Con su
mirada lenta de tortuga gigante, Pablo Neruda nos observa desde Isla Negra. Se
sigue viviendo, como lo vaticinara poco antes del último después, todavía. Un
poeta es un poeta y donde hay cien, sigue siendo un poeta, pero Neruda es un
mito, el fetiche nacional de la palabra más allá de la cordillera, más al sur
del sur, el viento que cruza, el mar que no cesa de bramar, la lluvia con su
jinete negro humedecido en el poema, áspero en el silencioso laberinto, Neruda,
cabalga.
El poeta que amaba el mar torrentoso, ruidoso, lleno de
olores, brumas, de Isla Negra, está en una pecera, pasen a verlo. Sus pequeños
chispeantes ojos se ríen de los peces de colores donde sus compatriotas lo
pusieron. Creen que estoy como ausente, nos dice desde sus páginas, las
inmortales, las únicas que valen a la hora del recuento, cuando en algún lugar
del corazón alguien las siente palpitar. Una, diez, cien, basta un verso, Sucede
que me canso de ser hombre, para saber de Neruda.
La poesía es lo que siento que no se ha dormido en mis
sentimientos, lo que me dice: aún, sin agenda al cruzar un mediodía, la noche
secreta que tú tanto me has prometido, en el tendrás. La poesía es misterio,
camino, encrucijada, paso, tránsito, una ruta.
Que la muerte se muera de asco en la mortandad del poema, nos
dice Neruda, aunque se siga afilando sus uñas de Almirante en algún puerto,
donde nos espera. Buque insigne de
la vida y la muerte, la poesía es iceberg, es poema. Todo en mi fue naufragio,
nos dijo al alba de su poesía, muelles de infinitas soledades en el Sur
profundo.
Lo asombroso es que cualquiera hoy se sube al carrusel de
Neruda, yerba buena, litre, estampita, rosario, escapulario, llavero, afiche,
verso, la simbología popular y el poeta se sigue clonando en el verbo en el
Metro de Santiago de Chile con sus preguntas, pero la noche está estrellada y
titilan azules los astros a lo lejos, el verso cae como el pasto al rocío.
Neruda cotidiano, universalmente en el amor desde la Cruz del Sur, desde la región
boscosa, húmeda de la palabra, en el Chile fértil de la provincia señalada.
El hombre no fue perfecto. ¿Quién? Desde Stalin a nuestros
días, pero mucho antes de Roma, pecado por pecado, pasando por la poesía política,
sus viajes a la Unión Soviética,
su Papado en la poesía, la vaca sagrada según Parra y Lihn, “la Catedral ha
muerto”, me dijo Nicanor después
del 11 de septiembre, poeta gangoso, peligroso, pegajoso, demasiado nerudiano.
El poeta de las Residencias
en la Tierra, es un Caldillo de congrio apetecido en su Oda más
elemental, lo saborean, los del
culto y los profanadores.
La única manera que tiene un poeta de defenderse en vida, y
sobre todo, en muerte, es a través de la página en blanco, y todo lo demás es
historia. Es a ella, a quien la historia le pasa la cuenta,
sus detractores.
No fue un santo, ni devoto, indiscutiblemente, pero no se
lleva todas las medallas de la perversidad, ni altares para la vergüenza
humana. Se casó con una ideología, como lo hicieron otros en el otro extremo
del río. Pero, lo hizo a la luz el día, y lo que al final del camino deja
realmente un poeta, es su obra. El resto, es papel para envolver pan, si acaso.
Nadie es intocable en un mundo libre, menos el otro, que cavó la gran fosa de
Chile.
Y Neruda nos dejó no pocas señales, como René Char, solía
repetir que era función vital del poeta.
A la Mistral la crucificaron en vida y muerte, en este
ejercicio tan chileno como el mote con huesillo o las pantrucas. Un deporte
inquisidor, pero muy timorato con el poder fáctico, son la Santa Inquisición
de la palabra. Todo indica que la memoria es selectiva, arbitraria, caprichosa y
cobarde. Los slogan sobre Neruda sugieren que no hay más poetas en Chile,
cuando en el centenario podría potenciarse la poética nacional junto al vate y
hacer renacer la lectura de la poesía. Chile, país de poetas, debiera
ser el lema de este centenario nerudiano y estaríamos cumpliendo con Neruda,
sin duda.
