Introducción
Nada me pareció más excitante en ese entonces que me ofrecieran ingresar a la por entonces Secretaría de Inteligencia de Estado, mas conocida como la SIDE. Digo por entonces porque luego en el 2001 por un decreto presidencial del ex Presidente Fernando De La Rúa, se ordenará cambiar el antiguo nombre por el de a secas SI, Secretaría de Inteligencia.
También relato “excitante” porque si bien conocía en profundidad la Inteligencia del Ejército que se encontraba reducida a una cuasi célula, pensaba que los por entonces 300 millones de dólares estadounidenses que le se le destinaba de presupuesto a un organismo con un plantel de solo cinco mil agentes, realmente tendría un despliegue, movilidad y capacidades tecnológicas superiores a cualquiera de los organismos de inteligencia tanto de las fuerzas de seguridad como armadas.
Recuerdo que a la SIDE, había llegado por consejo de uno de mis mentores a quien no voy a nombrar pero que le estoy eternamente agradecido; prácticamente tocando timbre y preguntando por una persona. La visita la había hecho a mediados del año 99 a la tan mentada sede Central de 25 de Mayo 11, a metros de la Casa de gobierno.
En esa visita, recuerdo que me sorprendió conocer el edificio por dentro. Si bien en esos años no estaban instalados los controles de accesos ni los arcos magnéticos que hay hoy día, la iluminación, la limpieza y el orden imperante en “La Casa”, sin lugar a dudas denotaba que en esa dependencia estatal que tan vistosamente se podría diferenciar de cualquier otra: ahí dentro se trataban cosas importantes. Al menos esa era la primera impresión que uno se llevaba.
Ese día, luego de coordinar previamente la entrevista por teléfono, me dirigí al edificio central donde al avisar en la guardia que tenía una entrevista con el ese entonces Director, Ingeniero “J.F”, luego de dejar mis documentos en la guardia y que me entregaran la credencial de visita, su secretaría “S”, sale a recibirme para conducirme hasta el despacho del Director quien se encontraba esperándome.
Para mi sorpresa; ya que yo esperaba ver a un coronel o un ex militar con voz de mando, gritando y con cara de parco, me encontré con una persona civil, sencilla y sobremanera sincera.
Luego de que la secretaria nos trajera café, el director empezó con su interrogatorio sobre que me atraía de la profesión, mis conocimientos técnicos, si había revistado en otros organismos y todas esas preguntas de formulario que repiten hasta el hartazgo a los aspirantes y que tenía que llenar en papeles, tediosa pero gustosamente.
Finalmente satisfecha su necesidad de saber sobre mi persona, me pidió que elaborara una carta a mano la cual se la haría llegar hasta el propio “Señor 5”, como se le denomina en la jerga interna al Secretario de Inteligencia; en ese entonces el ex banquero Fernando De Santibáñez; aconsejándome “J.F” (Quien provenía de anteriores gestiones presidenciales) en un desplome de sinceridad, que tuviera en cuenta en mi solicitud que el “Sr. 5” tenía mentalidad de banquero y que no me haga muchas expectativas en la carrera, ya que según su experiencia, ahí nadie le importaba nada más que uno mismo y que todo lo que se hablaba de proteger la Seguridad Nacional era un “Disparate grande como una casa”, ya que según me argumentaba, él mismo había hablado con senadores y propuesto un proyecto para la radarización de la frontera Argentina a los efectos de combatir el contrabando y el narcotráfico y se le habían reído en la cara.
Finalmente luego de explayarse un poco más sobre el tema y de cerciorarse que tenía todos los datos sobre mí para contactarme; apretón de manos por medio me despidió pidiéndome que lo esperara quince días para darme una respuesta sobre la incorporación.
Posteriormente a los quince días de espera ansiosa, recibo un llamado de la secretaria de “J.F” avisándome que nuevamente tenía una entrevista para fines de agosto, más o menos unos veinte días más, donde me notificarían sobre la decisión del ingreso.
Me fue prácticamente incontenible esos veinte días de espera, sin embargo, no era el tiempo lo que me intranquilizaba sino la decisión la que me intrigaba.
Pero el tiempo pasaba, y semana tras semana llegó el gran día. Vestido de traje, luego de salir con dos horas de anticipación desde mi casa de Ramos Mejía, había calculado que saliendo a las doce del mediodía y teniendo que estar a las dos de la tarde en la SIDE, entre los cuarenta y cinco minutos del colectivo 172 hasta Acoyte y Rivadavia y los treinta del subte desde Acoyte hasta Plaza de Mayo, llegaría con tiempo extra por cualquier eventualidad. No quería que nada, ningún accidente, choque o descarrilamiento se interpusiese en lo que sería el gran día.
