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“Las mafias avanzan al ritmo de la economía globalizada”

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ENTREVISTA AL INVESTIGADOR JUAN CARLOS GARZÓN
ENTREVISTA AL INVESTIGADOR JUAN CARLOS GARZÓN

    Tres países latinoamericanos y un mismo objetivo: descubrir los mecanismos de funcionamiento y expansión del crimen organizado. El investigador colombiano Juan Carlos Garzón vuelca en su libro Mafias & Co. el desarrollo de muchos años de investigación comparada del fenómeno de las redes criminales en Colombia, México y Brasil.
    Editado por Planeta con el apoyo de la Fundación Seguridad y Democracia y el auspicio del Open Society Institute originariamente para Colombia, el libro fue presentado el 26 de agosto y ya se trabaja en dos nuevas versiones: una para México y la otra, en portugués, para Brasil.
    “La sociedad tiene un rol que cumplir en la lucha contra las mafias, aunque todavía no se ha dado cuenta de ello”, dijo Garzón en diálogo con Comunidad Segura, luego de asegurar que “el crimen organizado crece al mismo ritmo que la economía globalizada y más estrechamente vinculado a la economía legal de lo que se cree”.
    Juan Carlos Garzón es politólogo de la Universidad Javariana, con posgrado en Teoría y Experiencias de Resolución de Conflictos Armados de la Universidad de Los Andes, ambas en Colombia. Ha sido analista de la Vicepresidencia de su país, de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de la Fundación Seguridad y Democracia.

    Para introducir la idea del libro el autor pregunta: “¿Qué tienen en común un terrorista, un traficante de armas o de indocumentados, un grupo de personas que comercian órganos o que trabajan con pornografía infantil, una organización dedicada al lavado de dinero o a la trata de personas? Todos hacen parte del no muy selecto grupo de la delincuencia organizada en Brasil y México”.
    Sin embargo, son unas comparaciones utilizadas las que nos llevan a destacar como “novedosa” la definición encontrada por el autor para definir qué es el crimen organizado: Facebook.
    “En los tres países considerados, la forma de organización conjuga características del modelo Padrino y el modelo facebook, siendo una rara mezcla de clientelismo y ordenación en red, con jerarquías y asociaciones que son temporales”.
    Para saber más sobre el concepto de crimen organizado utilizado y descubrir sus implicaciones, hablamos con el autor sobre los hallazgos de su estudio.

    Esta es una investigación muy audaz. ¿Cuál fue tu punto de partida?

    Comencé revisando la bibliografía de lo escrito sobre el tema y, en realidad no cuadraba muy bien lo que yo estaba viendo en esos análisis con las diferentes coyunturas y dinámicas. Entonces busqué un enfoque más contemporáneo, desde otros puntos de vista de esta realidad. Fue muy importante encontrar el libro de Moisés Naim, “Illícito” y empecé con Colombia. Luego vino la segunda parte, la de abordar lo que sucede en otros lugares, cuando observé que necesitaba un enfoque comparado, ya que si solamente tomaba a Colombia como base de la investigación, perdía la posibilidad de darle al trabajo un enfoque globalizado.

    ¿Cómo llegaste a la definición de crimen organizado que propones en tu libro?

    Básicamente, lo que hice fue mirar lo que pasa en la realidad o en el terreno y a partir de allí saqué las definiciones. No estoy muy de acuerdo con los enfoques que tienen las teorías ya escritas en la materia. Entonces, cuando empecé la investigación, hice una revisión del estado del arte y eso me dio algunos elementos. Con eso en la mano, revisé nuevamente aquellos elementos teóricos. Traté de hacer una definición que, si bien es robusta de acuerdo a los parámetros de una definición académica, también tiene términos comunes, que la gente puede entender y manejar, y que además le da una imagen más clara al asunto.

    ¿Por qué Brasil, México y Colombia?

    Siempre hay una relación entre los narcotraficantes colombianos y mexicanos, por esos vínculos que han construido a partir del tráfico hacia los Estados Unidos. En esa dinámica, los mexicanos ya han comenzado a cambiar esas condiciones y, por lo tanto, los colombianos han tenido que buscar nuevas alternativas. Las encontraron en Venezuela y Brasil que son corredores muy importantes para la exportación de droga hacia Africa y desde allí, como plataforma, hacia Europa. Ese fue el punto de partida para escoger esos países.
    Además, había situaciones que eran muy evidentes. En México se detecta una violencia más de tipo urbano, mientras que en Brasil se concentra más en el ámbito territorial de las favelas. En Colombia, mientras tanto, se desarrolla una competencia entre cárteles que se da en zonas rurales también. Por ello, la pretensión es comenzar con estos tres países y continuar con un análisis de la economía ilegal en esta parte del continente.

    ¿De qué manera esta situación se replica en otros países latinoamericanos en donde empiezan a detectarse casos con las típica smarcas que se le adjudican a los hechos mafiosos, como Argentina?

    Hay varios países que figuran en el mapa de las mafias y así está planteado en el libro. Hablando de Sudamérica, la investigación entiende a Venezuela como plataforma para la exportación de droga hacia África y Europa, a Bolivia en términos de producción y entiende a la Argentina y Chile en términos de aumento del consumo.
    Hay que tener en cuenta también que, después de Brasil, Argentina y Chile son los países que encabezan las exportaciones de la economía formal tanto al África como hacia Europa.

