“Corren tiempos extraños para ser judío” –expresión recurrente de algunos personajes de la novela titulada El sindicato de policía yiddish (1) de Michael Chabon (pronunciémoslo Shaybon). Expresión que también podrían utilizar David Harari (2) y Teodoro Rubén Potaz (3) en nuestro país, ambos miembros de la comunidad judía local y víctimas de las escabrosas maniobras realizadas por una poderosa secta de ese mismo origen. David y Teodoro hoy están alejados de sus hijos y luchan con denuedo por recuperarlos, pero el enraizamiento de los zarcillos de la secta Jabad Lubavitch en la trama de las instituciones y el poder es muy sólido y solapado como para que puedan lograrlo en condiciones normales.
Luego de leer los artículos publicados en Periódico Tribuna y en La voz y la opinión en que se denuncian los casos de Harari y Potaz me llamo a la reflexión, el tema: ¿qué persigue una secta incautando niños y niñas a padres pertenecientes a su mismo grupo cultural o étnico? Las conjeturas pueden ser muchas y, por esas asociaciones que realiza el intelecto cuando uno tiende a reflexionar, relacioné estos artículos con dos libros. El primero de ellos es la novela ya mencionada de Chabon y el segundo es una obra titulada “Jesús y Yahvé. Los nombres divinos” de Harold Bloom. (4)
La novela de Chabon es una lograda ucronía con trama policial en la que el Estado de Israel no se funda en 1948, por lo que grandes contingentes de judíos sobrevivientes de la segunda guerra fueron trasladados a Sitka, Alaska, en donde se funda un territorio judío transitorio. En este presente alternativo, en Sitka, un detective, Meyer Landsman y su compañero-primo, Berko Shemetz, deben resolver un asesinato. El del hijo yonqui del gran rabino de la secta Verbover y, probablemente, el Tzaddik Ha-Dor, “el más justo de su generación”, mesías en potencia.
En la obra, la secta Verbover, muy similar a la Jabad Lubavitch en su origen, historia y estética, ha extendido sus tentáculos a diversos negocios en los que no faltan las actividades delictivas de toda índole, la isla Verbov es casi una zona de exclusión para la policía de Sitka. Por intervención de un judío laico, Alter Litvak, colaborador de los servicios de los EEUU, ultra-maquiavélico, el gran rabino acuerda participar de un plan para recuperar Palestina para los judíos, demoler el santuario islámico Qubbat As-Sajra, la Cúpula de la Roca, en Jerusalén y restaurar el antiguo Templo. En este punto la trama policial deviene a trama política. Una urdimbre que puede tener mucho de real.
Que un presidente de EEUU evangelista (de esas nuevas religiones estadounidenses que tan bien describe H. Bloom) trate de acelerar el fin de los tiempos para lo cual apoya a un grupo de judíos mesiánicos, deseosos de precipitar la llegada del mesías, para que vuelen el conflictivo santuario, generando así la Tercera Guerra, el Armagedón, suena a historia descabellada conocida. En la novela de Chabon, el presidente estadounidense está por revocar el territorio transitorio de los judíos en Sitka, los apremia.
Louis Sahagun de Los Angeles Times, en un artículo publicado en junio de 2006 titulado “Fin del mundo”, expone: “De acuerdo a varias encuestas, un 40 por ciento de los estadounidenses creen que una secuencia de acontecimientos que presagian el fin de los tiempos ya está en camino (...) Para los cristianos, el futuro de Israel es la clave de cualquier guión para el fin de los tiempos, y varios grupos se están acercando a los judíos -haciendo proselitismo entre ellos- para fomentar la Segunda Venida.”
En el mismo artículo Sahagun informa además: “El evangélico John C. Hagee, de los 19 mil miembros de la Iglesia Fundamental de San Antonio, ha ayudado a 12 mil judíos rusos a trasladarse a Israel, y donado varios millones de dólares a hospitales y orfelinatos israelíes.”
"<Somos la generación que verá probablemente el éxtasis de la iglesia>, dice Hagee, refiriéndose al momento poco antes de la venida de Jesús cuando los verdaderos fieles del mundo serán transportados al cielo.”
"<En la teología cristiana, lo primero que ocurre cuando vuelve Cristo a la Tierra es el juicio de las naciones>, dice Hagee, que lleva un chal de oraciones judíos cuando sirve su ministerio.”
En otro caso denunciado en Periódico Tribuna (5), el de Alberto Martínez, casado con Silvina Daichowski, interviene la Jabad Lubavitch y una asociación civil que opera tras el rótulo de Iglesia Evangélica Fuente de Vida.
