Cayo Julio César ya había sido apuñalado
por el senador Casca, quien con su acto inició el drama que lo tumbaría
seguidamente a los pies de la estatua de su enemigo Pompeyo. Tambaleando,
trataba no obstante de seguir oponiéndose a esos hierros hasta que su mano
vacilante dio con la humanidad de alguien. Al darse este vuelta, comprendió que
se trataba de su amigo Marco Junio Bruto. Sin más trámite, el filo de una
daga se adentró en su costado, cayendo el dictador mientras musitaba “Tu
también, hijo mío”.
Si bien en la madrugada del jueves 17 de julio no hubo ningún
apuñalado, bien pudo pensar el vicepresidente Julio Cleto Cobos estar inmerso en
un drama shakesperiano, sobre todo cuando el senador Miguel Pichetto le espetó
una sentencia bíblica al equipararlo con Judas Iscariote.
Sólo en un Estado fascista se puede tildar a este anodino
mendocino de traidor, quien desde hace más de 120 estuvo sumido en atroces
dilemas entre su cargo de vicepresidente y el deber moral de oponerse al
sistemático latrocinio nacional. Con cara de preocupado, esta mañana se prestó a
la requisitoria periodística y ante los cuales deslizó dos importantes
reflexiones. Dijo que en su casa había recibido a mucha gente que le manifestaba
su gran preocupación por el estallido de una guerra civil, y también que lo que
acaba de pasar era un momento duro en su vida, similar a aquel cuando estuvo en
la frontera del país, “dispuesto a matar”. Indudablemente, se refería al
conflicto del Beagle de hace 30 años y que fue felizmente zanjado en octubre de
1984.
Lo que verdaderamente extraña y estremece, es el pasmoso
silencio de radio emitido desde la Casa Rosada y la Quinta de Olivos. Sólo a la
mañana se apersonó a la primera el ministro del Interior, Florencio Randazzo,
pero no aceptó dialogar con la prensa. Ha trascendido que a las 18 hrs, como
estaba pautado, Cristina Fernández de Kirchner viajará a Chaco a inaugurar un
aeropuerto y desde allí dará un mensaje al país.
De lo que sí se tiene certeza, es que el oficialismo aún no
ha digerido convenientemente el batacazo de la madrugada. Los desmanes
innecesarios provocados por airados militantes K en Congreso así lo atestiguan,
demostrando que a pesar de los dichos del ex presidente la racionalidad no es
una virtud colectiva para algunos.
Luego de más de un centenar de días, de golpe el andamiaje
kirchnerista ha quedado herido de muerte. Aún así luego de los festejos,
muchos dirigentes ruralistas, de la oposición y analistas aún no aciertan a
mostrar una tranquilidad plena para inferir que pasó la tormenta autoritaria.
Sobre todo, si se toma el trabajo de leer los artículos sobre
el particular aparecidos en el día de la fecha en los sitios Jorge Asís
Digital, El Ojo Digital, Urgente 24 y en este, se puede
entender como en ese lapso de tiempo Néstor Kirchner volatilizó audazmente el
consenso social y redujo el índice de popularidad de su esposa a un temible 10%.
A bocajarro
Seguramente, dentro de una década, cuando se estudie esta
etapa el nombre del ex presidente quedará grabado en bronce en el altar de las
giladas que jamás debe cometer un estadista o alguien que presuma serlo.
Pues no se puede ser tan iluso de pretender confundir a la gente podrida con
“comandos civiles” o “grupos de tareas”, sobre todo cuando llegan al sumar
237.000 personas y que ese delirio sea creído por millones de televidentes.
La cuestión es que habría acontecido en el país si el
resultado fuese inverso. Casi en el filo de la medianoche se respiraba un clima
denso y la tensión estaba latente. Quien escribe estas líneas sintonizó en ese
momento la Cadena Eco, y vislumbró que en muchas ciudades del interior y
en la misma Capital Federal los ánimos de la gente estaban más que caldeados.
Si la polémica resolución 125 se hubiera convertido entonces en ley, un
cacerolazo monstruoso seguramente haría retumbar los cuatro costados de la
Argentina y a estas horas el reloj de la historia retrocedería a diciembre de
2001.
Esto no ocurrió, en gran parte gracias al valiente gesto del
vicepresidente Cobos quien mandó al traste la obediencia debida y puso lo que
hay que poner dando clase de civismo. Ejemplo como ese, merecen ser recordados
por las futuras generaciones tan necesitadas de gestos de valía de bien.
Cuando cae la tarde de un día plagado de rumores y de
versiones cruzadas, se tensan los cerebros infiriendo sobre lo que vendrá. Sobre
todo, por ese oprobioso manto de silencio que desde la cúpula oficial mantiene
en vilo no sólo a los protagonistas de anoche que festejaron, sino a la gran
mayoría del pueblo argentino.
Fernando Paolella