    ¿Qué relación tiene el tráfico de drogas con el comercio legal?

    Es que siempre va enganchado a las economías legales y por lo tanto, en la medida en que éstas se expanden, el tráfico ilegal también se mezcla con el poder legalmente constituido; hay una conexión directa.

    Entonces, ¿qué responsabilidad le cabe al resto de la sociedad en torno al control de los aspectos ilegales que transitan en paralelo a la economía legal?

    Aquí yo hago una reflexión y creo que es importante detenerse en ello: la sociedad tiene una responsabilidad en esto, en la expansión del comercio ilícito. Una persona muchas veces se termina involucrado en el sustento o financiamiento de las redes de la ilegalidad, adquiriendo, por ejemplo, productos originados en la piratería. La sociedad, si no está más atenta y dispuesta a ver este tipo de cosas, puede terminar financiendo las mismas actividades que aborrecemos.

    ¿De qué manera?

    De ningún modo mi intención es alarmar a nadie, pero si es llamar a la reflexión. Por ejemplo, uno puede ir en Colombia a un restaurante, a una droguería o rentar un departamento y no sabe a quién está financiando con eso. Hay que adquirir una conciencia de que también tenemos una responsabilidad en la materia y por ello, hay que estar muy atentos a lo que rodea a actividades que en apariencia son legales, pero que ocultan el tráfico de productos de maneras ilícitas.

    ¿A su criterio, cuáles son las principales diferencias entre el crimen organizado actual y la delincuencia de antaño?

    La gente tiene una visión romántica de la delincuencia de antaño. En muchos países todavía se recuerda al viejo ladrón como aquel robaba para redistribuir la riqueza. Y, a la vez, hoy se tiene la percepción de que el criminal actual no tiene ninguna relación con la sociedad, como si pertenecieran a una casta totalmente ajena a la misma sociedad. Pero resulta que la cosa no es tan clara: ni los ladrones de antes tenían tan buenas intenciones como las que se mencionan en los recuerdos románticos, ni los delincuentes de hoy en día están absolutamente aislados de su entorno.
    La diferencia, hay que encontrarla en que el clima, definitivamente, tiene que adaptarse y modificarse a las nuevas formas de manejar la economía en un mundo globalizado.
    Si tenemos un mundo globalizado, el crimen siempre va a tender a globalizarse. Es parte de una dinámica del mundo contemporáneo. En un mundo en donde funciona todo por redes, tenemos que esperar que el crimen y las mafias se manejen utilizando esas mismas herramientas que están al alcance de la mano de todos.

    Mencionas en tu libro a diversas conexiones del crimen con el mundo legal. En tu opinión, ¿cómo se podría combatir y/o impedir que esto llegue a suceder?

    Se produce un fenómeno paradojal: mientras los países encuentran tantas trabas para integrarse, como resultó por ejemplo la experiencia del MERCOSUR cuya supervivencia ha sido todo un problema, los criminales se integran con una relativa facilidad y de una manera muy fluida. El mundo ilegal tiene muchas facilidades en un mundo como el que tenemos ahora.
    Son los estados quienes, de alguna manera, tienen que asumir el desafío de poner enfoques mucho más preventivos que reactivos. Porque, de lo contrario, sólo responden cuando el crimen organizado ha alcanzado ya un nivel irreversible.

    La gente se da cuenta de la presencia de mafias cuando empieza a encontrar las típicas huellas de su paso, como por ejemplo la forma en que se producen los asesinatos. ¿Se puede decir que las famosas “marcas mafiosas” que podemos ver en las películas son un indicador de su presencia?

    Hay que tener en cuenta que el crimen organizado aplica la violencia de manera racional. No está permanentemente demostrando que le gusta la violencia por puro gusto, por el hecho de la violencia misma. El crimen utiliza la violencia de acuerdo a los intereses que tenga en juego. Por ejemplo, una persona puede encontrar lugares en donde reine una sensación de absoluta legalidad, pero allí está cundiendo el crimen organizado.
    En el caso colombiano, yo creo que esa actitud de no mostrar su presencia a través de hechos violentos ha sido intencionalmente adoptado por parte de algunas organizaciones, con la finalidad de no atraer la mirada del Estado.

    Tras finalizar la investigación, ¿cuál es tu recomendación para los gobiernos?

    Principalmente, aumentar los esfuerzos en inteligencia más que en fuerza crítica, expresada como en número de hombres al servicio de la seguridad. Eso último también es importante, pero el principal esfuerzo debe estar puesto en términos de inteligencia.
    Hay que revisar cómo se está manejando la política de lavado de activos. Por ejemplo, en México no está tan desarrollado y en algunos países, como Argentina, las reformas que se han hecho en lavado de activos son muy recientes.
    Una buena acción por parte de los gobiernos es tener la conciencia de la pretensión del crimen organizado de entrar en el mundo legal. Deben generarse las normas y leyes para evitarlo.

 

Carola Mittrany y Gabriel Conte
Comunidad Segura

 

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