La vaquilla roja y las historias descabelladas
Historias descabelladas abundan en las crónicas de la civilización humana. Bina Gelbfish, ex esposa y actual jefe de Meyer Landsman en la ucronía de Chabon, las detesta. Y la historia que le cuenta su ex esposo acerca de las andanzas de los verbovers con Alter Litvak incluye un centro de entrenamiento en Alaska en el que además de preparar jóvenes para el gran golpe, se crían vaquillas con el afán de que una de ellas sea cien por ciento roja. A ella eso le parece el colmo de lo descabellado. “Mala suerte… que te gusten las explicaciones simples en un mundo lleno de judíos”, le responde reb Litvak a la inspectora.
Siguiendo a las Escrituras, sectas judías creen que el sacrificio de una vaquilla roja pura contribuiría enormemente a la llegada del Mesías y restaurador del Templo. Cito a Louis Sahagún, del artículo antes mencionado: “Luego está Clyde Lott, un ganadero y predicador evangélico de Mississippi. Está tratando de reunir una manada única de vaquillas rojas para satisfacer un oscuro mandato en el Libro de los Números: el sacrificio de una vaquilla roja, sin manchas, para los rituales de purificación que son necesarios para allanar el camino del mesías.
De momento, sólo una de sus vacas ha sido confirmada por los rabíes como adecuada, lo que quiere decir que no encontraron en el cuerpo animal tres pelos negros o blancos.”
Harold Bloom escribe: “En el año 2004, mientras escribo este libro, lo único que podemos esperar es que (Yahvé) no vuelva a exigir su Templo otra vez, pues su emplazamiento lo ocupa la mezquita de Al-Aqsa, y ya tenemos suficientes guerras religiosas sin lo que podría acabar siendo la catástrofe final. Los celotas que hay en Jerusalén y desperdigados por el fundamentalismo protestante estadounidense conspiran incesantemente para destruir esa inconveniente mezquita, y en los Estados Unidos se están criando novillos convenientemente puros y rojos para futuros sacrificios con los que atraer de nuevo a Yahvé a los terrenos de su templo.”
“Menciono toda esta verificada locura sólo para confesar la incómoda mengua de mi escepticismo en relación con Yahvé. Dudar de su continuada existencia es un ejercicio racional, pero es que no se trata de una entidad estática, el igual que el Dios Padre cristiano. Su temible dinamismo hace que incluso sus ausencias se conviertan en fuente de agitación.” (6). El desatino está en marcha.
Todo se trata de contar historias
El agente de la C.I.A. Cashdollar, personaje de El sindicato… en las postrimerías de la novela le dice a Landsman: “Estamos contando una historia(…) ese es nuestro trabajo.” Contar historias es para ese hombre y para los que él trabaja, hacer que de verdad ocurran. En la novela, Cashdollar, es uno que desea que llegue el final de los tiempos y “opera” para que eso suceda.
Constantemente nos están contando historias. A algunas les damos crédito a otras no. A las que les damos crédito las repetimos, a veces hasta el hartazgo. Eso es lo que hace que las historias acontezcan.
Conjeturando que miembros de la secta Jabad Lubavitch sean afines a los dislates antes descriptos, la historia que se me ocurre, es que las maniobras que ejecutan en casos como los de Harari, Potaz y Martinez-Daichowski tienen como objeto captar oyentes para contarles una historia. Una versión que se adecue a sus propósitos.
En la historia que a mí se me ocurre los lubavitchers implicados reclutan almas, carne y sangre para que cumplan un rol en la historia que se les ha impuesto. Niños y niñas que van a ser educados, adiestrados, programados con una sola visión del mundo. Una visión sustentada por viejos odios y rencores, puesta en la catástrofe y en el colapso de la sociedad humana tal como la concebimos hoy.
Es, sin duda, una historia cruel.
Luis Mazzarello
(1) Chabon, Michael. El sindicato de policía Yiddish – 1º edición – Buenos Aires: Mondadori, 2008.
(2) Sanz, Christian. La pesadilla de David ¿Cuándo se acabará el negocio judicial de las falsas denuncias? – Periódico Tribuna de Periodistas, 12 de abril de 2008.
(3) La Historia que no se cuenta – La voz y la opinión.
(4) Bloom, Harold. Jesús y Yahvé: los nombres divinos – 1º edición – Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2006.
(5) Sanz, Christian. Los perversos Jabad Lubavitch. De sectas y desaparición de personas – Periódico Tribuna de Periodistas, 7 de enero de 2007
(6) Bloom, Harold. Op. Cit.