Tal como lo había previsto había llegado con casi media hora de antelación, con lo cual fui a tomarme un café al bar que está en la esquina de Mitre y 25 de Mayo a la espera de que se hiciese la hora.
Faltando cinco minutos para las dos de la tarde, pido la cuenta, pago y me dirijo hacia “El Central”.
Al ingresar al edificio me identifico en la guardia a la espera de que me venga a buscar. Al minuto llega “S”, la secretaria del Ing. “J.F”, para indicarme la que siga hasta el despacho del director donde éste se encontraba esperándome.
Cuando abrió la puerta, la sonrisa y la laxitud de su cara me hizo reaccionar súbitamente. Solo podía haber pasado una cosa, me habían aceptado, de lo contrario no podía estar tan feliz. Sobre todo teniendo en cuenta que a diferencia de un estrechón de manos me había recibido con un abrazo como si me conociese de toda la vida.
Invitándome a tomar asiento y convidándome con un habano “J.F”, empezó a preguntarme como iba todo, a hablar de política, de sus proyectos para el futuro, etc.… yo solo por dentro quería saber una cosa: si había sido aceptado. Esos segundos me parecieron horas interminables.
Sin embargo mi sorpresa fue tal que creí que me estaban jugando una broma o algún tipo de rito de iniciación. En ese momento todo tipo de especulaciones pasaron en un segundo por mi mente. “J.F” me acababa de decir que él había presentado su renuncia al organismo hacía unas horas y que se quería despedir de mi dejándome su tarjeta y disculpándose por no haber podido hacer mas por mí; no sin antes aclararme que ya había hablado de mi “asunto” con el ese entonces Director General de Reunión, Dr. Román Albornoz, y que alguien de su dirección se comunicaría conmigo.
Recuerdo que salí del central con un grado de desconcierto y desilusión tal que todavía seguía especulando con la posibilidad de una broma. Aunque durante la hora y media de trayecto de vuelta a mi casa, fue más que suficiente para que terminara de convencerme de las palabras que el ex director “J.F”, había hace apenas unas horas terminado de decirme.
Ya me hacía yo otro mes más de espera entre nuevas entrevistas y posteriores llamados y demás trámites burocráticos. Sin embargo mi percepción del tiempo de espera iba a tener que ser totalmente recalibrada.
Había pasado un mes desde aquella tarde en que el ex director me había comunicado de su renuncia y nadie a la fecha se había comunicado conmigo para siquiera decirme un “No”. Pero aún no perdía las esperanzas y un miércoles de mediados del mes de noviembre, una persona llama telefónicamente a mi casa, en mi ausencia, dejando el mensaje para que me presentara a las diez de la mañana del próximo día lunes en la Dirección General de Reunión, en el piso 11 del edificio central donde debía preguntar por el Sr. Director “M”.
Sin hacerme esperar, con la moral en alto y los días que faltaban para completar la semana que habían pasado como si no hubiesen existido, allí me encontraba yo nuevamente en la puerta del edificio central de la Secretaría de Inteligencia dejando mi documento mientras le comunicaban a la persona que me espera que yo me encontraba abajo en la recepción a la espera de que me vengan a buscar.
Cinco minutos de anunciada mi presencia, “G”, una de las secretarias de la Dirección General de Reunión (DGR), vino a buscarme pidiéndome que la siguiera. Al cabo de algunos metros hasta el elevador, comenzaba mi ascenso hacia el piso once.
En medio de un estado de ansiedad e intriga, llegado al piso once, “G” me pide que aguarde unos instantes en una habitación que en ese momento se encontraba desocupada, mientras le anunciaba al director “M” que yo estaba en la antesala para una entrevista con él.
Cerca de una hora y media de conversación con “M”; cinco cafés por medio; expresándole todo lo mismo que le había manifestado al ex director “J.F”, solo había servido para obtener una respuesta “Tenemos sus datos, lo vamos a llamar”.
Luego de que la secretaria “F” me acompañara hasta la guardia para retirar mi documento, entregar la credencial de visita e irme, solo una cuestión atestaba mi cabeza: cuanto tiempo sería ese “lo vamos a llamar”.
Esta situación incomoda de indefinición sobre la decisión de mi ingreso a la SIDE ya me parecía una tomada de pelos. Si bien suponía que estarían haciendo sus tareas de contrainteligencia sobre mi persona, la cosa parecía muy dilatada o estaría hecha por ineptos para demorarse tanto tiempo en adoptar una decisión.
No había aguantado más y concurrí con algunos mandos de la ex Jefatura II (Jefatura segunda de Inteligencia del Ejército Argentino, hoy Dirección de Inteligencia) a los fines de ver su punto de vista sobre la mora en cuestión.
