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FURIA ESPAÑOLA

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RECORDANDO A FRANCO
RECORDANDO A FRANCO

El domingo 17 de julio de 1936

    El domingo 17 de julio de 1936, a las 17 hrs, en el mismo momento en que el toro sale al ruedo, la Legión Extranjera se subleva en Ceuta y Melilla al mando del joven y casi desconocido general Francisco Franco Bahamonde. En Madrid, el gobierno presidido por Giral es tomado por sorpresa y tiene unos momentos de vacilación que son aprovechados por los rebeldes. Se toman de inmediato las estaciones de radio, así como los ayuntamientos y se manda al paredón a todos aquellos adscriptos a partidos de izquierda, o simplemente dotados de ideas republicanas. Rehecho del pasmo inicial, y presa del pánico, no tiene mejor idea que armar a los sindicatos y a integrantes del Frente Popular que inmediatamente forman milicias.
    Mientras tanto en la península, el Ejército se subleva en Madrid y Barcelona pero es reprimido furiosamente por los anarquistas, insólitamente unidos a sus archirrivales de la Guardia de Asalto, junto con las citadas milicias. Empieza así una contienda bien a la española, en la cual casi un millón de seres humanos morirán alzando el puño izquierdo o el brazo derecho en alto.
    Mucho se ha escrito sobre la tragedia española, que se extendería por todo el ibérico territorio por tres largos años, hasta los primeros días de abril de 1939. Y mucho también se ha mentido, ocultado deliberadamente la verdad y exagerado las virtudes y defectos del oponente en aras de que la evocación histórica se vuelva propaganda.
    Pero para que no suceda eso es conveniente repasar dos puntos importantes, las ideas en pugna y los personajes que las llevaron a cabo, y en esta instancia, hasta la amargura de la boca de un fusil. El triunfo posterior de Franco se debió, en gran parte, a la ayuda en armas y efectivos de Italia y Alemania, como también la debacle militar generada por la toma de decisiones provenientes del stalinismo soviético. Cuando en 1937 Stalin decide intervenir de lleno en la zarabanda, establece a Juan Negrín como ejecutor de su plan, desplazando violentamente a los socialistas, trotskistas y anarquistas y tomando el control de la situación política y militar. Así el estancamiento de la revolución socialista le cede el paso al inminente desastre bélico, traducido en la fallida ofensiva sobre el río Ebro en 1938, cuando la victoria inicial se transforma luego en una batalla de desgaste de la cual la República jamás se recuperaría.


Los hombres

    Emilio Mola fue quien ejecutó antes que el citado Franco el plan inicial de la sublevación. Miope pero terriblemente decidido, moriría luego de no tomar Madrid en noviembre de 1936, en un oportuno accidente aéreo. José Antonio Primo de Rivera, abogado y fundador de la Falange Española, estaba preso ese domingo en la cárcel de Alicante acusado de subversión contra la República. Partidario inicial de la sublevación, pronto se opondría dándose cuenta de las crecientes ambiciones de quien luego se autoproclamaría Caudillo de España por la gracia de Dios. Amigo del dirigente socialista Indalecio Prieto, y de Federico García Lorca, se ofreció como prenda de paz para parar el conflicto, amenazando incluso con retirar a sus falangistas del mismo. Desgraciadamente su ofrecimiento no cuajó, como tampoco el mando nacional bajo tutela de Franco no hizo ningún intento serio por salvarlo. El 20 de noviembre de ese año es fusilado, pudiendo respirar tranquilos los estalinistas como el gallego oportunista nacido en El Ferrol.
    Buenaventura Durruti era un afamado líder anarquista, quien cuando le pedían que se autodefiniera sólo respondía “mecánico”. Dotado de una férrea e indomable voluntad, y de un innato don de mando. Organizó la denominada Columna Durruti, que si bien fracasó al intentar tomar Zaragoza, se cubrió de gloria en la defensa de Madrid en noviembre de 1936. Precisamente allí es donde Durruti encontraría la muerte, víctima de una bala perdida disparada desde el Hospital Clínico, durante el combate de la Ciudad Universitaria.
    Este terceto no elegido al azar, resume la azarosa epopeya de la considerada para muchos, anteúltima contienda ideológica del siglo XX, antesala directa de la Segunda Guerra Mundial.
    Quizá a la distancia, luego de setenta y dos años, para muchos resulte lejano evocar esos días de llamas, en los cuales miles de personas fueron a España para combatir al fascismo, mientras que otros lo hicieron también convencidos de que sus oponentes eran el mal encarnado.
    Pero seguramente, muy pocos de ellos de un lado o del otro, haya quedado conforme plenamente con el resultado del conflicto. Casi cuarenta años de dictadura medieval de un petiso gallego de voz aflautada, frustrado marino cuyo odio extremo a su padre calavera lo movilizó a tener un amor enfermizo por la Virgen María, a la cual consagró su país para preservarlo de sus obsesiones, el comunismo ateo, la masonería, y todo aquel pensamiento progresista que anduviera por ahí.

 

Fernando Paolella

 

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