Neruda de blanco, oso de las montañas nevadas, alegre
viajero de climas tropicales, eternamente lluvioso de amores, entre campanas,
rodeado de mascarones, caminando por las Calles de Calcuta,
visitante de Praga, parisino de corazón, instalado en Moscú,
mandarín en Pekín, en el corazón de Madrid, Nueva, York, Barcelona, México,
Buenos Aires, Bogotá, en tránsito por Panamá, en Flandes, ascendiendo Macchu
Pichu, Roma con sus fuentes y Capri en el amor, el poeta no sabe de lugares, sólo
de viajes,- Budapest, Bucarest, La Habana-, sin límites en la palabra. Saboreó
el caviar y supo recorrer los pueblos polvosos, olvidados, desérticos, los
lluviosos galpones de Chile. Brindó con alegría, la amistad, la vida, en
Valparaíso se enamoró del mar rugiente, boscoso
de olas. Poeta barroco del diario vivir, siempre chileno esencial, algo que lo
distinguió con los pies en su tierra. Apostó al albatros, al largo pétalo, a
la chilenidad.
Neruda es una curiosidad pública, me temo, un poeta de
inventarios personales, íntimos, como él, en el mercado de las pulgas, objeto
de colección y disección: los amores del poeta, sus enemigos, sus errores políticos,
sus casas, su poesía panfletaria, su apetito voraz, sus viajes a la ex Unión
Soviética, sus adhesiones al socialismo real, sus abandonos, y suma y sigue,
porque siempre habrá alguien que se quiere subir sobre los hombros del poeta y
mirar un poco más lejos de la cortina de humo que envuelve el mundo.
Objeto sacro, fetiche, oracular, pero profundamente manoseado
por los buscadores de gemas con pus en la vida del poeta, y como toda figura pública,
sujeta al vicio del morbo, a la originalidad
del menos agraciado por la creatividad, el ausente en definitiva de la
poesía, único altar real para un poeta.
Es posible que algún publicista, -señores de la “antipoesía”,
reyes de las vallas, avisos luminosos, de la pantalla chica, - sugieran a alguna
autoridad de la cultura que instalen un espantapájaros a la entrada del
aeropuerto con la imagen de Neruda, para que les dé la bienvenida a los
turistas y los pájaros puedan seguir cantando sobre sus brazos, hombros, los
ojos se le llenen de nubes, estrellas por las noches y que le flote la luna en
la frente. Cuervos revoloteando, urracas escarvando. Los que deseen podrán
sacarse una foto o llevar la postal del espantapájaros con el verso: Me
gustas cuando callas porque estás como ausente.
Nicanor Parra a sus casi 90 años no se cansa de hablar de
Pablito, recordar sus anécdotas, y reconocerlo un océano fecundador de la poesía
chilena, él, un antipoeta francotirador ante su propio espejo, se pasea con la
calavera de Hamlet en Las Cruces.
Es el centenario nerudiano, y seguirán ocurriendo eventos en
torno al vate, de Sur a norte y viceversa, hechos de todos los tamaños, asomarán
investigadores acuciosos de su vida y obra, quizás más sobre su persona que su
poesía. Se estirará el mito como un chicle más largo que Chile. De carne y
hueso está hecho el hombre, de un puñado de vanidades, mentiras, laberintos
del alma crujiente, restos de ternura, el vicio del amor, la grandeza de la
amistad y la solidaridad.
Un rosario negro y otro blanco, para la vida y obra de
Neruda. Sus beatos están a la salida de las catedrales, untados en la fe negra
y blanca, con sus frentes marcadas por una cruz, en santo óleo. Feligreses a
tiempo completo, con la animita en sus manos. El poeta se ríe, él preparó la
gran fiesta de la poesía y de la vida. Se disfrazaba en cada fiesta, con
antifaces nuevos, amicales
carnavalitos, en Isla Negra.
