Merecido. Así puede definirse la pena a prisión perpetua que han sufrido en las últimas horas el ex gobernador de facto tucumano, Antonio Domingo Bussi, y el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez. Ambos, condenados hoy por un Tribunal Oral Federal de Tucumán.
El primero, a prisión perpetua e inhabilitación "absoluta y perpetua" como coautor mediato del crimen del senador peronista Guillermo Vargas Aignasse, perpetrado en 1976. El segundo, también a prisión perpetua e inhabilitación "absoluta y perpetua" como coautor mediato del mismo asesinato.
De tal manera, Menéndez suma otra condena "a perpetua" a la recibida recientemente por crímenes cometidos en la dictadura, cuando comandaba militarmente a la provincia de Córdoba.
El fallo es ejemplar y merece ser festejado, especialmente frente al recuerdo de tanto daño hecho al país por parte de ambos impresentables. El terror que se ha impuesto y la crueldad con la que se han movido estos personajes, no merecía condena menor.
Conmociona en el marco de este tipo de juicios el hecho de tener que revivir los oscuros años de plomo, donde los militares imponían sus lógicas criminales en pos de imponer un plan económico dañino para la Argentina. Pero es necesario.
No debe olvidarse jamás lo que ha vivido nuestro país a efectos de que no se repita el baño de sangre sufrido por la Nación.
Como corolario, sería interesante que también se trabajara en pos de sentenciar a aquellos que desde la guerrilla impusieron la violencia más innecesaria que haya conocido el país.
¿Cómo es posible que Bussi sea condenado a perpetua —merecidamente— y Miguel Bonasso —oportunamente indultado por el menemismo— escriba graciosamente en las páginas del diario Crítica de la Argentina?
Uno y otro deberían conocer el rigor de la Justicia.
Carlos Forte