El oficialismo comienza a sentir, en distintos frentes, el
desgaste que provoca la permanencia en el poder debido, en especial, a la
ausencia de reflejos para efectuar los cambios de rumbo a tiempo.
Aristóteles sostenía que la virtud es el término medio entre el exceso y el
defecto. Quizás sea el exceso lo que al gobierno nacional le impide ser virtuoso
en materia política y, cuando ensaya la búsqueda del equilibrio, es demasiado
tarde.
La predisposición mediática de la presidenta, el tono conciliador y no
confrontativo de su discurso, el mayor contacto con la gente a través de los
actos que ya no predominan en la Casa Rosada, el anuncio de la cancelación de la
deuda con el Club de París, los acuerdos con Brasil y el acercamiento con los
disidentes que tiempo atrás hubieran sufrido el destierro político, no le
alcanzaron a los Kirchner para recuperar el poder perdido.
A pesar de la orfandad política de la oposición, que naufraga entre experimentos
aliancistas y la búsqueda vertiginosa por "el candidato" para las elecciones del
2009, el kirchnerismo empieza a padecer los límites de su hegemonía.
Como lo marca la historia argentino de los últimos 60 años, esos límites son
dispuestos por la propia tropa, por el propio partido. Los intendentes
bonaerenses ahora se animan a poner sobre la mesa sus intereses. Mientras los
ultrakirchneristas piden mas poder a cambio de lealtad, los disidentes quieren
dar una vuelta de página y armar listas de candidatos "peronistas, no
kirchneristas", dicen.
Detrás de la idea de reformar la Constitución de la provincia de Buenos Aires,
que muchos jefes municipales deslizaron tibiamente primero, y enfáticamente
después, se concibe una disputa de intereses. El de los intendentes por
ahuyentar cualquier tipo de crisis distrital y acrecentar su poder económico y
territorial. El de los Kirchner por el poder que aún les queda, para no ser
devorados por "la máquina peronista" que siempre encuentra nuevos líderes.
El gobierno nacional sabe que hoy, todo su poder reside en la provincia de
Buenos Aires. Una consonancia con Córdoba es meramente ocasional.
Mientras, las fuerzas opositoras comienzan a acelerar el armado político porque
saben, que el próximo año, será clave para sus aspiraciones.
En ese esquema, Elisa Carrió intenta ganar el terreno perdido a manos del
mendocino Julio Cobos, cuyo voto "no positivo" lo encumbró en las encuestas de
imagen de la dirigencia opositora. Así, Carrió apuró la exposición de Alfonso
Prat Gay, con quien conformará el tándem de candidatos a diputados nacionales
por la Capital Federal.
Lo mismo ocurre en la UCR, donde muchos dirigentes históricos esperan con
ansiedad la Convención Nacional de Octubre para definir la estrategia del
partido y ponerse a trabajar. No obstante, ese encuentro también reflejará la
disputa entre las actuales autoridades y los alfonsinistas.
Walter Schmidt