Tenebrosa fue mi sorpresa al enterarme de que ellos (la Jefatura II) querían que viese por mis propios medios lo que era la SIDE, su falta de profesionalismo y capacitación de sus cuadros.
Es entonces donde a mi pedido se me pone en conocimiento de algunos asuntos muy particulares sobre éste organismo.
En primer lugar su presupuesto; cerca de 300 millones de dólares para cinco mil agentes cuyos sueldos sumado a viáticos y gastos operativos, más suplementos operativos y otros extras del personal jerárquico, no podrían superar los 50 millones, incluidos los gastos de las manutenciones edilicias de las distintas delegaciones del organismo en el interior del país y exterior. Sólo dejaba una incógnita: qué era de los otros 250 millones de dólares.
Primero: para satisfacer mi curiosidad, personal de la Jefatura II que también había desempeñado funciones directivas en la SIDE durante los gobiernos del Dr. Raúl Alfonsín y Carlos Menem, me comentan con alguna documentación reservada que posteriormente caería en mis manos, que la mayoría de ese dinero en “Negro” de cuyo total debido a la denominada “Ley de Inteligencia” o “Ley S” no se debía rendir cuentas a nadie y al que la Comisión Bicameral del Senado para el Seguimiento de los Organismos y Actividades de Inteligencia no solo no fiscalizaba sino que por el contrario recibía y recibe aún hoy día; actitud corporativa adoptada durante todos los gobiernos democráticos a la fecha, jugosas sumas de dinero por hacer la vista a un lado, transformándose en meros cómplices; era y es destinado al financiamiento de campañas políticas de concejales, intendentes y gobernadores afines al oficialismo de turno; a la compra de voluntades de concejales, intendentes, gobernadores, diputados, senadores, jueces, periodistas y funcionarios, tanto opositores como aquellos de los que se necesita algún “Favor” tal como tapar algún escándalo, divulgar algún rumor, efectuar campañas de desprestigio, inventar o borrar expedientes judiciales, aprobar o vetar proyectos y tantos destinos ilícitos o non-sanctos como imaginación tenga el que maneja a discreción los recursos de la SIDE, el “Sr.5”, su segundo el “Sr. 8”, y la Presidencia de la Nación.
Pero mayor fue mi sorpresa al enterarme de la falta de profesionalismo de los integrantes de “La Casa” donde salvo contadas excepciones de algunos cuadros muy profesionales, la mayoría proviene, es decir ingresa con méritos tales como ser solamente amigo de algún puntero político del oficialismo de turno, no importando el curriculum ni la carrera profesional de la persona y si ésta tiene o no antecedentes policiales.
Es así que para mi ya desmitificada visión sobre una SIDE profesional, puesto que había visto documentos y conversado con ex jerarcas del organismo que iban desde anteriores hasta la entonces actual administración, vengo a enterarme de que esa oficina que en nada se diferencia de otra dependencia estatal como una municipalidad, había incorporado a una dirección general, más de un centenar de ex diputados que habían quedado desocupados desde la reforma constituyente, como personal contratado de la SIDE.
El alto estima que había tenido hasta el momento sobre la vernácula agencia estatal de Inteligencia había empezado a corroerse; sin embargo quería ver la verdad con mis propios ojos ya que no podía concebir que semejante monstruo burocrático solo fuese manejado y sustentado por dos áreas claves: la Dirección de Observaciones Judiciales (DOJ), conocida en la Jerga como “Ojota”, y la Dirección General de Operaciones (DGO) por donde pasaban desde operativos policiales hasta las acciones conjuntas con otros servicios de información de otros países; mientras que otras direcciones solo albergaban centenares de “ñoquis” que solo pasaban el día efectuando recortes de diarios (Explotación de prensa en el lenguaje técnico de la inteligencia) o en sus respectivos domicilios particulares, solo pasando a buscar su sueldo a fin de mes, cuando a veces éstos no podían ser alcanzados por parte de otros personales asignados a llevarles sus respectivas remuneraciones “por servicios prestados” a los domicilios particulares de éstos “Agentes”.
Cerca de un mes y medio mas tarde, a mediados de noviembre, en el teléfono celular que para entonces tenía y que en mi última visita le había dejado al director del piso once, recibo un llamado donde nuevamente “G”, la secretaria de “M” me comunica que tendría que presentarme a las once del mediodía de un día viernes, nuevamente en el piso once del “Central” a los efectos de tener otra entrevista con el director.
Para ese entonces todo lo que había conocido sobre el organismo estatal y la clase de gente que ingresaba y las vueltas que estaban pegando conmigo, hizo que mi predisposición para la próxima entrevista fuera otra: estaba cansado de éste tipo de manipuleo e iba a encarar al director de manera enfática. La cortesía y la caballerosidad habían quedado atrás, tendría que ponerme firme si iba a avanzar.
