Las
dictaduras son un guiso que se viene cocinando desde tiempos remotos y el
hombre las ha entronizado brutal y sutilmente. Es
la más perfecta historia circular, la que no encuentra fin, y nadie da
el primer paso para bajar el telón. Se perfecciona y con
excepciones tribales, tiene
características aún de Tonton Macoutes, pero por lo general, se
maneja desde los sutiles hilos de las finanzas, los medios de comunicación y
de la presencia militar. Es su propia Caja de Pandora, en el
interminable juego del poder, avasallamiento, dominio, conquista, sometimiento
físico y culturalmente. Las dictaduras le han asignado a las democracias el
lugar de la aguja en el pajar, y la película sigue rodando sin contratiempos,
con los habituales “corten”, “va filmación, rueda película”.
El Gran Dictador le llamó Charles Chaplin a Adolfo Hitler,
pero todos son iguales, y no hay pequeños
dictadores para la población de una aldea, el sometimiento es el mismo,
aunque sea a través de un sólo televisor o megáfono
Lo que no es lo mismo, es
someter al mundo a la dictadura de un solo pensamiento unilateral y distribuir
por corn a la salida de los cementerios. Los dictadores suelen tener un
apetito inconmensurable y se transforman en verdaderos hombres del
Renacimiento, en el mal sentido del concepto, porque quieren abarcar todo y
ser luminosos artistas de la trampa y el despojo, cuervos de los ojos vaciados
de las noches. El poder es el peligroso embudo que el hombre siempre suele
utilizar con la parte angosta para el otro, y así los países, gobiernos,
sistemas. Cuento de nunca acabar en el espejo, la soledad de la humanidad. Hoy
el mundo es menos todo que ayer, porque es más inseguro. Es la contradicción
de los signos, y los tiempos caminan a paso de mula por el precipicio.
La información, después de España arde en la hoguera que
enciende la Inquisición de la opinión pública, los medios siguen perdiendo
credibilidad cuando se tragan el mensaje oficial, no investigan, se asocian al
poder fáctico y ejercen de ventrílocuos de los gobiernos de turno La
información se transforma en aserrín, pompas de jabón que se disuelven en
la primera lectura real.
Nunca el mundo contó con una oferta tan grande de medios,
además de la pista mágica de
Internet, dragón de mil cabezas, pero tampoco se había conocido de tal
uniformidad a través de las grandes cadenas mediáticas e inclusive de periódicos,
donde Italia, es el gran circo romano de
Silvio Berlusconi. La mentira es un ejercicio mediático, impreso,
verbal, un discurso más identificable con el día a día de lo que
imaginamos, se nos ha hecho costumbre escucharla, dejarla pasar, rondar
nuestra intimidad, desayunar con ella y después asentir con la cabeza. Es
como un escopetazo inconsciente del cazador al pájaro que cuando siente la pólvora,
se ríe antes de caer. Información para ciegos, sordos y mudos en cadena
nacional.
Los Medios de Comunicación están llamados a transparentar
el enrarecido ambiente mundial, la caja de hollín que se mueve en la imagen
digital, quitar resonancia a las comparsas gubernamentales adheridas a los
micrófonos oficiales como ventosas del fraude. En medio del caos, la
esquizofrenia global, avanza un mundo sin pie ni cabeza, y las tropas saludan
al planeta enfundado en su caco global, bizco, cojo, manco, con esa mirada de
graciosa perfeccionada inmutable estupidez.
Nadie discute la trayectoria del New York Time,
como un periódico analítico, responsable, orientador, escrito pro
profesionales que conocen su oficio. Salvo los recientes incidentes, de las
inversiones periodísticas de historias fraudulentas, que no son patrimonio
del New York Time, el diario de la Gran Manzana, tiene palabra,
y es responsable.
Sin embargo, me he encontrado con una perla, una joyita del
gran New York Time, un análisis titulado: ”Los dictadores
más brutales del mundo viven vidas de lujo en el exilio.”
El artículo sólo enfoca a los dictadores negros de Haití
y África, como si la dictadura tuviera un solo color. El canibalismo social
de las arcas, vida y honras, ha sido practicado en Nuestra América, con
audacia, perseverancia, singular éxito, a
través de gobiernos dictatoriales, que inclusive mutaban como
viejos cocodrilos en las verdes aguas del dólar. The New York
Times, cita a Jean Claude Duvalier, el célebre Baby, heredero de Papa
Doc, el legendario chupa sangre del pueblo haitiano, que transformó en zombie
a esa pequeña isla vecina a República
Dominicana en el Mar Caribe. Jean
Bedel Bokassa, Idi Amín Dada, y Milton Obote, son los dictadores comentados
por el periódico norteamericano. Dictadores crueles, caníbal más de
alguno, que siguieron un mismo patrón de aberraciones y después, el generoso
exilio, como si la vida les inaugurara el gozo hacia el paraíso. París, con
su Costa Azul, Arabia Saudita, Tanzania, cualquier paraíso tropical es bueno
para un dictador, que ha cumplido su trabajo de exterminador y enriquecimiento
ilícito.
