"El Estado es impersonal, el argentino
sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no
es un crimen. Compruebo un hecho, no lo justifico o disculpo". Así lo escribía
hace medio siglo Jorge Luis Borges, en una inocente nota al pie previa a la
sucesión de confiscaciones que dominaron la historia del país y degradaron al
ahorro y la previsión a la categoría de bromas de mal gusto.
El año que transcurre comenzó y termina con el mismo afán
oficial de "hacer caja" a toda costa. Pero si la "renta extraordinaria" que
representaban las espectaculares cotizaciones de la soja ya se redujo a casi la
mitad y corre el riesgo de profundizar su caída en los meses venideros, no es
cuestión de quedarse resignadamente con los brazos cruzados.
Después de todo, el sistema previsional fue a lo largo de
varias décadas la tabla de salvación de más de un gobierno de turno con
problemas financieros. Y lo sigue siendo, a juzgar por los 4.650 millones de
pesos en letras que le hicieron suscribir a la ANSES en lo que va de 2008.
De cara al panorama fiscal y financiero del año próximo, vale
la pena detenerse en esa cifra. Los 4.650 millones de pesos fueron colocados en
un 2008 que cerrará con superávits fiscal y comercial, sin apremios financieros
de consideración. Todo lo contrario de lo que se prevé para 2009 en cualquier
parte menos en la Subsecretaría de Presupuesto y los bloques kirchneristas de
diputados y senadores.
La caída en los precios de los commodities, en
especial la soja, representará un derrumbe en los ingresos por exportaciones,
que algunos economistas pronostican será de unos diez mil millones de dólares.
Dada la composición de la estructura tributaria argentina, también el resultado
fiscal se verá afectado: sólo téngase en cuenta que el superávit primario de
agosto fue exactamente igual a los ingresos por retenciones. La menor
liquidación de divisas por exportaciones tendrá su incidencia indisimulable en
el nivel de reservas, en tanto la desaceleración de la inflación real se
reflejará en una merma similar en el crecimiento de la recaudación.
El broche de oro de este cóctel explosivo lo dará la
imposibilidad de acceder al mercado de capitales a tasas razonables, más allá
del canje diseñado por tres bancos que aportará un leve alivio financiero que no
alcanzará a compensar lo que se perderá en los frentes fiscal y de comercio
exterior. Con vencimientos por 20 mil millones de dólares, los riesgos de un
default ya dejarían de ser las "afiebradas profecías de los agoreros de
siempre".
Y el Gobierno recurrió a la modalidad más tradicional para su
financiamiento, como es la apropiación de los ahorros de la población. En esto
hay que apartarse del error conceptual que subyace en la mayoría de las
discusiones por estos días: el dilema no es "Estado o AFJP" sino "reparto o
capitalización", o, si se prefiere un fondo común o cuentas personales. Si el
propósito real del Gobierno hubiera sido corregir las imperfecciones del régimen
de capitalización, nada habría impedido que los afiliados a las AFJP sean
traspasados a la ANSES pero manteniendo sus cuentas individuales a futuro, tan
individuales como los salarios de cada trabajador aportante.
Si la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se pregunta
"a qué caja defienden" quienes criticaron su proyecto de estatización, la
respuesta es muy simple: los aportes previsionales de los trabajadores son de
los propios trabajadores, ni del Estado ni de las AFJP. Sólo hace falta vivir de
un sueldo (en blanco) para darse cuenta. Pero será difícil identificar esos
aportes si se destinan a un pozo común. O, siguiendo a Borges, "impersonal".
Por otra parte, los reclamos de algunos legisladores de la
oposición que condicionan su apoyo a la declaración de intangibilidad de los
aportes previsionales son de una candidez asombrosa. ¿Acaso no recuerdan que
quienes votaron como diputados y senadores la intangibilidad de los depósitos en
diciembre de 2001 la suspendieron como Gobierno al mes siguiente? La Argentina
es rica en ejemplos al respecto y no está de más recordarlos: emisión
monetaria sin respaldo que generó la inflación que erosionó el salario real,
vaciamientos de las ex cajas previsionales que licuaron décadas de aportes,
bonos 9 de Julio, ahorro forzoso, plan Bónex, recortes de sueldos públicos y
jubilaciones en nombre del "déficit cero", corralito, corralón y canje de deuda
con una quita del 75 por ciento a una masa de acreedores de la que el 40 por
ciento eran, precisamente, jubilaciones futuras.
Si millones de personas prefirieron continuar en el régimen
de capitalización, no fue por amor a las AFJP (después de todo, el presidente de
la entidad que las agrupa fue uno de los negociadores del canje mencionado en el
párrafo precedente) sino por el espanto (otra vez Borges) de verse en el espejo
de los jubilados (estatales, por cierto) que hace quince años van a protestar
frente al Congreso de la Nación. Lo que perdieron los fondos previsionales en la
presente crisis no tiene punto de comparación con lo ellos dejaron de percibir
durante décadas. Nada original, pues, en este "corralazo", a no ser la
inconcebible sensación que tienen algunos de percibir las derrotas como
triunfos. O las de comprobar que, para otros, quince años no son nada.
Es que cuando se sancionó la ley del Sistema Integrado de
Jubilaciones y Pensiones, los sindicalistas Oscar Lescano, Amadeo Genta, José
Lingeri y Ramón Valle constituían Futura AFJP, "una administradora que
trabaja de acuerdo a los principios de eficiencia y eficacia que la realidad nos
exige", Oscar Parrilli defendía la iniciativa menemista en el Parlamento, Sergio
Massa y Amado Boudou militaban en la hiperprivatista UCEDE (el actual titular de
la ANSES luego dio cátedra en el CEMA de Roque Fernández y Carlos Rodríguez) y
Martín Redrado presidía la Comisión Nacional de Valores, organismo que impulsó
como ninguno la creación de un sistema previsional privado para ampliar el
mercado de capitales. Por no añadir que un gobernador santacruceño ejercía su
opción por la capitalización.
Quizás, volviendo a Borges, ahora todos estén buscando su
destino sudamericano.
Marcelo Bátiz