Cuando el locutor oficial señaló el motivo
del acto que se estaba llevando a cabo en la Casa de Gobierno y dijo que se
trataba de la transferencia de las acciones de Aerolíneas Argentinas al
Estado nacional, la ovación que se generó en el Salón Blanco hizo recordar a
aquella estruendosa celebración legislativa de pie, cuando Adolfo Rodríguez Saá
declaró el default.
Pero apenas bastaron unos minutos para que la alocución
presidencial, argumento tras argumento, bajara los ánimos de los más
radicalizados, en primera línea los gremios, ya que quedó muy en claro que la
estatización plena será por un rato, hasta que se complete el proceso de "puesta
en valor" de la compañía.
A muchos se les borró la sonrisa de los labios cuando
Cristina Fernández de Kirchner, en plena euforia de los menos avisados, dijo que
"me hubiera gustado que este acto no tuviera lugar", una gran contradicción que
sonó a contramano del aplauso estatizador a ultranza. Fue entonces cuando
reinvindicó la articulación público-privada que prometió, quizás, para cuando el
Congreso defina el futuro de la empresa, probablemente con control estatal.
La Presidenta no sólo hizo un discurso muy medido, lejos del
estilo crispado que muchas veces empleó en plena guerra con el agro, sino que se
permitió hacer una dura crítica a la sociedad que durante los años '90 pensaba
diferente a la actualidad, "alentando esos afanes privatizadores".
Y fue más allá, ya que admitió que antes de esa ola
mundial, que atribuyó al Consenso de Washington, las prestaciones de servicios
públicos que hacía el Estado eran deficientes: "un año o dos para conseguir
un teléfono y pagarlo a cifras exhorbitantes...", recordó con crudeza.
Ahora, en su papel de jefa del Estado-patrón, Cristina
también le bajó línea a los sindicatos, sobre su misión de servicio: "que el
usuario no sea el perjudicado; el objetivo es recuperar al cliente que se fue.
Ir y llegar a los horarios previstos es lo mínimo que se pide..." dijo, tal como
muchas veces le solicitaron a los gremios, sin suerte, los españoles de
Marsans.
Hay que tomar en cuenta que la empresa española voló durante
mucho tiempo con tarifas congeladas y recién hace muy poco consiguió aumentos en
los pasajes de cabotaje y un subsidio importante en el combustible, mientras que
de modo permanente denunció a los sindicatos como los grandes saboteadores de su
gestión. Por último, desde lo político, la Presidenta aludió a que "los
problemas hay que afrontarlos con voluntad y transparencia, pero todo en la
responsabilidad que nos cabe", frase que sirvió para marcarle la cancha a los
sindicalistas, pero que también para especular sobre que la propia Cristina está
elaborando el duelo de la derrota legislativa del jueves pasado.
Hugo Grimaldi
DyN