Santiago debiera ser una fiesta de la poesía, con colorido,
declarar a Chile país de poetas, poner la poesía en el mercado, en los mall,
aprovechar de alguna manera la infraestructura instalada para la idiotización
y rescatarla para la poesía. Entre las flores y las frutas, los espárragos,
las aceitunas, los congrios, en las lechugas y tomates, alegres
y olorosas chirimoyas los versos de Chile, con la acidez del membrillo. Poesía
made in Chile, Chile exporta poesía, Levante una piedra y saldrá un poeta.
Oficio de alto riesgo dirán los magos y gurú del mercado, los hombres pesados
de la balanza de pagos. La poesía
es peso pluma en el Chile actual, no puede cruzar guantes ni con la Kenita ni el
Ban Ban (Bang) Zamorano, pequeña institutriz de las Almas Muertas de
Gogol.
Detrás de Neruda, la Mistral, Huidobro, De Rokha, Parra,
Gonzalo Rojas, Lihn, Teillier y más atrás,
Alonso de Ercilla y Zúñiga, el paje
del Rey de España, Felipe
II, está la historia primaria de nuestra poesía con Pesoa Véliz, y todo lo
que viene por delante en pequeñas cascadas, con las orfandades septembrinas,
los espantosos silencios, afonías,
los desiertos y grandes desconocidos bosques, la piedra dura, manchada, gris, de
la gran ciudad, el cemento de las voces perdidas, el hierro del brazo ortopédico
de la city, la belleza de la mariposa, la negra vid de los sueños, la trampa
imantada de dolor, el hueco áspero de la mano, la soledad a caballo, sin
jinete, con el lirio nerudiano asustando a notarios y a funcionarios de
la palabra, acicalándose las uñas en el jardín de las nomeolvides.
Los enigmáticos, solemnes, solitarios, poderosos académicos
suecos, que por A, B, C, razones no le otorgaron oportunamente el Premio Nobel a
Neruda, dieron en el clavo cuando dieron
sus razones por qué finalmente lo laurearon: por ser tan discutida su poesía y
él como personaje pro tanto tiempo en el mundo.
A 30 años lo sigue siendo, repito, la gracia de un clásico,
con todas sus fallas humanas de hombre, militante político, poeta
“desmesurado”, gozador del verso carnal, Neruda rompió la medianía
chilena, el espíritu provinciano, de una capitanía recogida en sus propias huérfanas
sábanas del atardecer.
Octavio Paz, lúcido crítico universal, no se reconocía en
el lado político de Neruda, al final de sus días, dijo, lejos el mejor de su
generación en Chile y América latina, por sobre Borges, Vallejo. Lihn, un
brillante poeta chileno, no le perdonó nada al vate, y dijo que terminó
cediendo la antorcha de la poesía a Parra. Hahn, que viene por los palos desde
Iowa City, considera que escribió mucho. Gonzalo Rojas, que dijo que fue el que
habló con el Hado, también censura que haya sido excesivamente prolífico.
Ignacio Valente, cura y crítico literario, se ha detenido en su obra, y también
estima que escribía sin parar ni revisar en los últimos tiempos, “como si
todo fuera poesía”. Pero Valente, ha ido más lejos, en un intento por poner
las cosas en su lugar, si es que es posible en materia de poesía, de
circunstancias, en la subjetividad de la vida.
Poeta, doctorado en literatura, crítico por décadas de El
Mercurio, un sacerdote del oficio oficial del establishment de nuestra
prensa, Valente, es quien hace un examen personal de la obra nerudiana. Él sabe
que con La Tierra Baldía, T.S. Eliot, unos 400 versos, pasó a la
historia de la poesía universal, bajo la mano protectora y podadora de Pound.
Los poetas clásicos pasan a la historia con unos cuantos
versos sin duda. No todos escriben una obra extensa y densa, o casi nadie. No es
fácil ponerse en los zapatos de quienes ejercen el oficio. T.S. Eliot dejó que
la mano podadora de Pound desbrozara La Tierra Baldía, pero no sabemos
cuanto de espontaneidad, rumor de rosas frescas,
olor a tierra recién regada, eliminó il miglior fabbro.
