El Mundo, ese sitio tan incómodo para el
matrimonio Kirchner y su entorno, perdió la paciencia y generó un tsunami
económico que inundó a todos. A la Argentina también, mal que le pesó a la
presidenta Cristina Kirchner cuando lanzó esa frase para la Historia: "De
repente, apareció el Mundo".
Claro, en el pensamiento único del grupo en el poder, nada
superaba las ideas, ambiciones y expectativas de ellos y por lo tanto no era
necesario hablar, intentar consensuar o concertar con cualquier grupo o sector
político, económico o social local o extranjero que no estuviera incluido en su
microuniverso, porque al parecer, era como que desconocía la existencia
del "otro".
Kirchner, que hasta la semana pasada emitía medidas que iban
a contracorriente, no sólo del sentido común, sino del camino que había elegido
el mundo desarrollado para tratar de atenuar los efectos del vendaval,
finalmente se vio obligada a hacer un reconocimiento ante la opinión pública
y ante su propia forma de pensar: el mundo también existe.
Pero no sólo fue ese el motor de un paquete de medidas
sincronizado con los que se anuncian en todos los países de Europa y en los
Estados Unidos, sino también el apremio de tratar de retener la iniciativa
política a las puertas del primer gran test electoral de la Presidenta,
lo que la impulsó a permitir que otros pensadores, y no sólo Néstor Kirchner,
idearan salidas alternativas.
La imagen del matrimonio presidencial y su entorno, ante la
opinión pública, cayó en picada, y esa certeza empujó a la primera mandataria a
virar de una vez el rumbo de una administración que parecía decidida a impactar
contra un iceberg.
Después del anuncio del insólito pasaporte al blanqueo de
capitales mal habidos y del perdón a los grandes evasores —otrora los enemigos
irredentos del Gobierno— la Presidenta dio un giro de 180 grados a su sistema de
manejar la cosa pública y difundió un plan cuyo propósito principal parece
destinado, además de a salvar rubros empresariales que bordean al abismo, a
ayudar a la clase media para que se mantenga en la superficie del mar, al menos
para poder seguir respirando.
El plan de contingencia que incluyó pequeñas rebajas a las
retenciones agropecuarias —un símbolo saludable, aunque los productores lo hayan
tachado de entrada— habló de una importante corrección en el rumbo de la toma de
decisiones presidencial.
Si los resultados realmente impactarán en una reactivación de
la economía alicaída en consonancia con el resto de ese mundo que "de pronto
apareció", no se sabe aún, pero por lo menos la factura del programa reveló que
por fin, el estrecho grupo del poder dio cabida a otras formas de pensar la
realidad.
La prueba, que al parecer fue recibida con indiferencia por
la ciudadanía, podría ser sin embargo el ensayo de una nueva política del
kirchnerismo: para los protagonistas del poder, podría ser un incentivo que lo
ayude también a mantenerse a flote, ahora que la proximidad de las elecciones
legislativas despertaron del letargo a unos cuantos actores políticos.
La oposición no cesa sus encuentros, discusiones y
estrategias para tratar de llegar a un armado decoroso que le permita jugar un
importante papel en el 2009l.
No parece fácil la tarea, más bien se la vislumbra como
titánica, si se tiene en cuenta que en que queda de la tradicional dirigencia
opositora, sigue primando la ambición por ocupar los lugares de privilegio por
encima de la necesidad de elaborar un programa sensato capaz de exponerse ante
la sociedad como una alternativa seria a la realidad política actual.
El kirchnerismo en tanto vuelve a exhibir el pragmatismo del
que echa mano a la hora de salvar la ropa. Así como Néstor Kirchner, el evidente
autor de la urdimbre política del poder, no tuvo dudas a la hora de deshacer el
proyecto de una iniciativa plural, transversal y lejana a la política
tradicional, aliándose a los viejos capitostes del justicialismo, ahora no
hesita a la hora de asociarse nada menos que con Aldo Rico para cosechar un
puñadito más de votos, con esfuerzos mediante del diputado Carlos Kunkel por
tratar de explicar lo inexplicable.
Hoy la administración kirchnerista enfrenta muchos
desafíos, tal vez demasiados; las consecuencias del efecto bumerán de sus
propios movimientos.
La expropiación de las jubilaciones privadas le aportó
jugosos fondos que ahora pone en juego con el flamante plan de contingencia,
pero al mismo tiempo le dio una dosis de desconfianza del mundo del capitalismo
local y extranjero que le aportaría más consecuencias desfavorables que
beneficios.
Así lo constató, con sangre, cuando logró comprender —aunque
sin admitirlo en voz alta— que su pulseada con el campo pudo haber ganado, pero
la victoria en realidad se convirtió en su peor derrota: hoy constata con
amargura la sangría en la recaudación fiscal que tuvo su génesis en el error
histórico de haber intentado castigar, y hasta destruir al sector económico que
más dividendos aportaba.
Hoy el organismo recaudador comprueba a diario la enorme
caída en la recaudación fiscal y reconoce como principal motivo de ello a la
caída en la producción del campo, castigado hasta quedar al límite de la
extinción.
El intento por blanquear capitales negros y perdonar a los
peores deudores, que esta semana se someterá a la aprobación del Congreso, le
aportó un enorme rechazo incluso dentro del propio oficialismo, que aún no sale
del estupor de constatar hasta qué puntos puede alcanzar el "pragmatismo"
mentado del mundo kirchnerista.
Las relaciones con el mundo real, de más allá de los límites
argentinos, no mejoraron ni un ápice pese a los tours interminables en que se ha
embarcado la primera mandataria. Hasta el Papa le envió un durísimo mensaje
reclamándole al Gobierno que de una vez por todas atienda la crisis social y
busque la armonía en vez de preferir el conflicto permanente.
Hay formas y formas de ver el mundo y de "relatarlo",como
gusta decir la presidenta Kirchner. La ministra de la Corte Suprema Carmen
Argibay está dando una lección inolvidable a la sociedad.
Al encarar de frente y sin eufemismo alguno la gravísima
problemática de la inseguridad en el país, que involucra casi en un 80 por
ciento a la minoridad, mostró y dijo que prefería decir las cosas tal como
son y no como gustan hacer los políticos, tal como la gente quisiera que fueran.
Es que la realidad en la Argentina es durísima, y si no se la
encara con honestidad y frontalidad de una vez por todas, podrá también ejercer
los nefastos efectos del tsunami económico porque el país hoy no sólo padece
penurias en ese campo, sino que está enfermo de inseguridad, corrupción y
desamparo a los que menos tienen.
Carmen Coiro