The New York Time, sostiene que la lista de déspotas
es realmente despreciable y continúa con
Charles Taylor de Liberia, el coronel Haile Mengistu Mariam de Etiopía.
Yo vivo en Panamá, lugar célebre por recibir a dictadores
del mundo. El Sha de Irán, quizás uno de los más tenebrosos sátrapas, fue
hospedado en la paradisíaca Isla de Contadora, a unos 15 minutos de la
capital panameña, en el océano Pacífico. Nadie lo recibió en el mundo,
después que el Ayatola Komeini lo
derrocara y pudo alquilar por un tiempo las famosa Isla de las Perlas, donde
se realizaron importantes negociaciones entre Estados Unidos y
Panamá, sobre el Canal de Panamá.
Aquí estuvo el derrocado Juan Domingo Perón de Argentina.
Raoul Cedrás, el último dictador de Haití post Duvalier,
un mulato que habla varios idiomas, vive actualmente en Panamá. The New
York Time, comienza su crónica así:
“A
Jean-Bertrand Aristide, el último presidente en exilio de Haití, le gustaría
estar descansando en este momento en Sudáfrica, una tierra de una belleza
asombrosa, un clima mediterráneo, autopistas al estilo norteamericano y
negocios con el lujo de París. Sin embargo, sus días no deberían pasar nada
mal en la paradisíaca isla de Jamaica, el lugar adonde finalmente logró
recalar.
Sin duda, la introducción lleva su sal y pimienta,
enfocada a la política actual de la Casa Blanca y París, frente al caso
haitiano. NYT sostiene que Arístides gobernó 12 años Haití,
que fuera un mítico lugar de piratas que se reunían en la Isla Tortuga a
repartirse el fruto del botín de alta mar y de los territorios españoles. En
verdad sólo 8 años, y el primer período del 91 al 96, fue gracias a que
Estados Unidos lo restituyó en su cargo. Panamá ha sido sede histórica,
legendaria de país huésped de presidentes corruptos defenestrados, gárrulos
ensimismados del poder y encantados con las arcas fiscales. Abdalá Bucarám
de Ecuador, Jorge Serrano Elías
de Guatemala.
El patriarca de los dictadores que gozan de buena salud en
su exilio paradisíaco y prolongado es Alfredo Strossner, el general que
sometió a Paraguay a sangre y fuego por más de tres décadas, y hoy disfruta
de sus últimos tiempos en Brasil. La tiranía en América latina tiene
escuela, y se llama Escuela de Las Américas, ubicada
por décadas en el siglo XX, en el istmo de Panamá en un lugar selvático
del Atlántico.
El dictador que produjo Panamá, Manuel Antonio Noriega,
tras una invasión, en diciembre
de 1989, fue llevado hasta hoy a
la cárcel de Miami, Estados Unidos. De dictadores, América latina puede
dictar cátedra a nivel mundial: Trujillo, Somoza, Pinochet,
Pérez Jiménez, Banzer, Rojas
Pinilla, Batista, los gobiernos castrenses,
individuales o colegiados, y dentro de ese etc.etc, el Cono Sur, un lugar
privilegiado para las dictaduras.
Lo que veo es un mundo con pies de barro caminando por un
río de sangre hacia un abismo más negro que un túnel dentro de una pizarra
o bajo el carbón de la roca. Este podría ser el informe de un enterrador en
algún cementerio de pueblo o del dueño de una funeraria, quizás también
del camillero de una morgue. No está tan errático, alejado de la realidad el
enfoque desde las oficinas lapidarias terrenales. Pero hay otra orilla en esta
interminable madeja de fracasos, de siglos perdidos en la oscuridad del ayer.
Otro mundo que nos espera, con sus matices, claroscuro, pero firmes
amaneceres, con futuro, con su traje
sencillo y sonrisa de constructor. Qué otros vayan y vuelvan del
infierno, coleccionen calaveras debajo de sus almohadas, y sueñen con una
cama envuelta en llamas.
Rolando Gabrielli