Mi amigo Gonzalo Millán, un destacado poeta chileno, un laboratorista de
la palabra, me confesó que hacía hasta nueve versiones de sus
breves poemas. Sobre una larga mesa lo vi en ocasiones con libros,
diccionarios, construir sus textos, elaborarlos, partiendo de una idea. Nicanor
Parra, con sus cuadernos y letra desparramada de físico en búsqueda de fórmulas,
hacía girar una y otra vez la palabra, como un moscardón que batía sus alas
para despejar una x. Jorge
Teillier, con quien me reunía, pretendía hacernos creer de su espontaneidad,
pero borraba mucho más de lo que daba a entender y no leía, sino tragaba
libros. La Mistral fue un ejemplo de borrar, borrrar, que algo queda. Lihn,
Hahn, Manuel Silva Acevedo, Waldo Rojas, los que más recuerdo, han trabajado la
palabra hasta la saciedad. No todos han tenido la mano de Neftalí Reyes,
debemos reconocer, porque su poesía respira su propio aire y no todo fue pintar
sobre el aire.
Para Valente, “la prosperidad ablandó a Neruda y a su poesía”.
Es de la opinión, al parecer, de la crucifixión del poeta en el rigor de la
poesía. Vamos viendo, pero, dice, no es lo que Neruda interpretó que creía yo
que hablaba de la tesis de los zapatos rotos (Neruda tuvo sífilis en su
juventud), porque yo me refería al dolor creador que debe haber en toda creación
auténtica.
La caída del ángel nerudiano, Valente la estima a partir
del Canto General, para muchos el libro más totalizador de Neruda,
debido, dice, a que se infla el yo del poeta hasta identificarse con la poesía
de Chile, el pueblo, los pueblos del mundo. Algo como un Buda, quizás de la
poesía popular, digo yo. En todas las montañas, ríos, selva, desiertos y
lagos de Chile, quizás quiera decir Valente. Hay gran poesía en el Canto
General, sin duda, y mucha, y otra de compromiso social, de ajuste de cuentas y
que no está ala altura de esos momentos de excepción nerudianos.
El crítico mercurial, con Edwards el escritor, tanto
miles de chilenos, se reconoce, nos reconocemos, en la voz del long play
nerudiano. Éramos tan pobres, tan aburridos, tan nostálgicos, provincianos,
carecíamos de televisión, nos iluminaban unas cuantas estrellas de nuestro
pobre firmamento, como en un patio encerrado. “Titilan azules los astros a
lo lejos”. Valente revela y se reconoce en la voz de Neruda a través del
viejo long play quee scuchaba en su juventud y que le marcó como poeta: Alturas
de Macchu Pichu, un poema
excepcional en la poética nerudiana contenido en Canto General.
Valente ha sido un crítico muy discutido por Enrique Lihn,
especialmente, y el mismo Parra, a pesar de ser elogiado, la comidilla literaria
de los setenta y antes. El religioso quería llevar a Parra a la cruz. Al agnóstico
e inclasificable profesor de física, antipoeta, además, Valente le ofrecía la
salvación de la cruz, se escuchaba a sotto vocce en los círculos
literarios de mis tiempos en Santiago de Chile.
Fue un capítulo azaroso entre Lihn y Valente, durante años.
Está registrado en El circo en llamas, recopilación de sus ensayos y críticas
por Germán Marín. Lihn, autor de La Pieza Oscura, Poesía de Paso, A
partir de Manhattan, La Musiquilla de las pobres esferas, entre otros
libros, calificó a Valente de
militante sacerdotal del Opus Dei “afecto a los gobiernos autoritarios”,
filosofía que influiría en él a la hora de tener un criterio independiente en
materia literaria.
Valente en una reciente entrevista con El Mercurio, de
donde entresacamos algunas de sus opiniones, se lamenta de no haber captado en
un principio la poesía de Lihn y durante los primeros seis años, reiteró no
estuvo ala altura de su obra.
“Me
redimí, explicó, al poner luego mi juicio a la altura de su excelente poesía”.
