Nacional, Kirchner ha dicho que su gobierno
tuvo que demostrar que el progresismo podía administrar.
Mas allá del habitual recuento de logros que realizó en el
acto del Congreso, lo concreto es que son muchas las asignaturas pendientes que
ha dejado su paso por la Administración, las mismas que, sin cambio de gabinete,
aún conserva el actual gobierno sobre todo en materia de infraestructura y de
política económica.
En este último aspecto, el cúmulo de contradicciones que
presenta el proyecto de ratificación de la desguazada Resolución 125 debería ser
el punto inicial para que la Cámara Alta, "revisora" en este caso según lo
indica la definición constitucional, comience por cambiarle varios puntos a lo
que le llegó de Diputados. El ítem más controvertido es que se trata de una ley
que nació para "desojizar", aunque ahora los parches de la media sanción
incentiven la siembra de soja, ya sea porque se premia a los productores más
lejanos con suculentos reintegros o bien porque hoy la soja pasan a pagar menos
retenciones que el maíz.
Si bien la mecánica es de una complejidad absoluta ("pague
primero, recupere después"), la oposición también martilla con que tampoco queda
en claro cómo se hará para compensar rápidamente a todos los productores
pequeños y medianos, ya que la ONCCA no tiene capacidad operativa para procesar
tantas devoluciones juntas, unas 450 diarias, se calcula.
La imagen partida de la televisión, la misma que el
kirchnerismo tuvo que digerir como el ricino, tras una decisión
comunicacionalmente inapropiada, ha sido el símbolo de lo que será el Senado en
la votación crucial que probablemente se estire hacia la madrugada del jueves:
la Cámara Alta ha también quedado partida por mitades, pero no tanto desde lo
numérico, sino porque su actuación no terminará de resolver el problema y la
Argentina de las necesidades no tiene demasiado tiempo más para seguir detenida.
Hugo Grimaldi
DyN