El año educativo 2009 estará caracterizado
por tres líneas de trabajo, con mucha chance de ver la luz: retorno a la
jubilación con el 82 por ciento de los profesores universitarios, lineamientos
de la nueva escuela media y una ley de Educación Superior.
Las dos primeras acciones políticas son parte de históricas
demandas de sindicatos docentes, académicos, estudiantes, padres y sociedad en
general y no tienen matices ni voces que se les opongan.
La nueva ley de Educación Superior buscará reemplazar a la
norma sancionada en 1995, que impulsó el entonces secretario de Políticas
Universitarias Juan Carlos Del Bello para llenar ese vacío legal en el nivel
universitario, y que fue resistida por miles de marchas de la entonces poderosa
Franja Morada y de agrupaciones de izquierda.
Sin embargo, esta norma del '95 que ratifica la gratuidad
de la educación superior estatal, es utilizada en algunas casas de altos
estudios en su polémico artículo 50, que permite a facultades insertas en
universidades con más de 50 mil estudiantes fijar sus propios sistemas de
ingreso.
Esta herramienta es utilizada actualmente por decanos de
universidades públicas de varios puntos del país, como los de las carreras de
Ciencias Médicas y otras ciencias duras, que quieren mantener un determinado
número de ingresantes para garantizar la excelencia de la formación.
Es el caso de la facultad de Medicina de la Universidad
Nacional de La Plata (UNLP) que obtuvo días pasados un fallo favorable de la
Corte Suprema de Justicia, a la que recurrió para impedir la decisión de la
Asamblea Universitaria de declarar el "acceso libre" a todas las unidades
académicas de esa casa de altos estudios pública. Por ello, la nueva ley de
Educación Superior está llevando una serie de arduos y largos debates, que
impulsan por todo el país las titulares de las comisiones educativas del Senado
y Diputados, Blanca Osuna y Adriana Puiggrós, respectivamente, y que pareciera
que no desvela a las máximas autoridades nacionales, el ministro Juan Carlos
Tedesco y el secretario de Políticas Universitarias Alberto Dibbern.
Por caso Tedesco está más abocado al debate con los 24
ministros de Educación del país y los estamentos sociales acerca de los nuevos
lineamientos de la escuela secundaria para ponerlos en marcha en 2009.
Si lo logra, podrá llevarse el reconocimiento de haber
apuntado a la Cenicienta del sistema, que es el nivel medio, entrampado y
abandonado siempre, por los intereses del rédito inmediato de los gobiernos de
turno.
Dibbern, a su vez, reparte sus días en intentar instalar los
cambios y avanzar en la aprobación a fin de año del proyecto de jubilación con
el 82 por ciento móvil de los profesores de las universidades nacionales de
todas las categorías, conquista que fue quitada durante la gestión de Carlos
Menem y conferida solo a los docentes con dedicación exclusiva.
La iniciativa se encuentra desde hace diez meses en la Cámara
de Diputados nacional y contempla la incorporación de todos los docentes al
régimen de jubilación del 82% móvil y de este modo, la nueva normativa entraría
en vigencia a mediados de 2009. Para poder jubilarse los hombres deben haber
cumplido los 60 años y las mujeres 65, aunque ambos pueden optar por seguir
ejerciendo la docencia durante cinco años más. Otro requisito es tener 25 años
de servicios como docentes universitarios de los cuales 10, como mínimo
(continuados o discontinuos), deben ser frente a alumnos y acerca de la
remuneración, el haber mensual de la jubilación docente no puede ser inferior
del 82% móvil del mejor cargo desempeñado durante un período de cinco años (60
meses) continuos. El proyecto establece también que los docentes con alguna
incapacidad física o intelectual tendrán derecho a esta jubilación.
También el secretario de Políticas Universitarias nacional,
ex rector de La Plata, desde hace varios meses, intenta mantenerse a flote de
las presiones de los profesores de las casas de altos estudios estatales que
reclaman un nuevo ajuste salarial, cuando la Nación no previó nuevos fondos para
ese sector.
Laura Hojman