En sus opiniones de la poesía chilena contemporánea,
Valente dijo que le entusiasmó y primer y casi toda la obra de Jorge Teillier,
un poeta lárico de Lautaro, al sur de Chile, una zona mapuche conocida como La
Frontera.
Valente, interrogado sobre las diferencias entre Neruda y
Parra (Poemas y antipoemas, Hojas de Parra, Versos de Salón, entre otros
libros), sostuvo que Neruda es tan hipnótico que su mayor influencia consiste
en que no escriban como él. Parra, en cambio, dijo, con sus innovaciones ha
estimulado a casi todos los poetas chilenos posteriores a incorporar elementos
de la antipoesía, de los que no se libra casi nadie. La originalidad, corre por
cuenta del nuevo autor.
Parra y Neruda, o viceversa, son dos registros
diferentes, y de eso se las arregló Nicanor con tiempo, porque en verdad Neruda
estaba dominando absolutamente el campo del juego de la poética chilena y
latinoamericana.
Las
obras completas de Parra caben en uno solo de los treinta libros de Neruda. Eso
tiene que ver con el mucho relleno que hay en Neruda, y al mismo tiempo con la
formidable amplitud de su registro de temas, asuntos, formas, lenguajes,
estilos; es casi un hombre del tamaño de su siglo, sentenció Valente en sus
declaraciones a El
Mercurio de
Chile.
Parra - subrayó- “es poetry
as speech,
usando la expresión de Pound : la poesía como el habla, no necesariamente
coloquial; el coloquialismo es algo mucho más fácil; yo me refiero a la poesía
como habla viva. Neruda, en cambio, es la poesía como himno, como cántico”.
Son dos poetas muy distintos, peces de una misma pecera, la
poética chilena, pero en sus propias aguas. Igual que Lihn y Teillier. En otros
registros igualmente importantes de la poesía chilena, Gabriela Mistral,
Vicente Huidobro, Pablo de Rokha,
Gonzalo Rojas, Rosamel del Valle, Eduardo Anguita, Díaz Casanueva, Armando
Uribe Arce, Efraín Barquero, Alberto Rubio, Miguel Arteche, Oscar Hahn y los
desaparecidos prematuramente, Carlos de Rokha y Omar Cáceres.
Este centenario, a tres décadas de su fallecimiento, queda
demostrado que sigue siendo el poeta más discutido de Chile y del continente.
Es imposible dejarlo ausente de alguna referencia. A su preocupación y dedicación
política, han dicho algunos de manera reiterada, se debe su mala poesía final
y en ciertas épocas. Valente sale al paso a estas acusaciones y lo califica de
juicio político, anticomunista y no literario.
Durante toda su vida Neruda enfrentó ese juicio sobre su
poesía, en Chile fue una verdadera cruzada dentro de los sectores
ultraconservadores ignorantes, porque la derecha leída, culta, hizo las
diferencias, se dio el lujo de apreciar al poeta en su dimensión más
cotidiana. Algo tardíamente Valente reconoce que “Neruda debe algunos
excelentes poemas a su militancia política. Viceversa, agrega el sacerdote,
tiene problemas completamente apolíticos que son medianos. A Neruda, remacha
Valente no sin arzón se le daba maravillosamente bien la sensibilidad inmediata
y cruda, y no el romanticismo, sino la carne de la mujer, no la naturaleza de
los románticos, sino las texturas físicas de los cuerpos. En política, lo
mismo: el sentimiento social inmediato.”
La fecha es importante para acercarse al hombre, al poeta y
su poesía, de manera integral. No es fácil, Neruda fue un hombre
muy público, tomó partido por una causa, y escribió lo que vio y
respiró en su tiempo. Poeta de la materia, del amor, de la vida, clasificado y
reclasificado en el insectario nerudiano. Neruda canonizado, Neruda censurado,
calumniado, vilipendiado. Ni lo uno, ni lo otro, el poeta y el hombre en la
medida de su obra. Este es el año Neruda en Nueva York, Praga, París,
Barcelona, Calcuta, Santiago, México, Washington, Buenos Aires, Moscú, San
Juan, Madrid, Parral, donde nació hace casi cien años, un 12 de julio de 1904.
Rolando Gabrielli