Fue así que el viernes, luego de los controles de rutina y sentado ya en la oficina del director, luego de entablada la conversación y de que éste empezara la retórica dilatoria sobre que había problemas para el ingreso de personal y todas las artimañas y tretas que se utilizan para poner los “peros” en el camino; mi contestación fue enfática y terminante respondiente que ya me había hartado de las estupideces que desde hacía tres meses venían argumentando cuando cualquier persona sin formación ni experiencia ingresaba por el mero hecho de ser amigo de un puntero político y que para colmo de males me había enterado de que unas veinte incorporaciones se habían hecho simultáneas en una semana, advirtiéndole que si en el plazo de diez días no resolvían mi situación iría a hablar con el entonces Ministro del Interior, Federico Storani, quien era un muy buen amigo de un abogado amigo mío, y así iban a tener “la banca” que tanto querían.
La respuesta fue increíble. Parecía que había presionado los botones increíblemente correctos. Un sobresaltado director con el rostro enrojecido se levantó de su sillón para pararme y tratándome de calmar solicitarme que “por favor” no era necesario llegar a tales extremos, argumentándome que todo se resolvería para bien y que por favor tenga paciencia porque según él “estas cosas son así”.
El análisis y la lección habían sido más que claros y determinantes. En un organismo político donde a uno no se lo tiene en cuenta y mucho menos se lo destaca por su capacidad y profesionalismo sino por sus contactos, había que hacer uso de los “Resortes Políticos” al alcance, y el ofrecimiento que un abogado amigo mío muy poderoso, a quien yo le había comentado sobre mi situación con respecto al ingreso a la SIDE hacía unas semanas en ocasión de un encuentro, se había ofrecido a concertarme una reunión con el entonces Ministro del Interior, Federico Storani; había sido el “Botón” exacto que había tocado para poner en alerta a aquel funcionario que dependía del poder político de turno. Todo ello me significó una cosa, el mito de los servicios secretos se iba cada vez diluyéndose más ante la cruda y sarcástica realidad.
El día lunes siguiente a las diez de la mañana, con una asombrosa rapidez, recibo una llamada al celular de la Dirección General de Reunión solicitándome si podía presentarme a las dos y media de la tarde de ese mismo día, dado que al parecer mi situación había sido definida.
Puntualmente estuve a las 14:30 horas en la oficina del director. Para entonces ya no tenía en mí atisbos de ansiedad sino solamente de impotencia, la impotencia de ver que cualquier persona no idónea o incapacitada para desempeñar tareas de alta responsabilidad por sus vulnerabilidades e incluso por ser poseedores de frondosos prontuarios policiales, podían ingresar a un área tan sensible del estado como lo era la Secretaría de Inteligencia de la Presidencia de la Nación; en tanto que aquellos profesionales en el área eran segregados. Solo podía deberse a dos motivos: en primer lugar a la política estatal de incompetencia, o en segundo lugar a que cuadros o agentes viejos, no querían verse desplazados por una nueva generación de agentes que pudiesen, como se dice en criollo “moverles el piso” y quitarles el monopolio de los secretos mas privados de la vida de políticos, jueces, diputados, periodistas, artistas, senadores y funcionarios en general que durante años se utilizaron al amparo de la impunidad que brinda el pertenecer a la Secretaría de Inteligencia para extorsionar y cometer cualquier tipo de ilícitos y desfalcos.
Sin embargo en ese instante sólo me interesaba vencer al “Sistema”, y al parecer lo había hecho cuando el director “M” tras saludarme con un abrazo y darme un “Bienvenido a la Casa”, luego de hacerme firmar una serie de papeles y de ponerme en conocimiento de las condiciones laborales con contratos renovables por un período de prueba de dos años tras lo cual de acuerdo a las necesidades de “La Casa”, el desempeño y demás observaciones de juicio, pasaría a integrar la denominada “Planta Permanente” del organismo; me avisa que pasaría a revistar en la ex Dirección General de Contraterrorismo y Contra proliferación, ubicada en la Base de Coronel Díaz, de donde durante el transcurso de la semana el Jefe de Departamento de esa dirección me llamaría por teléfono para entrevistarse conmigo, conocerme y asignarme mis tareas. Había ingresado a la SIDE.
Iván Germán Velázquez
gracias por la informacion...
Entonces no es Recomendable? yo quiero servir.. de hecho soy Policia Bonaerense.. pero veo que aca esta todo estancado y mi capacidad de Crecimiento tanto laboral como Economica. Me dejaste pensando... si no tengo a nadie conocido.. dificilmente llegue algun dia a ese puesto.... increible..
Y que mas se puede esperar? Así es la gente que gobierna nuestro querido paìs.